III


La lucha continua

A pesar de las detenciones de los cinco presuntos homicidas de su hijo, Marta ontinuó andando por un largo camino que la llevara hacia la Justicia. Pero no sólo para Lucas sino para toda la sociedad.
Las marchas, las misas, las carpas, los reclamos y el apoyo a otros familiares de víctimas de la inseguridad se convirtieron en su misión en la vida.
Fueron esas mismas tareas las que inútilmente intentaron ocupar el espacio vacío que dejó el asesinato de Lucas y que solo lograron rellenar las horas, los días, los meses y los años que parecieron interminables.
Y esa lucha también tuvo su precio. Un miércoles de mediados de julio de 2003, la mujer se encontraba en la Plaza Alsina de Avellaneda juntando firmas para uno de sus tantos proyectos contra la inseguridad.
En ese momento, cuatro jóvenes se le acercaron y comenzaron a empujarla y a amenazarla. Uno de ellos le dijo que la iba a matar con su arma de fuego y luego, de repente, los chicos se fueron corriendo.
Por ese episodio, cuatro jóvenes, de entre 14 y 17 años, fueron demorados luego por el personal de la comisaría de Avellaneda.
Las batallas continuaron hasta los primeros días de marzo de 2004, cuando Marta volvió a convertirse en una luchadora pública al instalar nuevamente una carpa blanca, pero esta vez frente al Congreso Nacional.
La idea de la madre de Lucas era manifestarse a favor de una rápida sanción de una ley que estaba tratando el incremento en las penas por el delito de portación ilegal de armas.
Una idea que casi un mes después iba a continuar el padre de de otro joven que fue secuestrado en Vicente López y asesinado en Moreno.
Con la conmoción que produjo ese caso en la sociedad argentina, Marta figuró como uno de los personajes públicos que apoyó cada marcha que propuso el padre de la víctima, aunque nunca se alió políticamente a nadie.
Además siguió con su proceso de duelo que se expresó con fuerza al cumplirse un año del crimen de su hijo durante una misa que se llevó a cabo en la iglesia Nuestra Señora del Carmen, de Wilde.