“Sosa se retira inmediatamente de mi celda y unos minutos después ordenar formar en el pasillo. Salimos todos los prisioneros y en completo silencio formamos dos filas, mirando hacia la salida, cada uno parado al lado de la puerta de su celda. En el extremo abierto del pasillo había dos o tres suboficiales armados con metralletas PAM. Bravo recorrieron las hileras hasta el final y volvieron. Hicieron ese recorrido profiriendo amenazas e insultos y diciendo cosas tales como `l
“Giré rápidamente y me introduje en mi celda. Detrás de mí lo hizo mi compañero. Allí nos quedamos Kohon y yo durante un instante, parados, escuchando las ráfagas y sin atinar a hacer nada. Enfrente mío vi caídos a Bonet y Toschi, alcanzados por disparo cuando intentaban introducirse en su celda. Bonet se apoyaba en su codo derecho y me miraba en silencio. Nadie atinaba a hablar. Sólo se escuchaban los quejidos de dolor de los heridos. Inmediatamente, Kohon y yo nos acostamos debajo de la losa que, empotrada en la pared, hacía las veces de única cama en a celda. (…) Desde allí seguimos escuchando el ruido de las ráfagas, hasta que de pronto éstas se interrumpen.
“Luego oímos el vozarrón de Bravo. Dijo: `Éste todavía está vivo` y a continuación un disparo aislado. Esto ocurrió varias veces. Instantes después, Bravo entró en nuestra celda y nos ordenó que nos pusiéramos de pie. Obedecimos. Bravo nos pregunta entonces: `¿Van a declarar como corresponde ahora o no?`;. Mientras, nos apuntaba con su pistola. Kohon y yo contestamos que sí- Bravo se retira entonces de la celda pero de inmediato apareció el oficial cuyo nombre podría ser Fernández y sin mediar palabra me apunta a la cara. Instintivamente giré mi cuerpo hacia la izquierda en el exacto momento en que me disparaba. Recibí el impacto en el ángulo superior derecho del hemotórax izquierdo, debajo de la clavícula.
“El impacto me levantó en vilo y me hizo caer sobre el camastro de cemento quedando de bruces sobre él, con las rodillas apoyadas en el suelo. Sentí un profundo dolor en la espalda y comencé a sangrar abundantemente por la herida y por la boca. Sin embargo, no omití queja ni sonido alguno y permanecí inmóvil. A continuación escuché los disparos del mismo oficial efectuó sobre Kohon, no recuerdo cuántos. Y luego los quejidos de dolor de mi compañero. Hubo un largo rato de silencio, luego nuevamente la voz de Bravo que en tono muy fuerte decía a alguien: `¡Se quisieron fugar! ¡Pujadas quiso quitarle la pistola al capitán, intentó resistirse!`.
“Minutos más tarde, alguien me tomó el pulso y comentó: `Éste tiene el pulso bastante bueno`. Poco después me colocaron sobre una camilla y me condujeron hasta el hospital de la base. Allí me taparon la herida y me dieron un calmante. Pude ver a los otros heridos: Astudillo Kohon, María Antonia (Berger), Pólit y Camps.
“En el curso de la mañana del martes (22 de agosto) me trasladan junto a Camps al hospital Puerto Belgrano. Allí soy intervenido quirúrgicamente aproximadamente a las 21 horas. Posteriormente me visita en este hospital el juez naval capitán de navío Bautista, a quien le relato los hechos descriptos.
“Cuando leo los diarios me entero de la versión oficial dada por el almirante Hermes Quijada. Es completamente falsa. No hubo ninguna tentativa de fuga; es totalmente falso que Pujadas haya intentado arrebatar el arma a un oficial. Fue una masacre alevosa y premeditada contra diecinueve prisioneros desarmados”, concluyó Haidar.
Fuente: La pasión según Trelew, de Tomás Eloy Martínez.