Los planteles de ambos equipos ya habían hablado de todo, en especial, de los arbitrajes. Pero salvo el blanco de todas las críticas –Claudio Martín- ningún otro referee había realizado comentario alguno hasta aquel lunes 14, cuando varios de los referentes de la comunidad arbitral coincidieron en echar culpas sobre la actitud de los jugadores.
El árbitro Juan Pablo Pompei, por ejemplo, opinó: "Los jugadores son muy propensos a la protesta sistemática. (...) Hay como una psicosis a futuro".
El ex árbitro Juan Bava pensaba de manera similar: "Hay temas que van más allá del arbitraje. Un referee se puede equivocar o no, pero yo nunca vi dos jugadores peleándose en una cancha. Ni siquiera en los túneles. Por eso, lo que está pasando parece exceder el debate sobre la calidad del arbitraje".
Horacio Elizondo, árbitro en actividad, comentó: "Con tantas cosas en juego, hoy están todos más alterados de lo normal. Veo más violencia verbal y psicológica que física".
El titular del Sindicato de Árbitros de la República Argentina, Guillermo Marconi, coincidió también con los demás: "El arbitraje argentino es sano. No se puede dudar. Los jugadores están muy descontrolados, y en el superclásico por la Copa se vieron actitudes que parecían del pasado".
Por su parte, la Asociación Argentina de Árbitros emitió ese mismo día un comunicado en repudio de los cuestionamientos sobre la honorabilidad de los jueces y rechazó los supuestos complots de los que se hablaban.
Por otro lado, también se hizo público que desde el viernes 11 el árbitro de la revancha, Héctor Baldassi, se había auto concentrado en una estancia del Gran Buenos Aires para apartarse de la polémica desatada.
El presidente de la Escuela de Árbitros, Carlos Coradina, dijo al respecto: "Cuanto más aislado esté, mejor... Está bien para que se aleje de todo tipo de presión. Yo voy a hablar con él como hago con todos los árbitros. O como hacen los técnicos con sus jugadores. La consigna será que vaya tranquilo pero prevenido".