1956:Parte III

*Basado en un texto de Julio Godio.

En el interior del Gobierno Provisional se desarrolló a partir de febrero de 1956 una intensa polémica acerca de la naturaleza del aumento masivo del 10% en los salarios. Se plantearon dos posturas: Los duros como Álvaro Alsogaray y otros liberales de derecha sostenían que se debían mantener congelados los salarios y liberar los precios, y los blandos, entre los que se encontraba el propio Prebisch, postulaban la necesidad de convocar a negociaciones colectivas paritarias y que empresarios y trabajadores fijaran los incentivos salariales y condiciones de trabajo por rama de actividad, aunque el gobierno se reservaba la capacidad arbitral.

 Estas posiciones encerraban ideologías diferentes en función del sistema político. Las entidades empresariales corporativas, especialmente la Unión Industrial Argentina (UIA), la Cámara de Comercio y la Sociedad Rural, en alianza con los duros pretendieron instalar un régimen fuerte desmantelando la estructura sindical y suprimiendo los sindicatos únicos por rama de actividad y la cotización sindical automática.

 Esta postura contó con el apoyo del Partido Socialista, mientras que entre algunos reformistas, como el ala de la UCR que respondía a Arturo Frondizi y el conservador popular Vicente Solano Lima, surgió la idea de concretar un compromiso con el sindicalismo peronista, resguardando la estructura sindical.

 Por su parte, el Gral. Aramburu, quien ideológicamente era más afín a los duros, terminó por apoyar a los blandos para evitar una confrontación con los sindicatos que debilitara al Gobierno, aunque sin romper alianzas con las entidades empresarias y los sectores políticos afines a ellas.

 El Gobierno convocó a paritarias y al mismo tiempo dictó un decreto que excluyó de sus cargos a todos los dirigentes sindicales de la CGT y centrales afiliadas en funciones desde el '52 al '55, y también continuó con el encarcelamiento de sindicalistas peronistas.

 En las paritarias se planteó un claro conflicto en el que los sindicalistas exigieron un aumento salarial del 40% pero los empresarios sólo aceptaron aumentos en función de la productividad. Esta puja desembocó en huelgas declaradas ilegales y la detención de sus dirigentes.

 En tanto, el Gobierno permaneció en una especie de impasse entre reprimir masivamente y disolver la CGT y los sindicatos únicos, o buscar un compromiso político con las organizaciones sindicales.

 Lo único concreto fue que los sindicatos recuperaron su capacidad de organización y resistencia, por lo que el Gobierno comenzó a ceder terreno y en las paritarias dio aumentos salariales del 30%.

 De todos modos, el oficialismo intentó desarticular el “poder sindical peronista” con un decreto que permitió la formación de varios sindicatos por rama de actividad y que la negociación colectiva se realizara a través de comisiones intersindicales. Pero esta política fue inviable ya que el sindicalismo democrático no contó con fuerza real y los trabajadores permanecieron fieles a su central única por actividad.

 Durante los conflictos laborales que se desarrollaron en 1956 surgieron nuevos dirigentes sindicales peronistas que luego constituyeron el núcleo directivo de la CGT como el metalúrgico Augusto Vandor.

 Estos dirigentes se encontraban en plena práctica de oposición-negociación cuando se produjo el levantamiento militar del general peronista Juan José Valle, quien fue finalmente derrotado y derivó en una represión brutal del Gobierno como en la denominada “Masacre de José León Suárez”.

 A partir del levantamiento, muchos sindicalistas peronistas fueron detenidos y a fines del 56´ se produjo una parálisis de la actividad gremial, lo que terminó profundizando la fosa entre la revolución Libertadora y la clase trabajadora.

 Es que la columna vertebral del peronismo había logrado durante ese año resistir el intento desarticulador de la CGT y restablecer sus vínculos con los obreros a través de paritarias y las huelgas etc., y generar rápidamente una generación de dirigentes de relevo a los líderes proscriptos.

 Para principios de 1957, los sindicalistas peronistas ya se habían reagrupado en distintos núcleos activistas como la CGT Única e intransigente, el Comando Sindical y la CGT Autentica, lo que demostró que serían un duro hueso de roer para las ilusiones liberales de “desperonizar” a los trabajadores.