Luego del triunfo consumado de Boca hubo algunas corridas en la platea San Martín ya que, aparentemente, tres fanáticos xeneizes se habían infiltrado entre los hinchas millonarios. Los simpatizantes de River persiguieron a un visitante y golpearon. Pero el fanático se pudo ocultar en la zona de palcos y así escapó de sus agresores.
Luego, fuera de la cancha, hinchas locales decepcionados descargaron su bronca contra dos móviles del canal 13 de televisión, que sufrieron destrozos simplemente porque son los encargados de transmitir los partidos de Boca.
Por el lado del xeneize, la alegría estalló en toda la Argentina. En la Capital Federal, el Obelisco se convirtió de pronto en el centro del gran festejo al colmarse en cuestión de minutos la Plaza de la República. Todo fue azul y oro; canto y baile en plena madrugada. Algo parecido ocurrió en muchos rincones del país como Córdoba, Mendoza, la Patagonia y hasta La Quiaca.
En los vestuarios, los jugadores de Boca escribieron en la puerta una inscripción alusiva al incidente de Gallardo en el partido de ida y a la posterior eliminación riverplatense: "Casi, casi clasifican... arañando". La misma frase fue la que se utilizó para los afiches con los que al día siguiente se empapelaron las calles porteñas. También hubo cánticos para descargar la tensión. "Mandarina, mandarina, mandarina, la Copa Libertadores no se hizo pa' gallinas" y "Boca es tu papá, el campeón mundial", se escuchó en los camarines visitantes.
El vestuario fue una fiesta. El héroe Abbondanzieri hablaba por teléfono celular con sus padres que viven Bouquet, su pueblo de Santa Fe. Luis Perea festejó con todo a pesar de que los dirigentes ya lo habían vendido al club Atlético de Madrid. Fue un festejo que se prolongó por más de una hora en la que el plantel xeneize no hizo otra cosa que desahogarse. Y en el medio Bianchi y un llamado desde su celular habló emocionado con Margarita, su esposa. Luego se abrazó con su hijo, Mauro y se largó a llorar.