Un conflicto de nunca acabar IV

El 2 de abril de 1982, la línea Washington-Buenos Aires estaba abierta: el presidente norteamericano, Ronald Reagan, quería hablar con Galtieri ya que la guerra estaba a punto de explotar. Mientras que el secretario de Estado, Alexander Haig, había comenzado a dialogar con ambos países para ofrecer a los EE.UU como mediador.

A las 22.10 de aquel día, el teléfono sonó una vez más y Galtieri finalmente atendió a Reagan, quién mostró su preocupación por la inminente acción militar argentina y aseguró que Gran Bretaña iba a responder con fuerza militar. También ofreció enviar a George Bush a Bs. As. para entablar una negociación que llevara a una solución favorable.

Galtieri, consciente de que el operativo a esa hora no tenía retorno ya que los primeros buzos tácticos habían llegado a las playas malvinenses, sostuvo que ya habían pasado 17 años de negociaciones infructuosas, que Gran Bretaña había usurpado territorios que por derecho le pertenecían a Argentina y que los ingleses habían amenazado a los argentinos que estaban legalmente en Georgias, y se rehusaban llegar a un acuerdo.

A media mañana, las previsiones británicas fueron cobrando mayores dimensiones. El Comité de Defensa le informó a la Primer Ministro que indefectiblemente se desarrollaría una acción militar al día siguiente, pero que aún no se conocían el alcance de la misma ni las intenciones del gobierno militar argentino.

El Comité instó a dinamizar las relaciones diplomáticas vía EE.UU y a preparar una acción militar. Además, se empezó a trabajar en la presentación ante el Consejo de Seguridad.

Mientras tanto, los militares argentinos ya dominaban los puntos clave de la isla Soledad. Pese a que el operativo fue un éxito para Argentina, los isleños opusieron ciertos obstáculos como colocar vehículos en la pista de aterrizaje. Pero no hubo víctimas de ningún bando.

También ocurrió la primera lucha interna en las filas de los militares argentinos, lo que sería un adelanto de lo que repetiría durante toda la guerra. La Fuerza Aérea y la Naval comenzaron a disputarse el espacio aéreo y el aeropuerto isleño.

Cerca del mediodía británico el HMS Bransfield anunció interrupciones con la emisora de Malvinas. Esta fue la primera prueba fehaciente con la que contó Gran Bretaña de que los argentinos habían desembarcado en las islas.

Los titulares de los diarios argentinos de esa jornada estuvieron repletos de un patriotismo entusiasta. Por ejemplo, Clarín tituló: “Inician la reconquista de las Malvinas” y puso en la bajada: “Tropas argentinas desembarcaron en Malvinas”. Mientras que la tapa de La Nación decía: “Se inician operaciones en el Sur para respaldar la soberanía nacional. Tropas argentinas iniciaron acciones militares en las Malvinas”.

El diario que más alentó el confuso sentimiento popular de ese día fue el sensacionalista La Razón. “Las Malvinas en manos argentinas. Hoy es un día de gloria”, se podía leer en su tapa.

Cerca del mediodía, la Plaza de Mayo ya se empezó a colmar de gente. El público disciplinado coreó el nombre de Galtieri. Este salió al balcón y dijo en un breve discurso que Argentina aceptaría el diálogo sólo después de esta actitud de fuerza. Era demasiado tarde, Londres ya había enviado su flota.