Las 62 Organizaciones pasaron de la confrontación a la negociación ya que, en parte, a través de negociaciones colectivas las organizaciones sindicales recuperaron en 1960 el nivel de salarios alcanzados en 1958. También fue determinante en ese proceso que la preocupación central de las corrientes sindicalistas fue lograr la normalización de la CGT y la aprobación de la Ley 14.455.
En octubre del 60´ se conformó “La Comisión de los 20”, compuesta por peronistas e independientes presionando con un paro general para reclamar la devolución de la CGT. Ante esa situación, Frondizi se reunió con este grupo y el diciembre devolvió el manejo de la central obrera.
Luego, en marzo de 1961, se firmó un acuerdo definitivo entre el gobierno y la Comisión de los 20 por el cuál la CGT quedó en manos del grupo sindical y éste, a su vez, se comprometió a convocar un Congreso Nacional para reformar los estatutos y elegir autoridades definitivas antes de fin de ese año.
De esta manera, el nuevo secretariado de la CGT pasó a estar conformado por Framini, Lohalaberry, Vandor y Rosendo García por las 62 Organizaciones; y Stafolani, Coronel, Ribas y Mucci por los independientes; en tanto que el MUCS quedó afuera.
La nueva dirección cegetista, logrando el objetivo de recuperar la organización, disminuyó el perfil de confrontación política con el gobierno y cesó de calificarlo de “agente de la oligarquía” para exigirle rectificaciones.
Por su parte, el desarrollismo necesitó forjar una alianza con dos corrientes sindicales, los peronistas y los independientes, para aumentar la productividad del trabajo en las industrias más dinámicas ya que consideraba que el sindicato no debía ser destruido sino fortalecido como institución autorreguladora de las condiciones de trabajo y remuneraciones dentro de un esquema de sindicatos “integrados” en el funcionamiento y crecimiento de las empresas.
A partir de esa idea, el gobierno pretendió sustituir el viejo bloque liberal-agrario por uno nacional-popular que retornase a las tradiciones estatal- industrialistas y proteccionistas del peronismo, pero subsumidas por la estrategia de modernización con participación de capitales y tecnologías extranjeras.
Pero el atraso cultural de los partidos, el elitismo frondizista y el corporativismo sindical hicieron difícil un acuerdo entre Gobierno y fuerzas sociales y políticas para establecer una amplia concertación social y política que diese base estable al intento modernizador del desarrollismo.
En un contexto socio-político de democracia, sin concertación social y política, las organizaciones comenzaron a funcionar legalmente y el eje de la acción sindical consistió en la participación y negociación. Así, “La Comisión de los 20” decidió que una delegación sindical formase parte de la delegación oficial que fue a la Conferencia de la OIT.
El esfuerzo sindical también consistió en garantizar la aplicación de la Ley de Asociaciones Profesionales que restablecía el rol y estructura de los sindicatos creados durante el peronismo, la personería gremial para una sola CGT, la personería gremial para un solo sindicato nacional por rama de actividad, la “cotización automática”. Este punto de la ley establecía que un trabajador aportaba al sindicato al comenzar su contrato, pudiéndose negar por escrito a la empresa. Esa negativa no le quitaba la cobertura del convenio colectivo, pero sí lo excluía del sistema de obras sociales administrado por el sindicato.
Estos cambios estimularon al sindicalismo peronista e independiente a acentuar el componente socio-laboral en la acción sindical. Pero este tipo de confrontación contuvo el peligro de estimular una corriente sindical interesada en confundirse con el desarrollismo y que se terminó llamando “integracionismo”.
La mayoría de las organizaciones sindicales afiliadas a la CGT rechazaron el intento “integracionista” en una actitud comprensible ya que si bien el Gobierno desarrollista se preocupó por la productividad, no avanzó a una auténtica participación de la central obrera en las decisiones macroeconómicas.
A mediados del 61´, el salario volvió a estancarse, aumentó el desempleo y el precio de los productos básicos, lo que derivó en un paro general en julio y dos huelgas generales en octubre y noviembre de ese año. Fueron medidas cortas, lo evidenció que los sindicatos buscaron una rápida negociación.
Y en este contexto de conflicto sindicato-gobierno, el emergente “integracionismo” se disolvió.
AA
Octubre 2011