A la caza de los secuestradores
Gabriel ya estaba libre, sano y salvo junto a su familia, por lo que los investigadores tenían el campo libre para avanzar con la pesquisa y poner a sus captores tras las rejas. La hipótesis de trabajo que manejaban era que la banda estaba integrada por la menos seis personas dedicadas al narcotráfico.
Con la venta de drogas habían obtenido los recursos necesarios –armas, autos y casillas- para operar luego como secuestradores.
La idea de la banda, que se creía era de Lanús, era obtener del rescate de “El gallego” una suma de dinero importante para comprar un importante cargamento de droga para comercializar. Y así se cerraba el círculo delincuencial.
Esa hipótesis indicaba que en la banda de secuestradores había dos hermanos que habrían usado el piso superior de una casa de dos plantas para retener a Gabriel. Se trataría de una construcción ubicada en el vecino partido de Lomas de Zamora, en cuya planta baja funcionaría una gomería.
Los funcionarios judiciales y policiales aseguraban por entonces que gran parte de la banda ya estaba identificada por lo que había esperanzas ciertas de atraparla.
Los datos surgían a partir del seguimiento de un delincuente conocido de la zona y que lo apodaban “El Uruguayo” o “El Paisano”, y que estaba relacionado con “El Hígado”, un temible secuestrador que iba reclutando “soldados” en distintos puntos del conurbano para cada caso en particular.
Si planeaba un secuestro en la zona sur, incorporaba a delincuentes de ese lugar y, tras concretar la maniobra, los liberaba de acción.
Al “Hígado” lo vinculaban al secuestro del adolescente de San Isidro y al de otro joven cometido poco antes en San Martín.
Pero las pruebas eran débiles. La idea de los detectives policiales era cargar sobre los hombros de este famoso secuestrador cuanto caso ocurriera en la provincia de Buenos Aires para descomprimir la presión por esclarecer los casos.
Otra hipótesis indicaba que Gabriel cautivo de una organización de la zona conocida como “Los Monitos”, que habría actuado en complicidad con la denominada “Los Santiagueños”.
La sospecha se basaba en que se trataba de personas extrajeras, y que uno de los grupos había sido el encargado de concretar la captura y el otro de custodiar a la víctima hasta que se pagara el rescate.