Antorchas


Se cumplen 50 años de la invasión soviética a la ex Checoslovaquia y Radio Praga ha publicado una interesante serie de notas en las que se basa el siguiente artículo.

Alrededor de las 15 del 16 de enero de 1969, Jan Palach se prendió fuego en la Plaza Wenceslao de Praga, sufriendo quemaduras en el 80% de su cuerpo que le provocaron la muerte ese mismo día. Había nacido en 1948 en la ciudad de Vsetaty, unos 30 kilómetros al norte de la capital de la por entonces Checoslovaquia, donde su padre fue pastelero y luego obrero en una panadería industrial hasta que falleció en 1962.

Por su parte, Palach se graduó en la Escuela Superior de Economía de Praga y en el otoño de 1968 ingresó con una beca social a la Facultad de Letras de la Universidad Carolina de dicha ciudad en la que realizó cursos de Historia y Economía Política.

Técnicamente ya había culminado la denominada “Primavera de Praga” –aunque sus efectos perdurarían bastante tiempo más-, cuando el 21 de agosto de aquel año las tropas soviéticas junto a las polacas, húngaras, búlgaras y de la República Democrática de Alemania (RDA) invadieron Checoslovaquia para detener la liberación política que estaba atravesando ése país.

Las fuerzas invasoras se retiraron pocas semanas después excepto por los soviéticos, quiénes se quedaron a pesar de la resistencia de los checos y eslovacos que promovieron constantes y masivas protestas callejeras encabezadas por jóvenes universitarios.

Iban cinco meses de esa asfixiante y sangrienta ocupación cuando Palach se inmoló en la principal plaza de Praga aunque antes de morir en el quirófano aclaró que él no era un suicida.

Tras su muerte se conoció que previo a prenderse fuego, el joven había enviado una carta a varias instituciones explicando los motivos de su accionar, los cuales se basaron en que él consideraba que su país se encontraba “al borde de la desesperanza” y había que protestar para “despertar al pueblo”.

“Nuestro grupo está integrado por voluntarios que están determinados a autoinmolarse por nuestra causa. Yo tuve el honor de resultar sorteado como el número 1 y así he obtenido el derecho de escribir las primeras cartas y convertirme en la primera antorcha”, sostuvo Palach.

De acuerdo a su misiva, este grupo demandaba la “inmediata abolición de la censura” y “la prohibición de la divulgación del periódico Zprávy”, una publicación de los soviéticos que llamaba la ocupación de Checoslovaquia como una “ayuda fraterna”.

“De no cumplirse nuestras exigencias dentro de cinco días, arderán otras antorchas”, concluyó la carta de Palach firmada “Antorcha Nro.1”.

El 25 de enero de 1969 se llevó a cabo el funeral de Palach en la sede de la Universidad Carolina donde se reunió una multitud y el rector Oldrich Starý dio un discurso en el que describió el acto del joven estudiante como la “manifestación de un corazón puro, del amor supremo a la verdad, la libertad y la democracia”, y el “sacrificio máximo en aras de la nación”.


Jan Zajíc tenía 18 años,  residía en Vítkov, unos 270 kilómetros al oeste de Praga, y asistía a la Escuela Profesional de Transporte Ferroviario de la vecina ciudad de Šumperk, donde existía una guarnición soviética, lo que generaba un alto nivel de conflictividad social y político.

Como muchos otros jóvenes de su generación se sintió afectado por la muerte de Palach y una semana después del histórico funeral de aquel seguía sin poder dormir por las noches.

De acuerdo a una carta que le envió a un amigo suyo, Zajíc sentía “rabia” y los periódicos le daban “asco”, aunque la “inactividad” de la gente “indiferente y cobarde” le resultaba lo más insoportable ya que podía llegar a matar.

Este muchacho creía que debían “trabajar” por su causa ya que eran “millones” y “unidos” nadie iba a poder “resistir” su “ímpetu”; por ello, decidió convertirse en la Antorcha N° 2.

El 25 de febrero de 1969, después de haber asistido al funeral de Palach junto a sus compañeros de Šumperk y de haber participado de una huelga de hambre de estudiantes frente al  Museo Nacional, Zajíc se prendió fuego en la Plaza Wenceslao.(1)

Ese día, el joven preparó su inmolación en el patio de la casa 39, a pesar de que sus compañeros y profesores habían intentado previamente disuadirlo.

Zajíc murió en el acto y también dejó una carta dirigida a los ciudadanos checoslovacos en la que explicó que “pese” a la muerte de Palach la vida había regresado a “los viejos cauces”, él tomó la decisión “despertar su conciencia” como la segunda antorcha humana.

"No lo hago para que alguien me llore o para hacerme famoso o quizás por haberme vuelto loco. Me he decidido a hacer este acto para que Uds. se animen finalmente y se nieguen a dejarse arrastrar por un puñado de dictadores”, escribió.

Para Zajíc, aquellos que se sintieran impactados por su acto y no deseasen más víctimas debían convocar huelgas y luchar: “Quien no lucha no gana.”

“No me refiero sólo a la lucha armada ¡Que mi antorcha encienda sus corazones e ilumine su razón! ¡Que mi antorcha alumbre el camino a la Checoslovaquia libre!”, sostuvo el joven, quien había manifestado su deseo de ser sepultado en Praga, aunque las autoridades presionaron y finalmente se llevó a cabo en Vítkov, donde el 2 de marzo de 1969 asistieron ocho mil personas de todo el país.

También hubo tanques soviéticos frente a la capilla ardiente ubicada en el vestíbulo del colegio de Vitkov y a pesar de que no se produjeron incidentes, los invasores establecieron un nuevo régimen que dominaría Checoslovaquia durante veinte años más, hasta ser derrocado por la “Revolución de Terciopelo”.


(1) En la Plaza Wenceslao, a metros de la estatua del rey homónimo, se pueden observar en la actualidad las dos plaquetas colocadas en memoria de Palach y Zajíc.

AA
Agosto 2018.