V

Sergio caminaba de un lado al otro de la cubierta principal mientras a la distancia, y de reojo, observaba como Enrique regañaba a Francisco. Luego vio que el coronel se dirigió a los camarotes y el piloto descendió de la cabina de mando del barco por las escalerillas y caminó a su encuentro.
- ¿Qué le está pasando a Agustín? ¿Tus amigos lo saben?
- Si lo saben no lo están compartiendo conmigo- respondió el piloto mientras caminaban a la par por la cubierta.
- Quizás puedan compartir conmigo por qué despegamos en medio de la oscuridad y aterrizamos en pleno día.
Francis detuvo su marcha, miró fijamente a Sergio, luego se volteó ligeramente para cerciorarse de que ningún otro tripulante los siguiera y le respondió en voz baja:
- No sé lo que le está pasando a tu amigo. Pero tenés que confiar en mí cuando te digo que estoy tratando de ayudarte.
- Si me querés ayudar, dame tu teléfono. Déjame llamar a mi gente.
- Si me das esa arma, te doy el teléfono.
Sergio lo pensó por sólo unos segundos y casi inmediatamente intercambiaron de artefactos.
- Sé rápido y no tratés de llamar a Rosario, porque sólo se comunica de punto a punto.
Sergio se alejó unos pasos de Francisco y llamó al otro teléfono. Javier atendió.
- ¿Hola?
- ¿Javi? Soy Serg. Estoy en el carguero.
- ¿Estás bien? ¿Dónde carajo estuviste?
- Algo pasó durante el viaje y ahora Agustín está enfermo.
- Esperá, esperá, esperá- le dijo Javi, y puso el teléfono en altavoz para que Daniel escuchara lo que estaba a punto de decirle.
- En el helicóptero algo le pasó a Agus. Parece que ahora no me reconoce ni sabe dónde está.
Al escucharlo, Daniel se tomó la cabeza y Javier le preguntó si se trataba de los “efectos secundarios” a los que se había referido.
- Tu amigo Agustín ¿estuvo recientemente expuesto a altos niveles de radiación o electromagnetismo?
Javi y Julieta se miraron sin entender lo que preguntaba el científico. “No sabemos por qué, pero al viajar desde y hacia la isla algunas personas resultan confundidas”, les explicó.
- ¿Es amnesia?- preguntó Julieta
- No, no es amnesia.

¡Ey, ey, ey!”, le gritó Agustín al paciente que luego de hablarle quedó como inconsciente pero con los ojos bien abiertos. “¿Estás bien? ¿Podés escucharme? Hola”, continuó y en ese momento el paciente reaccionó: “Estaba dando vuelta al mundo.” Segundos después el médico entró a la enfermería.
- ¿Ves Ricky? No estoy loco-le dijo el paciente -Le está pasando a él también. Y te va a pasar a vos. Les va a pasar a todos, una vez que vayamos de nuevo a la isla.
El médico tomó una jeringa, le colocó la aguja y la cargó con una medicina. Luego se acercó al paciente, mientras Agustín permanecía parado justo frente a él, sin entender.
- ¿Podría hacerse a un lado, por favor?- le pidió el facultativo.
Agus se corrió, al tiempo que el paciente comenzó a inquietarse.
- Ricky, no, no, no, por favor.
- Necesito que te relajes un minuto.
- ¡No, Ricky! No podés detenerlo ¡Nada puede detenerlo!- exclamó el enfermo cuando el médico lo inyectaba.
Unos instantes después de recibir la medicina, el paciente se calmó y empezó a cerrar sus ojos.
- ¿Y cómo se siente?- preguntó el médico a Agustín.
- ¡¿Qué carajo está pasando acá?!
- Entiendo que esté desorientado.
- ¡No vas a pincharme con eso!
- Está bien, no voy a pincharte con dada- dijo Ricky al advertir que Agus estaba cada vez más alterado -Sólo quiero revisarte los ojos- añadió y sacó una pequeña interna del bolsillo de su ambo.
- ¿Por qué?
- Para poder ayudarte.
Agus se calmó y caminó los pocos pasos que lo separaban del médico, que le preguntó como se llamaba. “Agustín”, respondió éste. Ricky apuntó a los ojos de su nuevo paciente y le preguntó: “Agustín, ¿por qué no me contás lo último que te acordás?”.