El crimen del militante VIII

El lunes 27 de agosto declaró como testigo María Wenceslada Villaba, una militante del PO que estaba junto a su compañera Elsa Rodríguez cuando la balearon a ésta y también vio a Ferreyra cuando agonizaba.

La mujer contó que ella caminaba junto a Rodríguez por una calle lindera a las vías del tren en Barracas de donde habían decidido retirarse tras los primeros incidentes en los que, según la testigo, su compañera ya había recibido una pedrada en el brazo.

“Iba con Elsa volviendo para el local, no íbamos ordenados, no miré para atrás ni Elsa tampoco. Se sentía griterío, lío, íbamos conversando por la vereda, en la esquinita había agua y barro, yo salto y sigo derecho pero Elsa no, hice tres pasos y escuché ´se resbaló Elsa´, la vi caer, me vuelvo para atrás y le digo:´Che te pegaron en la mano, no es para que te desmayes´, pensando que se había resbalado”, relató Villalba.[1]

Y agregó: “No me da la mano cuando le di la mía, la miro a los ojos y estaban cerrados, la agarro de la pera para darle una bofetada y le veo en el costado de la frente que le cuelga, un agujero hondo en la sien. La dejé despacito, era una bala, y grité: ´escóndanse que nos quieren matar´”.[2]

La testigo contó que en ese momento dejó a su compañera en el piso y comenzó a correr y pedir auxilio para que alguien llamara a una ambulancia. “Corría y gritaba, seguí corriendo y en la esquina todos gritaban, ahí les dije mataron a Elsa de un tiro en la cabeza y que quería un celular. Ahí miré para el costado y vi a Mariano, tirado contra una pared y ya no me acordé de más nada, ni de los números para llamar”, relató.[3]

Con lágrimas en los ojos, Villaba señaló que se acercó hasta Mariano. “Lo revisé, le subí la remera y le encontré un hueco como el de Elsa”, describió.[4]

“(El joven baleado) Tenía una pierna arrollada, otra estaba estirada, se había hecho pis, traté de bajarle la cabeza, pero él no hablaba, tenía los ojos abiertos, grandes, pero él no tenía fuerza. Alguien me dijo `no lo toques`, le dije que quería sacarle la mochila y acostarlo, lo acostamos y yo le decía que ya habíamos pedido ayuda y venía la ambulancia. Le mentí, porque realmente no sabía”, añadió la testigo, cuya declaración debió ser interrumpida porque no podía parar de llorar al recordar los hechos.[5]

Mientras que en la jornada del martes 28 de agosto, el sargento José Alberto Ortigoza contó que había al operativo de seguridad donde se desarrollaba la marcha de los manifestantes del PO ido vestido de civil y que debía informarle al subcomisario Rolando Garay, de la seccional 30ra. -en referencia a uno de los policías imputados-, qué decisiones iban tomando los que protestaban. El testigo también dijo que conocía a Belliboni como referente del PO ya que lo había tratado en otras protestas.

Ortigoza explicó que primero vio que los manifestantes hicieron una asamblea y luego decidieron retirarse del lugar. “Veo gente que venía corriendo desde el lado de las vías (…). Iban en persecución detrás de los manifestantes (...) caían piedras grandes”, relató el testigo.[6]

El sargento contó que en ese momento observó a los periodistas de C5N que estaban en el lugar y les gritó que se corrieran y pusieran a resguardo. También dijo que cerca de él había otros policías de la División Roca vestidos de civil a los que los agresores se les abalanzaban al grito de “¡estos están con ellos, vamos a darles!”,[7] aunque uno de los efectivos los convenció de que eran policías.

A su turno, el suboficial escribiente Luis Humberto Coronel ofreció un testimonio en el que fue cambiando su descripción de los hechos, por ejemplo, cuando se refirió a quiénes tiraban piedras, en qué dirección iban y a qué distancia estaba él. “Diez, veinte metros, pongamos veinte, bueno, lo que usted quiera”, le contestó al juez Díaz.[8]

Este testigo dijo que en realidad no vio si un grupo alcanzó al otro, por lo que el juez Barroetaveña le indicó: “Es que dice cosas distintas según quién le pregunta”.[9]

Coronel si afirmó que él no tenía instrucciones para buscar una negociación y evitar los hechos de violencia, y que el grupo agresor desbordó. Y agregó que luego de enterarse de que había personas baleadas no recibió órdenes de rastrear las armas.

Por último, el inspector Sergio Domínguez explicó que no pudieron impedir el paso de los agresores y que la orden que recibió fue cuidar de que a ellos mismos no les pasara nada.