Cuando pudo sostenerse y volver a hacer pie, Agustín estaba nuevamente en el carguero, junto a Sergio, quien lo ayudó a pararse derecho.
- ¿Estás bien?- preguntó el provinciano, mientras que nuestro viajero recién llegado permaneció unos instantes mirándose a un espejo donde se reflejaba una imagen muy distinta a la que él tenía 1996.
- Ahora te ves mucho más viejo, ¿no?- inquirió Jorge desde la cama, donde seguía atado a la misma - Bienvenido, Agustín.
- Necesito llamar a Victoria.
- Me parece que en este momento llamar a tu novia no es nuestra prioridad- respondió Sergio.
- Escuchame hermano, no te conozco, pero vos parece que sí, entonces si somos amigos, necesito que me ayudés. Necesito llamar a Victoria ahora.
- Ustedes se están adelantando demasiado. Hace dos días, alguien saboteó todo el equipo- intervino Jorge -Perdimos toda comunicación con tierra firme. Probablemente, podría haberlo arreglado, pero entonces… me volví loco.
- ¿Dónde está el cuarto de radio?
- Es una cubierta arriba. Los llevaré hasta ahí- propuso el paciente, por lo que Sergio y Agustín lo desataron.
-¿Pero cómo salimos de acá?
-Por la puerta- respondió Jorge a Sergio, quien se volteó hacia el ingreso y vio que estaba abierto -Parecen que ustedes tiene a un amigo en este barco.
El provinciano se dirigió hasta la puerta y miró hacia el pasillo para asegurarse que nadie estaba por allí, mientras que Agustín ayudó a Jorge a ponerse de pie y también le alcanzó un pañuelo de papel para que se limpiar la sangre que le emanaba de la nariz. “Está despejado. Vamos”, les indicó Serg. Pero nuestro viajero volvió a quedarse catatónico.