La tarde del domingo era un cuadro vivo. El sol brillaba con fuerza y el cielo estaba totalmente despejado. No había mucho viento, también, por lo que la jornada se prestaba de manera ideal para jugar al fútbol ante Los Tigres y en El teniente. Cerca de las 15, cuando los jugadores albinaranajas estaban llegando al estadio se enteraron por radio que la sonda más avanzada había llegado al refugio y que un operario había retirado la perforadora que tenía adherida un trozo de papel y una carta. Además, el rescatista había escuchado gritos.
Si la ansiedad atravesó los cuerpos entrenados de los futbolistas, incluso el de Franklin, en el campamento la histeria fue decididamente colectiva, pero unos tenían que afrontar el partido y los otros aguardan la versión oficial sobre lo descubierto, por lo que no podían dejarse asaltar por la emoción.
Pero a los 10 minutos de confirmada esa noticia, la radio informó: “El Presidente se reunió con los familiares y ahora realizaría una conferencia de prensa en compañía del ministro del Interior y del ministro de Minería”.
Franklin, ya sentado en el vestuario junto a sus compañeros, no había alcanzado a vendarse un tobillo cuando desde el radiotransmisor portátil del utilero se escuchó la confirmación de boca del presidente: “Esto salió de lo más profundo de nuestra mina y nos dice que los mineros están esperando volver a ver la luz del sol y abrazar a los familiares”.
En ese momento, el locutor precisó que en las imágenes de televisión se veía en ese preciso momento al mandatario sostener un trozo de papel escrito en rojo que decía: “Estamos bien en el refugio, los 33”. Eran las 15.17.
Los jugadores explotaron de júbilo, como si ya hubieran ganado el torneo, y eso que todavía faltaba casi una hora para que la pelota empezara a rodar. Mientras tanto, en las calles del país la gente salió a festejar la noticia, cantó el himno, hizo sonar las bocinas de sus autos y se reunión en las plazas, donde hicieron flamear la bandera patria.
Minutos después, el plantel se reorganizó y comenzó la entrada en calor, al tiempo que los funcionarios informaban que ya habían bajado una cámara de video al refugio para tener contacto visual con los mineros y que luego comenzarían con el rescate final, que demoraría entre tres y cuatro meses.
“Ya está. Lo peor ya pasó. Ahora hay que ganar el partido”, le decía el entrenador a sus dirigidos que salieron a la cancha revitalizados por el milagro de los mineros y de entrada se pusieron 1-0.
A los 37 minutos de juego, pero a cientos de kilómetros de allí, el Presidente entregaba a Liliana la carta de su marido que había sido extraída del refugio. “Estoy bien, gracias a Dios. Espero salir pronto, paciencia y fe. Dios es grande y con la ayuda de mi Dios vamos a lograr salir con vida de esta mina, aunque tengamos que esperar meses para la comunicación”, señaló la misiva.
Los festejos de los albinaranjas por el triunfo final se mezcló con el de todos los habitantes del país que durante toda la tarde y hasta muy entrada la noche siguieron pegados a sus televisores viendo cómo la sonda había bajado la cámara de video y los mineros se mostraban enteros y en buen estado de salud y anímico.