Allí, los imputados fueron alojados en cinco celdas de a dos y no mantuvieron contacto directo con el resto de los detenidos del pabellón ya que comían en sus propios calabozos y utilizaban las duchas en horarios distintos a los demás presos que en los primeros días les gritaban insultos y amenazas a la distancia.
Hasta esa vieja cárcel, en la que habían estado detenidos notorios homicidas de la historia criminal del país –muchos de los cuales habían sido defendidos en su momento por los abogados Barrera y Alvarez, quienes en los últimos años habían dejado a los acusados para ser parte querellante en las causas penales más resonantes- se dirigieron tres veces por semana los padres de los rugbiers en el marco de un régimen de visitas especial que también difería del de los otros presos.
Según el informe que los peritos informáticos de la Policía Federal entregaron a la fiscal Zambrano, los imputados formaban parte de un grupo de Whatsapp llamado “La Ovalada” y en el que además de ellos había un integrante más identificado únicamente a través de su apodo “Salvi”, lo que resultaba una novedad para los investigadores que procuraban determinar si este joven también había tenido participación en el crimen.
-Estoy yendo para la casa ¡Vengan! -dijo Lautaro en un audio del grupo a las 4.46.
-¿Dónde están? -preguntó Martín en un texto a las 4.53.
-La ubicación manda afuera del boliche -respondió César segundos después.
-¿Dónde es eso?-repreguntó Martín.
-Se los llevó el GAD -indicó César.
-¿Qué? -insistió Martín.
-Estoy buscando a César. Me dice ´vení al mercado que pasamos siempre´, estoy en el mercado a la vuelta del hotel y no está… -señaló Lautaro en un audio de las 4.55.
-Estoy en el supermercado, pero un poco más adelante -explicó César casi automáticamente.
-Martín, Ariel y yo estamos en la casa. ¿Los demás? -intervino Alexis a las 4.56.
-Ahora estoy cerca de donde está el pibe. Están todos a los gritos y llegó la Policía y la ambulancia. Parece que caducó -señaló Lautaro en un audio.
-Estamos yendo para la casa -dijo César a las 4.57.
A las 5.48, Lautaro compartió una foto en el grupo mientras estaba comiendo junto a Martín en un local de comidas rápidas del centro de la villa.
-The Police -escribió Martín a las 5.49.
-¿A qué hora cierra? -preguntó César a las 5.54.
-No cierra -respondió Lautaro.
-Vengan para la casa -sostuvo Bruno a las 5.59.
-Chicos, no se cuenta nada de esto a nadie -indicó César en un nuevo audio de las 6.06.
-Amigos, dejen de hablar -sugirió Marcos prácticamente al instante.
-Los otros chicos ya me están preguntando si nos peleamos -añadió.
-Son re loros. Paren -concluyó a las 6.07.
-La Policía está afuera de la casa -escribió César a las 10.38.
-Sí, todo mal -señaló Bruno a las 10.39.
-Salgamos -finalizó César instantes más tarde.
La difusión pública de estos mensajes fue un nuevo golpe que agitó el caso en la opinión pública que, con suma atención, siguió a través de los medios el debut de las visitas de los padres de los rugbiers a la cárcel, en cuya entrada principal los periodistas montaron guardia durante horas aunque sólo lograron obtener el testimonio de Augusto, el papá de Martín, el único de los familiares que se detuvo ante los micrófonos y cámaras para realizar declaraciones.
“No sé qué se les pasó por la cabeza, pero sí estoy seguro de que no son asesinos”, afirmó el hombre, quien llevaba colocados unos anteojos para el sol que ocultaban su mirada.
Para el padre de Martín se trató de “una tragedia lamentable” y aclaró que su hijo estaba “alcoholizado” al momento del hecho y que no recordaba la pelea, aunque esto no “justificaba” su accionar.
-¿Tiene miedo? –preguntó una periodista.
-Claro que sí. Tengo miedo de no verla nunca más en libertad –respondió Augusto.
-¿Y qué le diría a los padres de la víctima?
-Intenté llamarlos varias veces pero no pude hablar con ellos. No sabría qué decirles. Si yo tengo este dolor, no me imagino el que sienten ellos.
El día 30 fue uno muy especial porque el cumplirse el primer mes del crimen, los padres de Francis encabezaron una multitudinaria marcha frente al Congreso Nacional, la cual se replicó en las principales ciudades de todo el país. También estuvo en la primera fila de manifestantes Juliana, la novia del joven asesinado, acompañada de familiares de otras víctimas de delitos violentos.
“¡Perpetua!”, exclamaban los más exaltados; mientras que otros simplemente marchaban en silencio con velas encendidas, pancartas, afiches y banderas con la imagen y/o el nombre de Francis.
“Todo se nos vino abajo. Él era nuestro sostén. Ahora mi casa está vacía. Lo estoy esperando pero sé que no va a volver. Sólo quiero justicia”, afirmó Gabriela, la madre de la víctima, su único hijo.
La mujer fue la primera en tomar el micrófono y subirse al escenario montado en el extremo norte de la plaza frente al parlamento, cuyos alrededores estuvieron cerrados al tránsito durante horas debido a la gran cantidad de personas que se acercaron hasta allí.
“Francis era un chico decente, decente, con proyectos, y lo mataron a traición. No le dieron ni siquiera la oportunidad de defenderse”, afirmó la mujer, entre lágrimas, y sostenida de la mano por su esposo y padre de la víctima, Silvio.
Junto al matrimonio estuvo uno de los diáconos del colegio al que había asistido el joven asesinado, a quien describió como un chico “simple, sencillo, que iba de frente y actuaba desde el amor”.
Por su parte, Julieta pidió a la gente que “tenga memoria y conciencia de los que pasó” para que un hecho así no se volviese a repetir.
En tanto, Silvio se encontraba tan quebrado emocionalmente que no pudo hablar ante el público y sólo agradeció el apoyo de todos los presentes.
Las imágenes de las masivas marchas por Francis aún se repetían en los sitios web de noticias y las redes sociales cuando un día después de aquellas movilizaciones la fiscal Zambrano solicitó a la Justicia de Garantías el procesamiento con prisión preventiva de todos los acusados, excepto de Johnny y Alexis, quienes recuperaron inmediatamente la libertad desde la unidad penitenciaria y regresaron en un hermetismo absoluto a su ciudad.
En su requerimiento, la doctora valoró como pruebas de carga los testimonios, las imágenes de video, los reconocimientos en rueda y el análisis de las comunicaciones; avaló la actuación policial y consideró que los imputados acordaron un “pacto de silencio” apenas ocurrido el crimen y que hasta la actualidad lo seguían manteniendo.