VII

Una reina y un zapatero a la sombra, pero el instigador libre
“La Reina” trabajaba en agosto de 1997 como una de las secretarias de Soto. Cuando, cuatro años después, la Justicia condenó al “Tortuga”, fue sindicada como la “entregadora” del crimen y ordenó que se sometiera a proceso.
El dato lo había aportado el condenado, que, al confesar, había nombrado a una tal “Susana”, quien resultó ser “La Reina”, a quien le imputaban los mismos delitos de “homicidio triplemente agravado por alevosía, concurso premeditado de personas y con promesa remuneratoria”.
Los pesquisas policiales y judiciales sospechaban que esta mujer se había convertido en la amante de Mariños por orden del “Cholo” para que así pudiera ganar su confianza y entregarlo a los asesinos.
Así fue que tras dos años de rastreos de llamados telefónicos, personal de la Dirección de Investigaciones de Delitos Complejos de la policía bonaerense apresó a fines de noviembre de 2005 a la sospechosa, en la esquina de avenida Corrientes y Esmeralda, en pleno centro de la Capital Federal.
Pero el juicio había arrojado otro nombre de otro sospechoso prófugo: un hombre de nacionalidad ruso al que le decía “El Zapatero”. Éste, junto al “Tortuga” era sindicado como otro de los autores materiales del crimen. Este sospechoso ya había estado detenido por el caso pero, al igual que “El Polaco”, luego fue excarcelado.
Su defensa había planteado como coartada un expediente judicial en el que el ruso figuraba como testigo de un robo ocurrido en la ciudad neuquina de San Martín de los Andes el mismo día del crimen de Mariños.
Sin embargo, a principios de 2006, el fiscal de San Martín de los Andes que tenía a su cargo ese expediente fue acusado de falsificarlo, por lo que se ordenó una nueva captura de “El Zapatero”.
Las escuchas telefónicas lo ubicaron en la localidad de San Isidro. A fines de abril, los detectives consiguieron el dato de que iba a pasar una noche en una determinada vivienda y que al día siguiente iba a partir hacia un destino desconocido.
Así fue que los efectivos de la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de La Plata, montaron una vigilancia encubierta en el frente de la casa y, cuando a las 11 el sospechoso salió del inmueble, apresaron al ruso, quien corrió un par de cuadras intentando escapar aunque no lo logró.
Tras la detención, los investigadores establecieron que el ciudadano ruso apresado había trabajado como guardaespaldas del propio Mariños y que poseía un frondoso prontuario, sobre todo en hechos vinculados a la modalidad piratas del asfalto. Tras esa captura, el ruso fue llevado a juicio y condenado junto a Susana. El círculo íntimo de Mariños estaba casi encarcelado por completo, sólo faltaba Soto, quien aún permanece prófugo, quizás oculto entre las sombras del peligroso mundo bailantero.

AA
Junio 2006.