Un conflicto de nunca acabar VIII

La flota británica se encontraba el 24 de abril a tan sólo 54 millas náuticas de las islas Georgias del Sur. Por entonces, el gobierno argentino daba sus últimos manotazos de ahogado para encontrar una solución pacífica al conflicto.

Al día siguiente, los cañones británicos abrieron fuego contra el submarino argentino Santa Fe, anclado en el puerto de la estación ballenera de Grytviken, en las Georgias, y la nave fue severamente dañada. De acuerdo con los comunicados del 27 al 32 de la Junta Militar, el otrora capitán de fragata Alfredo Astíz – actualmente condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad cometidos durante la Dictadura- se vio obligado a ordenar un repliegue a Puerto Leigh para seguir combatiendo. Dos horas después de iniciado el ataque británico, ordenó plantar la bandera blanca y procedió a rendir la plaza casi sin oponer resistencia.

El 26 de abril se llevó a cabo le sesión por el TIAR. La estrategia de Costa Méndez era que los países signatarios apoyaran a Argentina inmediatamente para presionar a EE.UU. pero sin que estorbara su gestión. Pero América Latina fue más cautelosa a la hora de brindar su apoyo. Tal fue el caso de Brasil, Colombia y Chile. Todos sucumbieron ante las presiones de Washington, en especial los chilenos, que tenían el conflicto del canal de Beagle fresco en la mente.

El borrador de la resolución indicaba cumplir con tres requisitos:
- Reconocimiento de la soberanía argentina sobre las islas Malvinas. La OEA no lo había hecho nunca antes.
- Condena a la actitud británica.
- Exhortación a que la solución al diferendo fuese alcanzada por la vía de la negociación.

Haig estuvo presente en la OEA y, empecinado en lograr algún avance en su misión negociadora, le presentó a Costa Méndez una nueva propuesta. La idea del norteamericano había mejorado las expectativas de los argentinos pero no eran suficientes.

Para la Cancillería, el segundo texto de Haig implicaba que no iba a retornar el gobierno británico sobre las islas, que se aceptaba la negociación en términos de la ONU y el concepto de descolonización. Además de los deseos de los isleños, se hablaba de la “integridad territorial” y se obtenía el firme compromiso de EE.UU. en apoyar la negociación y garantizar los intereses de las partes.

Sin embargo, la derrota en las Georgias había calado hondo en el espíritu de los militares argentinos que querían seguir con la guerra para realzar la imagen de las FF.AA. con una victoria en ese campo. Por lo tanto, la propuesta de Haig fue rechazada.

Mientras tanto, en la madrugada del 28 de abril, el Órgano de Consulta aprobó el proyecto de resolución por 17 votos y cuatro abstenciones -las de Colombia, Trinidad y Tobago, Chile y Estados Unidos-. En dicha resolución, los cancilleres americanos establecieron “que se deben tener en cuenta los derechos de soberanía de la República Argentina sobre las islas Malvinas, tal como están expresadas en importantes resoluciones emanadas de distintos foros internacionales, entre ellas la declaración del Comité Jurídico Interamericano expresada el 16 de enero de 1976”.(8)

Además, el Órgano de Consulta indicó que la resolución 502 del Consejo de Seguridad de la ONU debía ser cumplida en todos sus aspectos.

Mientras tanto, la guerra ya estaba dando sus primeros pasos firmes y ya no había marcha atrás. Ese mismo 28, Tatcher anunció en Londres la ampliación de la zona de exclusión a 321 kilómetros alrededor de las islas hasta convertirla en absoluta y sumándole un bloqueo aéreo al naval previamente establecido.

Por otro lado, en los EE.UU. crecía la presión política hacia Reagan para que adoptara la posición de Inglaterra. El 29 de abril por la mañana, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano se reunió y por una aprobación abrumadora, de 79 votos contra uno, instó a Argentina a que retirara sus tropas de las islas. 


(8) Malvinas: La trama secreta, por O. Cardoso, R. Kirschbaun y E. Van Der Kooy, Junio de 1983.