El entrenador de River, Leonardo Asorda, fue quien desde un principio dejó en claro cuál era la postura de su equipo ante el inminente choque con Boca. Sin rodeos y de manera contundente, el técnico expresó que el objetivo era ganar la copa pero también el torneo local.
“Hoy no firmo perder el campeonato local a cambio de ganar la Libertadores como no lo hubiera firmado cuando me hice cargo del equipo. Siempre tuve mucha confianza en el plantel y sabía que podíamos pelear las dos cosas como lo estamos haciendo", expresó luego de la práctica del viernes 29.
Astrada sabía que si bien River llegaba en un mejor nivel futbolístico, Boca venía de ganar todo con Bianchi y eso era para respetar, aunque el propio entrenador xeneize había dicho en los días previos que su equipo llegaba de punto a los partidos por las semifinales.
El presidente de River, José María Aguilar, era consciente de que su plantel estaba frente a una oportunidad única. Contaban con las chances de ganar ambas cosas y así superar los logros del Boca de Bianchi versión 2003 que había obtenido la triple corona pero no el torneo local y la copa en el mismo semestre.
Aguilar no podía ocultar su ánimo cargado de ansiedad, nervios y tensión, propio de cuando se está frente a un momento histórico. "Estamos a ocho partidos de ser un gran emperador de Roma o de ser el último de los mohicanos”, dijo.
En la mente de los hinchas millonarios estaba la imagen de uno de los ciclos más exitosos de la historia del club: el de Ramón Díaz. El riojano había ganado en 1997 el Apertura y la Supercopa en cuestión de días. Desde entonces, ningún equipo había logrado repetir semejante hazaña. Ni siquiera el Boca de Bianchi.
River estaba motivado porque en la recta final del torneo Clausura estaba puntero con 36 unidades mientras que Boca lo escoltaba a dos unidades. No era mucha la diferencia pero a tres fechas del final podía ser determinante.
En el camino hacia aquella potencial consagración, River debía enfrentar a Lanús en el Monumental, a Talleres en Córdoba y a Atlético Rafaela en Núñez. Boca, en tanto, debía visitar a Olimpo en Bahía Blanca, luego recibir a Colón y en la última fecha enfrentar de visitante a San Lorenzo.
El equipo de Bianchi necesitaba ganar los tres partidos y esperar que el de Astrada perdiera al menos uno para soñar con el bicampeonato. Algo que antes de los supeclásicos coperos era fácil de imaginar pero casi imposible de conseguir.