III

La liberación
Minutos antes de las 22 del anteúltimo sábado de agosto de 2004, tras 10 días de cautiverio, “El gallego” Gabriel fue liberado sano y salvo en la localidad de Louis Guillén, partido bonaerense de Esteban Echeverría.
Sus captores lo soltaron cerca de una villa algo golpeado, nervioso y aturdido. La víctima entonces se acercó a una casa del barrio –la eligió por ser la más linda de la cuadra- y tocó el timbre parea pedir ayuda.
Patricia, la propietaria de la vivienda, había pedido minutos antes un remís para ir con su hija al cumpleaños de un amigo en Lanús cuando sonó el timbre. Ella se estaba peinando en el baño y la que respondió fue su hija, de 8 años, que le dijo que había un hombre en la puerta que decía que era por un asunto importante.
Patricia se asomó a la puerta y vio a Gabriel, a quien no reconoció. La víctima dijo ser el chico secuestrado y la mujer le prestó el teléfono para que se comunicara con la familia.
La mujer luego lo dejo ingresar a su casa. Gabriel se sentó frente al hogar porque tenía mucho frío y se puso a llorar en los brazos de Patricia mientras unos 16 minutos después, una decena de patrulleros llegó hasta al lugar para asistirlo.
Los investigadores sostuvieron que la víctima había estado cautiva dentro de una precaria casilla de una villa de la zona y liberada aparentemente porque sus secuestradores se vieron cercados por la policía, lo que generó desinteligencias y temores en el seno de la banda de delincuentes.
Sin embargo, el feliz desenlace llegó gracias a que los familiares de Gabriel habían pagado una hora antes de la liberación 150.000 pesos de rescate, aunque lo negaron públicamente.
El pago se había acordado el mismo sábado a la tarde cuando los delincuentes ordenaron que uno de los hermanos de Gabriel pusiera el dinero dentro un bolso y se dirigiera a la estación Sáenz del ex ferrocarril Belgrano Sur.
Allí, el hombre abordó una formación en dirección a la localidad de Aldo Bonzi y los secuestradores le dijeron que estuviera atento a cualquier llamada a su teléfono celular y que lo estaban vigilando para cerciorarse de que no lo estuviera acompañando la policía.
Finalmente llamada al celular llegó. Antes de arribar a la estación Tapiales sonó el teléfono y los secuestradores ordenaron al hermano de Gabriel que prestara atención a una señal, al costado de las vías, y que cuando la viera arrojara el bolso con el dinero por la ventanilla. El hombre lo hizo y su hermano fue libreado aproximadamente 45 minutos después.
Después de ocurrida la liberación de la víctima, los investigadores del caso comenzaron esa misma noche a buscar intensamente a los secuestradores con operativos de rastrillaje en distintas zonas del Gran Buenos Aires.
Los pesquisas aseguraban que la mayoría de los miembros de la banda estaban identificados y que entre sus miembros había delincuentes con antecedentes por varios secuestros.
Eran alrededor de las 23 cuando Gabriel llegó a la casa de sus padres en Lanús. Allí lo esperaban sus familiares y una nutrida guardia periodística.
En la puerta de la vivienda, justo antes de ingresar, Gabriel enfrentó a los medios y dio algunos detalles de su cautiverio: “Me trataron bien y me dieron de comer. Estuve atado de pies y manos en una cama dentro de una casilla”.
El hijo del empresario del cuero de Lanús también contó que los secuestradores lo dejaron mirar televisión y así pudo ver la marcha que el martes anterior a su liberación sus familiares, amigos y vecinos habían realizado.
“Eso me dio la fuerza para seguir adelante”, sostuvo Gabriel y agregó, respecto del momento en que lo soltaron que los secuestradores lo llevaron en el piso de un auto o de una camioneta y finalmente le gritaron: “bajate y corré”.
Luego, visiblemente exhausto y deteriorado físicamente, Gabriel ingresó a la vivienda para reunirse con su familia pero antes envió un claro mensaje: “Voy a estar en la marcha para nadie más viva lo mismo que tuve que vivir yo en estos días que estuve secuestrado”.
La intención estaba clara. Él, como víctima, quería hacer algo para acabar con los secuestros que desde hacía varios años venían castigando a los ciudadanos de la provincia de Buenos Aires.
Tres días después, el ingeniero padre del chico secuestrado y asesinado en Moreno, que se había convertido en un referente de las movilizaciones por mayor seguridad, organizó una nueva marcha, y “El gallego” estuvo presente.