El entrenador argentino, Marcelo Bielsa, formó al equipo de la siguiente manera: Cavallero; Samuel, Pocchetino y Placente; Zanetti, Simeone y Sorín; Verón; Ortega, Batistuta y González.
Por su parte, Inglaterra salió a la cancha con estos once: Seaman, Mils, Ferdinand, Campbell y Cole; Beckham, Scholes, Butt y Hargreaves; Owen y Heskey.
El partido se disputó en el estadio Dome, de Sapporo, Japón, muy moderno y que costó 300 millones de dólares construir. Las tribunas estaban repletas con una clara mayoría de ingleses, que ensordecían con el grito de “¡England, England!”.
En sus alrededores, ante esta gran afluencia de público –se estimaron unos 7.500 hooligans-, hubo 9.000 policías para evitar disturbios y enfrentamientos entre ingleses y argentinos. Se trató del mayor operativo de seguridad en la historia de los mundiales, inclusive mayor que los llevados a cabo en Francia 98´.
El desarrollo del juego fue parejo pero Inglaterra se defendió mejor y creó peligro con contraataques punzantes vía Owen. Y a los 43 minutos, de una falta de Pocchetino a ese delantero, llegó el penal que justamente Beckham transformó en el 1 a 0, que a la postre sería el resultado final.
La derrota fue un balde de agua fría para las expectativas argentinas. A la mañana siguiente del partido Clarín tituló: “¿Por qué a nosotros?”, mientras que La Nación escribió en la tapa: “Golpe a la ilusión”, y luego admitió que el equipo nacional había perdido “merecidamente” ante un rival “superior en actitud y físicamente”.
En cambio, en Inglaterra todo fue alegría. En las islas se habían acumulado cuatro años de angustias tras la eliminación en Francia 98, por lo que este triunfo fue una revancha para ellos. The Sun tituló: “¡Lo hicimos!” y luego comentó: “Beckham tuvo su revancha. El penal del capitán selló el sensacional triunfo sobre Argentina”.