Así pasaron varias pruebas hasta que después de ayudar a empujar el último de los autos, Freeman, con un vestuario casi idéntico al que utilizó en “Millon dollar baby” y en un aparente rol de vendedor de la agencia, me preguntó qué auto me quería comprar yo. Luego de analizar velozmente mis finanzas, le dije que me llevaba un Ford Escort gris okm, por lo que él se encargó de sacarlo del depósito y estacionarlo en la rampa para que yo mismo lo probara. Y así fue. Me subí al auto, solo y abandoné la concesionaria.
Poco después me encontré en un parador frente a la playa, tomando un café con otros compañeros del trabajo a los que no había visto en la agencia. Y uno de ellos me comentaba lo complicado que era el tránsito vehicular por la costanera de Mar del Plata. Pero yo sabía que no nos encontrábamos en La Feliz, por lo que no hice ninguna acotación al respecto. De ninguna manera iba a sentirme culpable por haberme comprado un auto nuevo.
Mientras los demás presentes charlaban sobre el parador, me retiré al baño al que se accedía por una escalera metálica hacia el primer piso que, en realidad, parecía un tercero, porque toda la construcción estaba elevada, sostenida en unos altos pilotes de madera. Y no sólo eso, al llegar a ese piso, la escalera bajaba por un desnivel hasta entrar al baño que consistía de piso y paredes revestidas con azulejos blancos, un lavamanos y en lugar de mingitorios o inodoros, había dos latas de pintura vacías para hacer allí dentro las necesidades. En ese momento recordé que ése parador quedaba en Villa Gesell y que había ido allí junto a Carla en el viaje que hicimos para mi cumpleaños número 30…
AA
Mayo 2011