Un conflicto de nunca acabar VII

El 12 de abril, Haig llegó al aeropuerto de Heathrow y fue a reunirse con Pym. La discusión entre ambos se centró en la alternativa de establecer un condominio angloargentino sobre las islas que no disgustó al inglés que prefirió que estuvieran los EE.UU en esa administración también.

La postura de Pym era inflexible en la cuestión de que Argentina acatara la resolución 502 del Consejo y el de respetar los deseos de los isleños. Pero antes de viajar a Norteamérica, Haig volvió a reunirse con Tatcher, pero no consiguió más que la promesa de que consideraría nuevas ideas.

Tres días después, Galtieri dialogó nuevamente con Reagan ya que estaba con muchas dudas con respecto al papel de Haig. Sin embargo, el norteamericano ratificó su confianza en el mediador y aseguró que los EE.UU seguirían siendo neutrales y objetivos. Así creció la confianza de los militares argentinos.

Mientras tanto, en Gran Bretaña, Tatcher luchaba contra el Parlamento y al final de la sesión del 15 de abril obtuvo un mayoritario apoyo y los cuatro partidos principales -Conservador, Laborista, Socialdemócratas y Liberal- aceptaron su propuesta de recuperar las islas “por vía diplomática pero con un fuerte respaldo militar”.

Por su parte, Haig volvió el viernes siguiente a Argentina para seguir negociando con Galtieri. Pero la oposición a sus propuestas, que se basaban en los mismos argumentos que la primera vez, fue más grande aún y, viendo el tono en el que se llevaba la conversación y a donde estaba llegando, decidió tirar todas las cartas sobre la mesa. Sostuvo que si las negociaciones se seguían demorando, la guerra era inevitable, y que si eso sucedía, los Estados Unidos respaldarían a Londres de acuerdo a los términos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

La noche del 19, Galtieri recibió a Haig en la Casa Rosada, en lo que sería el último encuentro entre ambos. Allí, el presidente argentino le entregó el borrador de un nuevo principio de acuerdo en el que la Junta Militar había hecho otras concesiones. Galtieri le explicó que ése era el piso, que el hilo no se estiraría más porque sino se cortaría. No habría más retrocesos.

El borrador indicaba que Argentina aceptaba:
- La Autoridad Especial Interina en los términos originales. Que había reclamado Londres.
- La restauración en las islas de una administración muy parecida a la tradicional, ampliada para incluir argentinos, pero con esa participación reducida de su aspiración inicial.
- Al hacer mención a las negociaciones para hallar una solución definitiva, según el capítulo XI de la Carta de las Naciones Unidas, se especificaba que la misma debería hacerse contemplando debidamente los intereses de derechos de los habitantes. Para balancear esta concesión, se mencionó el compromiso de respetar el principio de integridad territorial.
- Esta vez no hubo una cláusula compulsiva para que se realizara el traspaso de la soberanía.

Pero Haig dijo que este borrador no era suficiente y su misión naufragó.

En Gran Bretaña el clima era similar. Pym, era el único que seguía promoviendo la intervención norteamericana pero lo único que logró fue despertar la furia de los mandos militares y las sospechas de Tatcher. El Gabinete de Guerra, formado para la ocasión, se oponía a su idea porque esta sólo servía para retrasar los objetivos trazados. El primero de ellos, recuperar las islas Georgias del Sur.

La orden ya estaba dada y parte de la flota debía separarse y encaminarse hacia allí. El clima en toda Gran Bretaña era evidentemente belicista. Los diarios londinenses ya disparaban su munición de grueso calibre para poner fin a las negociaciones diplomáticas. El Express tituló “No a la rendición”, mientras que The Daily Star proclamó: “Concluyamos con la guerra diplomática". (6) 

Por su lado, Argentina ya pensaba en solicitar la aplicación del Tratado Interamericano de Ayuda Recíproca (TIAR) que en su artículo 3ro. señalaba: “Las Altas Partes Contratantes convienen en que un ataque armado de cualquier Estado contra un Estado Parte será considerado como un ataque contra todos los Estados Partes y, en consecuencia, cada una de ellas se compromete a ayudar a hacer frente al ataque, en ejercicio del derecho inmanente a la legítima defensa individual o colectiva que reconoce el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas”. (7)

El TIAR definía la agresión como “el uso de la fuerza armada contra la soberanía, la integridad territorial o la independencia política de otro Estado o cualquier otra forma compatible”, con las cartas de las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos (OEA).


(6) Malvinas: La trama secreta, por O.Cardoso, R.Kirschbaum y E. Van Der Kooy, Julio de 1983.
(7) Ibid 6.