Alfonso Severo, un trabajador ferroviario, debía declarar el jueves 4 de octubre como testigo en el juicio por el crimen de Ferreyra pero no se presentó ese día porque la noche anterior “desapareció”.
Severo, de 54 años y empleado de Ferrobaires en el barrio de Constitución, había declarado en la etapa de instrucción de la causa que un día antes del crimen “todo el personal” de la empresa “fue citado por Humberto Martínez”, el delegado de la Unión Ferroviaria, quien les dijo que tenían que ir la mañana siguiente a la estación de Avellaneda para “impedir el corte de vías” de los tercerizados. “El que no viene, que se olvide de todo”, recordó el testigo que les dijo el delegado en aquel entonces.[1]
El testigo dijo que él se negó a ir a la convocatoria y que por ello la noche del crimen fue atacada a tiros su casa de la localidad bonaerense de Gerli, partido de Avellaneda.
También había declarado que se guardaban armas en la sede de Ferrobaires en Constitución y en el Museo Ferroviario de Avellaneda, al tiempo que en los videos grabados en el lugar donde el día del crimen se produjeron los incidentes entre los manifestantes y los ferroviarios, reconoció a los agresores como miembros de dicha empresa y también de Unidad de Gestión Operativa Ferroviaria de Emergencia (UGOFE) del Roca.
De acuerdo a la familia del testigo, éste desapareció alrededor de las 22.30 del miércoles 3 de octubre, cuando salió de su casa a bordo de su Renault Clío en dirección a la casa de su hijo a la que no llegó.
Ante esa situación, su esposa radicó la denuncia en la comisaría de Gerli cuyo personal dio intervención a los efectivos de la DDI Lomas de Zamora y al fiscal Elbio Laborde, de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) descentralizada 3 de Avellaneda.
“No tenemos rastros de él desde anoche. Estaba muy entusiasmado por poder declarar hoy. En ningún momento él se hubiera borrado. Pongo las manos en el fuego por mi padre”, dijo Gastón Severo, hijo del testigo, y agregó que en los días previos habían recibidos llamados sospechosos y amenazas verbales.[2]
Al conocerse públicamente la denuncia de los Severo, el ministro de Justicia y Seguridad bonaerense, Ricardo Casal, ordenó al personal de la Dirección de Personas Desaparecidas de la Subsecretaría de Justicia, y de las Superintendencias de Investigaciones y de Delitos Complejos de la policía provincial intensificar las tareas de búsqueda para localizar al testigo.
En el mismo sentido, la ministra de Seguridad de la Nación, Nilda Garré, ordenó a las fuerzas federales que dependían de la cartera a su cargo realizar una búsqueda a nivel nacional de Severo, mientras que la procuradora General, Alejandra Gils Carbó, dispuso que también participe de la pesquisa el fiscal José María Campagnoli, de la Unidad Fiscal de Investigación de Delitos con Autores Ignorados.
En tanto, el ministro de Justicia y Derechos Humanos, Julio Alak, aclaró públicamente que Severo se encontraba fuera del Programa Nacional de Protección de Testigos ya que el propio ferroviario ni la Justicia habían solicitado ser incluido en el mismo.
Por su parte, Gabriel Solano, abogado del PO, en declaraciones a la prensa realizadas en las puertas de los tribunales donde se llevaba una nueva audiencia del juicio consideró que la desaparición de Severo era “un mensaje mafioso” para que otros testigos no se presentaran a declarar.
Mientras la noticia de la desaparición de Severo y las repercusiones políticas que habían comenzado a generarse ocupaban todos los medios periodísticos, el auto del testigo fue encontrado por la policía en una calle cercana a su domicilio, en Gerli.
Por otro lado, dentro de la sala de audiencias, Osvaldo Vázquez, un militante del Movimiento Teresa Rodríguez, declaró haber visto a un hombre disparar con arma de fuego ubicado sobre la calle, hacia los manifestantes “mercerizados” y los militantes de grupos de izquierda que los acompañaban, cuando éstos ya se estaban desconcentrando.
Luego, José Andino, también del Movimiento Teresa Rodríguez, declaró haber visto a dos tiradores, uno con un revólver y otro con una escopeta.
A su turno, Leonardo Franzin, empleado en los talleres de Remedios de Escalada del ex ferrocarril Roca, que antes del crimen de Ferreyra habían convocado a los trabajadores para ir a Avellaneda. “A algunos les decía que iban a un acto, a otros directamente a reprimir una protesta” y que tras el asesinato “los delegados hicieron una reunión en el comedor para que nadie hablara”.[3]
Por su parte, Juan Molina, compañero de trabajo de Franzin, declaró que él si fue a la estación Avellaneda y que cuando los ferroviarios estaban allí se les unió otro grupo que empezó a arengar para ir hacia los manifestantes, por lo que bajaron de las vías donde y comenzaron a avanzar con los recién llegados gritando desde atrás.
En ese momento dijo que escuchó “dos tiros” y que él recibió una pedrada en la espalda. “Mis compañeros dijeron ´hay fierros´ y corrimos de nuevo a las vías”, recordó y agregó que cuando corrían a los manifestantes se toparon con dos patrulleros en la calle. “Pensé que no nos iban a dejar pasar, pero nos dejaron”, concluyó.[4]
Tras una nueva jornada del juicio, y mientras Severo permanecía desaparecido, manifestantes de distintos partidos políticos y organizaciones sociales marcharon a Plaza de Mayo para reclamar por la aparición con vida del testigo. En los que se movilizaron estuvieron miembros y dirigentes del PO, del Partido de los Trabajadores Socialista (PTS), del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), la Izquierda Socialista (IS), del Partido Comunista Revolucionario y el Partido Obrero y de la JP Peronismo Militante, entre otros.
Finalmente, casi un día después de haber desaparecido, Severo apareció “maniatado” y “descalzo” en la esquina de pasaje Clemenceau y Mariano Acosta, en la localidad de Piñeiro, e Avellaneda, donde fue encontrado por un empleado del Diario Popular que vive allí y dijo haberlo visto “mareado” y “confundido”.
Este empleado contó que el testigo le dijo que había estado secuestrado y que sus captores lo acababan de liberar, y le pasó los números de teléfono para que llamara a sus familiares. Éstos llegaron poco después para auxiliarlo y lo llevaron al Hospital Presidente Perón, ex Finocchietto, de Avellaneda, donde, según su hijo Gastón, se lo notó “golpeado” y “shockeado”.
Severo fue asistido y poco después de la medianoche volvió a su casa de Gerli donde dijo a la prensa: “El mensaje no fue para mí; fue para la Presidenta”.
“Se tienen que dar cuenta algún día, alguien. Qué pasó. Hace tres años que no nos da bola nadie. Las bandas siguen actuando, los tipos siguen poniendo plata. ¿Y plata de dónde?”, expresó.[5]
Ese mismo viernes 5 de octubre, Severo declaró durante cinco horas antes el fiscal Laborde y aseguró que sus captores lo amenazaron para que se dejara de “joder con los trenes”.
“Me dijeron que no me meta más con el ferrocarril, que ahí no voy a volver nunca más. Me decían que era un buchón, un vigilante, que piense en mis hijos”, señaló al retirarse de la fiscalía.[6]
El testigo agregó que podía identificar al menos tres voces distintas entre sus secuestradores y realizar el identikit del único de los captores al que alcanzó a ver.