La euforia de los festejos y la frustración de aquellos que resultaron vencidos pasaron y luego, irremediablemente, llegó el momento de realizar un análisis más frío, calculador y sin tanta adrenalina; con más cabeza que corazón. Era evidente que la derrota en un superclásico y por una semifinal de la copa iba a calar hondo en el ánimo del plantel de River. Mientras que el Boca de Bianchi venía de ganar tres de las últimas cuatro Libertadores, por lo que el certamen continental se había transformado en una obsesión para el equipo millonario.
La mañana del viernes 18 de junio fue típica de un otoño en Buenos Aires donde el sol apenas alcanzaba para mitigar el frío que antecede al invierno. La calentura del partido de sólo 24 horas antes parecía totalmente ajena a las condiciones climáticas. En el entrenamiento el equipo de Astrada dominaba el silencio. Claro, la procesión iba por dentro. Sin embargo, hubo un jugador que dio la cara y habló con la prensa.
El “Coco” Ameli expuso su análisis: “Difícil es hacer una evaluación después de lo que sucedió en los últimos minutos, con las expulsiones y todo lo demás. Quizá, si hubiéramos seguido como estábamos, podríamos haber convertido un gol más. Pero éstos son partidos así, trabados y con pocas situaciones”.
“Ganamos el partido, pero lamentablemente por los penales quedamos afuera de una final. Estamos tranquilos porque hicimos todo y dejamos todo por lograrlo”, comentó Amelli, quien indicó que su equipo “no fallo en nada”.
Pese a la escasa autocrítica del defensor millonario, cabe destacar la sinceridad de sus palabras respecto de los objetivos de su equipo para el resto de la temporada. “El objetivo prioritario era la Copa, pero el campeonato argentino tiene mucho prestigio y si se logra hay que festejarlo y darle la importancia que se merece”, indicó.
En tanto, el mundo de Boca era una fiesta, todo era alegría en el entrenamiento del plantel nuevamente finalista de la Copa Libertadores. Abbondanzieri, por entonces uno de los grandes héroes del equipo, dio una especie de conferencia de prensa y sostuvo que el principal mérito para lograr la clasificación fue “la tranquilidad de siempre”.
“Boca es un equipo que sabe lo que quiere, que no se confunde con los triunfos ni con las vueltas olímpicas. Estaba difícil la llave, pero otra vez salió a flote la garra del equipo. Boca puede jugar de manera regular o en un nivel más bajo que en otras oportunidades, pero no es fácil vencernos”, opinó el guardavalla, para quien en el balance de los dos partidos, Boca fue superior a su rival.
Este histórico superclásico fue el partido número 200 de Abbondanzieri en Boca. Hasta aquel entonces había jugado 140 partidos por campeonatos locales, en los que ganó cuatro títulos, y 60 por torneos internacionales, con cinco títulos.
Por su parte, Macri pasó por el entrenamiento en Casa Amarrilla, donde no ocultó su satisfacción por un nuevo pasaje a la final de la América y dedicó algunos elogios para el arquero santafecino: “Estoy muy contento por el momento que le toca vivir a Abbondanzieri. El tuvo paciencia, porque estuvo tres años como suplente, pero cuando tuvo la oportunidad no la desaprovechó. Es un gran arquero”.
Por otro lado, Villarreal, el otro gran héroe del momento, mostró toda su alegría por la victoria obtenida aunque se lo vio algo contrariado porque su contrato con el equipo xeneize vencía el 30 de junio y su destino era todavía incierto.
“No sé que pasará conmigo en Boca a partir del mes que viene, pero lo del Monumental no me lo quita nadie. Lo viví más como hincha que como jugador”, sostuvo el mediocampista cordobés.
Todos lo vivimos como hinchas y seguramente nadie nos va a quitar el recuerdo de aquel enfrentamiento histórico.
AA
JUNIO 2004