V

Franklin volvía la noche del domingo masticando bronca por el pobre empate pero más dolido aún por las palabras del presidente de la Nación que, mientras ellos jugaban, se había reunido con un grupo de familiares de los mineros en la ciudad cabecera del departamento norte, a unos 800 kilómetros de la capital del país. Mientras tanto, otros 200 parientes directos de las víctimas seguían agrandando el campamento de la esperanza, junto al yacimiento. “No es fácil”, había asegurado el primer mandatario al pueblo. “No los vamos a dejar solos. Estaremos junto a ellos y vamos a hacer todo lo humanamente posible para rescatarlos o intentar rescatarlos con vida”, afirmó.

 Por otro lado, el presidente y el ministro de Minería adelantaron que, tras el fracaso de acceder por el conducto principal de ventilación de la mina, se iniciaban las tareas de “sondaje”, que consistía en una perforación en la tierra apenas ancha para que pase una sonda y permita bajar hasta donde estaban atrapados los mineros y tratar de comunicarse con ellos.

 - ¿Y eso cuánto puede tardar?- preguntó Franklin a un compañero que escuchaba las noticias en la radio, a través de su reproductor de MP3 y le comentaba la novedad.

 - Dicen que varios días, hasta semanas, así que el rescate va a durar mucho más- respondió el muchacho sacándose los auriculares y apoyando la cabeza en el respaldo del asiento del micro que los regresaba a la ciudad de la Copa de Oro.- Lo importante aquí es que el presidente está diciendo que se van a hacer todas las investigaciones necesarias.

 - Y ahí puede quedar comprometida la empresa minera…

 - Esperemos.

 Cuando el plantel albinaranja llegó a la sede del club, en el yacimiento ya trabajan en el sondaje cuatro de las siete máquinas con capacidad para perforar entre 50 y 100 metros por día, dependiendo del tipo de roca que encontraran en el camino. Apenas los hierros penetraron el duro suelo, los familiares aplaudieron para liberar parte de su enorme angustia. “Es peor no saber nada que tener que enfrentar la mala noticia que todos esperamos”, dijo el padre de Franklin a su hijo recién llegado al hogar. Sentado frente al televisor, mirando el noticiero, el hombre i siquiera le preguntó por los detalles del partido. A esas alturas ya no importaba otra cosa.