Otra familia rehén
Rey, tesorero del mismo banco donde trabajaba Saguar, miraba cerca de las 23.30 el programa “Fútbol de Primera” por televisión cuando recibió un llamado telefónico del gerente en el que éste, nervioso, le pidió que fuera su casa, ubicada a pocas cuadras de distancia, pero sin darles mayores explicaciones.
Preocupado, Rey fue hasta la vivienda del gerente y como no vio nada raro estacionó su vehículo en la puerta de la casa y entró.
-¿Qué te pasa que me llamas a esta hora?- preguntó Rey a su jefe mientras el líder de la banda de asaltantes lo abordaba por al espalda.
-No es un a una joda, es en serio- le respondió Saguar cuando vio que el tesorero quería agarrarlo de la mano al delincuente armado.
Sin entender bien qué pasaba, Rey fue reducido por un segundo ladrón que le sacó la campera, al tiempo que le preguntaba si lleva algún arma y/o un teléfono celular.
El cabecilla de la banda le contó luego que su intención era apoderarse del dinero del banco, a lo que el tesorero respondió que los sistemas de seguridad no les permitían acceder a la sucursal fuera de los horarios de trabajo. Entonces el ladrón le preguntó si había alguien en su casa pero Rey no contestó porque sabía que su mujer y sus hijos dormían.
Luego, Rey fue llevado a la pieza donde estaba el resto de los Saguar y dos delincuentes lo hicieron arrodillar y colocar la cabeza sobre la cama. Lo dejaron allí, mientras que obligaron al gerente a que los condujera hasta la vivienda del tesorero.
En ese domicilio, la banda redujo a la mujer de Rey y a los dos hijos de la pareja, de 12 y 7 años, que descansaban en sus respectivas habitaciones.
Minutos después la mujer y los dos chicos se reunieron con Rey en la habitación en la que permanecía reducido junto a los Saguar. En esa pieza estuvieron todos los rehenes hasta las 1.10 del lunes, cuando fueron llevados al comedor porque los delincuentes tenían hambre y querían cenar.
La esposa de los dos bancarios fueron las encargadas de dirigirse a la cocina para preparar la comida. Cuando todo parecía desarrollarse en un clima tenso pero más pacífico, el líder de la banda se puso nervioso y violento, y empezó a buscar los celulares de las últimas víctimas que habían entrado a la casa.
Al darse cuenta que guardar los teléfonos no valía de mucho, la nuera del gerente extrajo los aparatos de entre sus ropas y se los entregó. “Si lo vuelven a hacer, el primero vas a ser vos”, indicó el delincuente al tiempo que señalaba al esposo de la embarazada.
Los delincuentes pasaron la madrugada con comida, café, cigarrillos y tragos preparados con las bebidas que encontraban en la heladera y resto de la vivienda. Es más, en la cena, se quejaron con los dueños de casa porque la calefacción estaba muy alta y los pasamontañas le daban mucho calor.
Mientras los asaltantes parecían disfrutar de la velada, las víctimas permanecieron encerradas y maniatadas, por lo que fueron invadidas por los nervios y la angustia.
Al advertir esta tensión, los delincuentes les permitieron tomar unos mates para que se relajaran un poco. En esos momentos, Rey pidió que lo dejaran fumar un cigarrillo y lo dejaron. Entonces el tesorero les indicó que el atado estaba dentro de su campera a lo que uno de los delincuentes, el más bajito, se la trajo junto a un cenicero.
“¿Hace frío por esta zona?”, preguntó el ladrón, como una forma de dialogar amablemente, mientras el líder de la banda y el otro cómplice se mostraban más violentos e indiferentes. “¿Cómo es cuando están las nevadas? Yo nunca vi nevar, no se como es”, agregó.
A las 3 los bajaron a Rey y Saguar al living comedor para definir cómo iban a ir a buscar el dinero del banco. Luego los llevaron nuevamente hasta la habitación hasta cerca de las 7.