II

Fríamente calculado
Los delincuentes estaban seguros de lo que hacían. Tenían un plan y lo desarrollaron a sangre fría y con violencia. A la esposa del bancario, por ejemplo, le contaron todos los movimientos que había realizado el día del robo y a qué hora.
A la madre de Saguar, en tanto, los delincuentes no la ataron porque tenía la mano hinchada por la fractura, sin embargo, el líder de la banda la amenazaba de muerte para que no lo mirara a los ojos. “Un mal paso que hagas te levanto la tapa de los sesos”, le dijo el delincuente.
Luego, los ladrones comenzaron revolver todas las habitaciones de la vivienda en busca de joyas y dinero en efectivo para hacer tiempo hasta que pudieran capturar a quien realmente querían: al gerente del banco.
Al primero que le exigieron plata fue al hijo de Saguar, que fue a buscar una bolsa plástica donde guardaba el dinero de su negocio y la entregó. Mientras tanto, su madre y su abuela le pedían, por favor, que les diera todo lo que tenía.
Los minutos pasaban y los delincuentes condujeron a sus víctimas a la habitación de la mujer del bancario donde se apoderaron de más dinero en efectivo y joyas. Luego, le preguntaron al joven si tenía una caja fuerte, éste les respondió que no, pero inspeccionar inútilmente detrás de los cuadros que adornaban las paredes.
“Mejor voy a esperar y sacar plata del banco”, sostuvo uno de los asaltantes. Instantes después, Saguar llegó a la casa y fue tomado de rehén junto a su familia.
Mientras el “Hombre Araña” custodiaba a las tres mujeres y al hijo del bancario en la habitación de la planta alta, los otros dos amenazaban al gerente.
-Vengo a robar el banco- le indicó el líder de la banda a Saguar.
-A esta hora no podés. Están puestos los relojes de las claves del banco y tampoco se puede abrir solo ya que la otra llave la tiene el tesorero.
El bancario no era el único que no tenía la menor idea de lo que estaba por pasar. A esa hora de la noche, en el centro de El Maitén –que en mapuche su nombre significa “árbol sagrado”- los vecinos de los Saguar no podían advertir lo que ocurría en el interior de la casa ya que ésta estaba oculta por una hilera de altos álamos y un arroyo seco por los efectos del otoño patagónico.