Luego declaró el testigo que durante la instrucción de la causa había dicho que presenció la reunión en la que “Beto” Barrera le vendió el arma a Álvarez y Domínguez delante de Giménez. Sin embargo, en el juicio dijo que había declarado aquello por le había pagado dos comisarios de Malaespina.
A su turno, atestiguó José Luis García, un comisario retirado de la provincia de Buenos Aires que afirmó que conocía a Álvarez ya que éste, que residía en aquel territorio, aportaba datos a la policía. El testigo dijo que en una oportunidad, el acusado le contó que tenía que viajar a Malaespina “para hacer un trabajo” y que cuando regresó le admitió que casi había caído preso por lo que había hecho.
Al consultarle por lo ocurrido, Álvarez le confesó el crimen de “Cucho” y que lo había cometido porque era un trabajo para una persona de Gran Buenos Aires al que la víctima había estafado en 10 millones y que a él le habían dado un adelanto y el resto, 350 mil pesos, se lo darían cuando termine el trabajo.
También declaró una empleada del hotel “El Poste”, que aseguró que Álvarez y Giménez estaban hospedados allí al momento del homicidio.
Tras un cuarto intermedio, las audiencias continuaron el miércoles 6 de julio, cuando declaró, entre varios testigos, el empresario Claudio Rosas, socio de la pesquera de Espinosa, con quien había trabajado hasta 1995 en la firma de capital español Comapresa.
Este testigo dijo que en una oportunidad que estaba en España, el hijo de Araujo Castillo, dueño de Comapresa, le dijo que su padre quería matar a “Cucho” porque lo consideraba un traidor por haberse ido de la empresa y constituido otra para competir con él.