Por la pista policial
Los familiares de Diego marcharon la primera semana de julio por tercera vez a los tribunales de La Matanza para reunirse con los investigadores e insistir en la pista policial. Nuevamente, los manifestantes marcharon desde la ruta 3 y Camino de Cintura junto militantes de grupos piqueteros hasta la sede judicial, que estaba vallada por policías de la brigada de Infantería que, además, rodearon toda la manzana.
Ante la numerosa cantidad de manifestantes, el fiscal general decidió que sólo doce personas, designadas por los padres de Diego, ingresaran a los tribunales para entrevistarse con él.
Antes de ingresar, Raúl mostró ante la prensa una foto de las manos del cadáver de su hijo y aludió a tres marcas sugiriendo que podían haber sido hechas por esposas policiales.
Sin embargo, tras la reunión con los investigadores, desde la fiscalía indicaron que esa fotografía no aportó nada para la causa ya que las marcas no necesariamente podían haber sido de esposas sino que pudieron haber sido provocadas por un golpe que la víctima recibió durante la pelea con la patota que lo mató.
Los familiares de Diego ya habían presentado días antes un nuevo testigo que dijo que vio una camioneta de la policía bonaerense en el lugar donde el joven apareció muerto.
Pero, una vez más, la pista policial volvió a perder fuerza ya que los investigadores descubrieron, por medio del sistema satelital que poseen los vehículos de la fuerza, que ningún patrullero pasó por el lugar donde apareció el cadáver del joven.
La hipótesis de la fiscalía siguió siendo la de una patota y esa línea de investigación se profundizó cuando un día después de la tercera marcha un testigo se presten+o a declarar espontáneamente y aseguró que era amigo de uno de los detenidos.
Este joven sostuvo que también conocía a la víctima y relató que vio tanto la pelea dentro de la disco como el ataque que sufrió Diego en la calle. También contó quién fue el que le robó las zapatillas a la víctima cuando ésta ya había sido asesinada.
Con este testimonio ya sumaban cuatro las personas que declararon en la causa haber visto la pelea fatal: dos allegados a la víctima y una vecina ya habían sostenido esa hipótesis.
Mientras la pista policial quedaba prácticamente descartada, la familia de Diego se presentó en los Tribunales de Lomas de Zamora para denunciar que recibía amenazas de la policía.
“Las amenazas son permanentes. Y si la Justicia está segura que fue una patota la que mató a Diego, ¿para qué nos amenazan?”, expresó Raúl, en su último intento por torcer el rumbo de la pesquisa que ya parecía tener un rumbo definitivo.