Más de 6.000 hinchas de River palpitaron el superclásico en el Monumental, donde hubo dos pantallas gigantes y dos más pequeñas, todas instaladas en el campo de juego, cerca del arco de espaldas a la avenida Figueroa Alcorta. La presentación estuvo a cargo del periodista Gastón Recondo y la transmisión fue la misma que se vio por Canal 13, pero con los relatos por los altoparlantes de Atilio Costa Febre.
Media hora antes de iniciado el partido, los simpatizantes se emocionaron con imágenes de de gratos recuerdos de su equipo. Luego, la gente que se situó en la tribuna Centenario y en las plateas media y baja, no perdieron oportunidad para insultar a Javier Castrilli por entender que éste no les había permitido estar presentes en el partido.
En la parte más baja de las plateas, las banderas de González Catán, Ingeniero Budge, Drago, Versalles y San Martín, entre otras, decoraron el estadio como cualquier domingo por la tarde.
Días antes el partido, Gallardo vaticinó: "Vamos a ser 11 contra 70.000". Tenía razón el volante millonario porque en la Bombonera, como nunca antes, eran todos de Boca. Los hinchas xeneizes, como no había con quién confrontar, también se dedicaron a hostigar con cánticos a Castrilli y hasta una bandera flameó en uno de los palcos con una leyenda contundente: "Castrilli, retiráte y deja vivir el fútbol".
Si bien la costumbre marcaba que las vueltas olímpicas se daban por la mitad para que no se enojen los visitantes, en la previa, el equipo de Boca campeón de la Liga Nacional de básquetbol la dio completa ya que no había quién los insultara.
Una vez que rodó la pelota, quien sufrió, y mucho, fue el árbitro Claudio Martín, quien a ante cada fallo en contra de Boca fue correspondido con una tormenta de abucheos. Lo mismo sucedió con cada jugador millonario que tocaba el balón.
Se sabe que el superclásico es un evento que trasciende lo meramente deportivo y se convierte en una atracción sin igual para los turistas extranjeros. Pobres los que fueron y se quedaron sin ver la colorida y estruendosa rivalidad entre las dos hinchadas más grandes de Argentina. Como les pasó a los integrantes del seleccionado de rugby de Gales, que estaba de gira por nuestro país.
Tras el despropósito generado por jugadores y cuerpo técnico en el primer tiempo, los simpatizantes xeneizes no tenían otro objetivo en la mira que los jugadores de River. Por eso cada uno de los millonarios que tocó la pelota recibió un rugido de furia en su contra. Los hinchas de Boca entonaron el clásico —nunca más cierto que aquella noche—: "Y ya lo ve, y ya lo ve, es para River que lo mira por tevé".
En el Monumental, los de River gritaron fuerte: "Cada vez son menos, ¡qué vergüenza los bosteros!". Y en la Boca, los locales les respondieron a los hinchas que no veían. Con el gol de Schiavi explotó la Bombonera y se enmudeció todo el barrio de Núñez.
Cuando llegaron las expulsiones, la masa local exclamó: “¡Y pegue, Boca pegue!”. En el estadio de River, recién advirtieron las tarjetas rojas cuando Cascini y Gallardo se fueron. Y tras la expulsión de Garcé, se palpó una sensación de frustración, mezclada con aceptación por la decisión del árbitro.
Los códigos del fútbol a veces no se quiebran. Coudet tiró afuera la pelota al ver lesionado a Clemente Rodríguez y la Bombonera aplaudió. Una actitud valorable para rescatar dentro de tanta locura desatada.
Los hinchas de Boca siguieron el segundo tiempo con un murmullo. El Monumental estuvo en silencio hasta diez minutos antes del final. Entonces renació el aliento. Pero llegó el tiro libre indirecto del cierre y se callaron. Cuando pasó el peligro, respiraron. Y hubo celebración.