La revolución mundial III

Basado en un texto de Eric Hobsbawn

La revolución mundial que había justificado la decisión de Lenin de implantar el socialismo en Rusia no se produjo, lo que condenó a los soviéticos a sufrir durante una generación el aislamiento que acentuó su pobreza y atraso. Sin embargo, en los primeros dos años que siguieron a octubre del 17´ hubo una oleada de movimientos obreros, socialistas y estudiantiles en otros países como en Alemania, España, China, México, Cuba y otros puntos de América Latina.

 En enero de 1918 hubo en Europa Central una ola de huelgas políticas y manifestaciones antibelicistas que se iniciaron en Viena, pasaron por Budapest, los territorios checos, Alemania y finalizaron con una revuelta de la marinería austrohúngara en el Adriático. Estos manifestantes ya tenían en claro que los países beligerantes iban a perder la guerra y en algunos casos crearon nuevos estados nacionales como la república de Bulgaria a la espera de ser preferidos por los aliados victoriosos antes que los bolcheviques.

 Ante esa situación, el presidente de los EE.UU., Woodrow Wilson, elaboró un acta de 14 puntos a favor del nacionalismo y en contra del llamado internacionalista de Lenin. La idea del norteamericano era crear un cordón de estados nacionales para frenar el avance rojo, aunque la firma de la paz bajó los decibeles de los revolucionarios.

 En el caso de los alemanes, austriacos y turcos, los perdedores de la guerra, el campesinado se convirtió en revolucionario pero no bolchevique, sino que se basó en un sentimiento de rechazo hacia las ciudades, los extranjeros –sobre todo, los judíos- y los gobiernos. Y esto obligó a que algunos países llevaran a cabo una reforma agraria. De todos modos, incluso en los países en que el campesinado era mayoría y representaba a los socialistas, no ganaron elecciones en democracia.

 Respecto de Alemania, el movimiento obrero era desarrollado pero moderado, por lo que no hubo insurrecciones y cuando cayó el emperador, en Berlín, el poder quedó en manos de los socialistas. Pero ésta fue una breve ilusión que sólo sirvió para calmar el descontento del ejército ante la derrota de la guerra, ya que los seguidores del viejo régimen volvieron al poder en 1919 con la República de Weimar.

 Es más, ni los socialistas ni comunistas tuvieron éxito en las elecciones que se celebraron semanas después de la instauración del sistema republicano. Aunque en 1920, los obreros descontentos con los socialdemócratas se pasaron al Partido Comunista, que fue el más fuerte fuera de Rusia.

 Ese mismo año, los bolcheviques cometieron un error fundamental al dividir el movimiento obrero internacional mediante la creación de una nueva Tercera Internacional comunista, que sustituyó la Segunda Internacional socialista.

 Lenin y los bolcheviques buscaban un cuerpo de activistas totalmente comprometido y disciplinado, como una especie de fuerza de asalto para la conquista revolucionaria. Así, a los partidos que se negaron a adoptar la estructura leninista se les impidió sumarse a la nueva Tercera Internacional.

 Pero en 1920 era evidente que la revolución bolchevique no era inminente en Occidente, más allá de que Europa no estaba estabilizada tras la guerra. Sólo parecía posible a través del Ejército rojo pero los soldados fueron frenados en Varsovia, por lo que los rusos avanzaron hacia el Este, hacia Asia, donde las esperanzas de la revolución mundial se centraron hasta 1927 en China.

 En 1921, se celebró el Tercer Congreso del Cominter donde quedó claro el fracaso de la revolución en Occidente y llamaron a los socialistas que habían sido expulsados en el congreso anterior a formar un frente unido, pero los socialistas de izquierda se unieron a los socialdemócratas, por lo que el movimiento quedó definitivamente dividido. Así, los comunistas pasaron a ser una minoría en Europa...