La muerte de Diego

Diego era un joven de unos 20 años, que a mediados de junio de 2004 integraba un grupo de piqueteros. Y, como la gran mayoría de los desocupados de la Argentina, vivía de los ingresos provenientes de los planes de asistencia social del Estado.
La última noche del otoño, fue a bailar junto a sus amigos al “Invasión”, ubicado en la localidad bonaerense de Isidro Casanova, partido de La Matanza, en la zona oeste del Gran Buenos Aires.
Dentro del local bailable el joven mantuvo una pelea con otros muchachos, por lo que los empleados de seguridad del lugar lo echaron del establecimiento. Poco después, alrededor de las 7 de la mañana, Diego apareció muerto a unas tres cuadras del boliche.
Según los primeros resultados de la autopsia, el chico había sido brutalmente golpeado en la cabeza con un ladrillo o con una piedra y había muerto por ahorcamiento.
De inmediato, la familia de la víctima acusó a los policías de la comisaría de San Carlos de asesinar al joven. Sin embargo, la Justicia no contaba con las pruebas suficientes para incriminarlos.
"El cuerpo de mi hijo tenía la cabeza toda golpeada, la cara quemada con un cigarrillo y en las muñecas le quedaron las marcas de las esposas. En la morgue me dijeron que lo mataron para asaltarlo, pero la policía me dio 22 pesos que Diego tenía en el bolsillo", contó Raúl, padre del joven muerto.
En tanto, desde el Ministerio de Seguridad bonaerense se inclinaban por la hipótesis de que el homicidio fue cometido por un grupo de jóvenes con los que la víctima se había peleado momentos antes dentro de la disco.
Por otro lado, el amigo que acompañó Diego a “Invasión” declaró ante el fiscal del caso y sostuvo que cuando los echaron del boliche, vio a la víctima corriendo por la calle detrás de uno de los jóvenes con que se había peleado momentos antes y que los seguía un patrullero.
El instructor judicial dijo que el testigo aseguró que “él no corrió y, cuando se asomó a la esquina, ya los había perdido de vista” aunque indicó que también contaba con otros testimonios que señalaban que el perseguido era Diego.
El fiscal precisó que el amigo no fue perseguido ni tampoco corrió detrás de Diego sino que “dijo que se volvió a la casa porque tenía miedo de la policía”. Sin embargo, en Villa Giardino, barrio de Diego, los vecinos aseguraban que el testigo había sido “apretado” por los policías para que en su declaración no los involucrara en el hecho.
Con este testimonio, la principal hipótesis que manejaba la fiscalía por aquel entonces era que Diego había sido asesinado a golpes durante una pelea que mantuvo, en inferioridad numérica, con el mismo grupo de jóvenes con los que se había enfrentado en el boliche.
El amigo de Diego fue el único que habló sobre la participación policial mientras que la versión aportada por otros siete jóvenes -cuatro hombres y tres mujeres- que se dirigían a la discoteca era diferente.
Según el fiscal, los testimonios coincidieron en que a Diego lo perseguía un chico y, más atrás, corrían cuatro o cinco. Luego, los asesinos alcanzaron a la víctima a cinco cuadras del local bailable y le pegaron hasta matarlo.
Una mujer de 70 años, que sufre de insomnio, vio la pelea. Le dijo al instructor judicial que no llamó a la policía porque no tenía teléfono y porque en la zona son habituales esas riñas.
Pero la investigación del caso recién comenzaba y los pesquisas no descartaban ninguna hipótesis; ni siquiera la posibilidad de que a Diego haya sido víctima de una patota que robaba en la zona.
Esta tercera conjetura se basaba en que antes del hallazgo del cadáver y, cerca del boliche, entre cinco y seis jóvenes asaltaron a otro muchacho a quien golpearon y le robaron las zapatillas.