IV

Desahogarse de una pesadilla
El secuestro de Gabriel había sido tapa de todos los diarios y a pocas horas de haber sido liberado, la víctima tuvo que dar una conferencia de prensa para satisfacer a los medios.
Durante la charla con los periodistas, “El gallego” se desahogó y contó con detalles las terribles sensaciones que lo torturaron durante los dramáticos 10 días de su cautiverio.
El hijo del empresario del cuero fue claro: “Fueron los peores diez días de mi vida. En esos momentos uno se siente una basura”.
Después contó que estuvo atado de pies y manos con cables de electricidad y un gorro de lana que le tapaba los ojos. Describió cómo las ratas le caminaban por al lado y la tortura psicológica que sufrió de por parte de los secuestradores que le gatillaban en la cabeza un arma descargada.
Confesó que lo invadía una constante incertidumbre pensar que su destino estaba en manos de una banda de secuestradores a los que calificó como inexpertos.
Según la víctima, sus captores se mostraban nerviosos y pasaban la mayor parte del tiempo escuchando cumbia villera y fumando marihuana.
Y la amenaza que se repitió una y otra vez: “Si tu familia no cumple, te vamos a matar”.
“Todavía tiemblo... No sabía si me iban a matar mientras dormía, si me iban a tapar la boca para que me ahogue”, recordó Gabriel.
Las horas de su cautiverio fueron eternas. Los secuestradores lo tuvieron escondido en dos lugares distintos separados por una breve caminata en el medio del barro.
Según Gabriel, el primero de los sitios se trató de una casilla de chapa en el medio de un descampado. Allí, siempre atado de pies y manos y acostado, esperaba que su familia pagara el rescate para recobrar su libertad.
Hacía frío pero los captores sólo le dieron una sábana para cubrirse durante las noches y lo obligaron a hacer sus necesidades en un balde.
El hombre contó que pudo dos veces contactarse con sus familiares a través de sendas pruebas de vida. En una ocasión los delincuentes le permitieron realizar una llamada telefónica y la otra fue por una carta en la que escribió, por orden de los secuestradores, que pasaba mucho frío y que lo trataban mal.
La desesperación y la depresión terminó adueñándose de la víctima que, según confesó, en un momento hasta llegó a pedirle un arma de fuego a uno de los secuestradores para suicidarse.
Otra situación de suma intensidad fue cuando evaluó seriamente la posibilidad se escaparse del lugar donde lo mantenían cautivo o de, inclusive, sacarle el arma a alguno de los delincuentes y matarlo.
Finalmente, a Gabriel se le cruzaron por la mente las imágenes del hijo del ingeniero secuestrado y asesinado meses antes tratando de huir y siendo ejecutado por sus captores en un descampado de Moreno.
“El gallego”, fiel a su apodo, tuvo la fuerza necesaria para dominar todas esa ideas extremas y desistió cualquier tipo de acción que resultara mortífera.