La actuación del árbitro Claudio Martín fue, sin dudas, fundamental para el desarrollo del partido y, en definitiva, para el resultado del mismo, aunque cabe aclarar que los jugadores condicionaron al juez con su propensión al juego brusco y las protestas permanentes. Por ejemplo, hubo 32 infracciones, una cada tres minutos.
La idea de Martín era, a sabiendas de que el clima venía caldeado desde los días previos, que el partido no se le fuera de las manos. Al minuto de juego Villarreal cometió un fuerte foul y el árbitro sacó su primera tarjeta amarilla.
Ese fue un acierto pero tres minutos más tarde quiso dar el mismo mensaje a los jugadores de River y amonestó a Maxi López por forcejear en reiteradas ocasiones con Schiavi. Esta decisión pareció algo exagerada porque no se trataron faltas graves.
Después, a los 11 y 14 minutos, sacó otras dos amarillas. A esta altura, el partido estaba caliente y se estaba metiendo mucha pierna fuerte. Las amonestaciones fueron para Cascini y Rojas por bruscas infracciones.
Sin embargo, su perfil de severo se fue a la basura a los 18 minutos. Allí, Rojas cometió una violenta infracción contra Guillermo Barros Schelotto y Martín, para no tener que echarlo porque ya cargaba con una amarilla, no lo amonestó y peor aún: ni siquiera cobró la falta.
Con su confianza perdida y el encuentro totalmente fuera de su control, sus decisiones comenzaron a carecer de sentido primero y de Justicia después. A los 28, Schiavi cabeceó al gol pero antes se había sacado la marca de Amelli con un empujón.
Martín no la vio y el línea, que estaba mejor ubicado tampoco, aunque esta jugada era más difícil de apreciar por la aglomeración de jugadores dentro del área millonaria.
A lo 31 se desataron las agresiones extra futbolísticas y echó a Cascini y Gallardo con rojas directas. Esa decisión fue la correcta; sin embargo, no amonestó a nadie más, cuando hubo golpes a la vista de todos de por parte de varios jugadores, como los casos de Barros Schelotto y Amelli.
Con el clima hecho un infierno Martín tuvo su acción más destacada. Podría haber intentado bajar el perfil y esperar a que terminara el primer tiempo para que se calmaran los ánimos pero a lo 41 Garcé le pegó una patada a Vargas y fue expulsado merecidamente.
A Garcé, evidentemente caliente desde los incidentes de minutos anteriores, se le fue la pierna de manera descalificadora y Martín eligió aplicar el reglamento como se debe y no le importó condicionar aún más a River al dejarlo con nueve hombres.
El comienzo del segundo tiempo mostró a un árbitro más sereno pero más permisivo cuando en realidad los jugadores no le daban los motivos para hacerlo. Todos se seguían pegando y peleando.
Amelli le pegó deliberadamente a Barijho cuando este estaba caído y agredió verbalmente y con gestos a Vargas. Pero Martín recién le sacó una amarilla a los 32 por reiteración de faltas.
Poco antes, Martín cayó otra vez preso de su mala ubicación y tuvo que pitar a instancias del juez de línea Juan Carlos Rebollo que cobró un inexistente offside de Barros Schelotto que derivó en gol anulado a Calvo.
El partido se moría y el mercurio del termómetro seguía subiendo, casi a punto de explotar. Fueron otros cuatro minutos seguidos –del 45 al 49- en los que Martín volvió a sacar amarillas. Primero amonestó a Lux por hacer tiempo y luego a Barijho y Coudet por protestar.
Pero su falla más grosera estaba por venir. Al minuto 50 del segundo tiempo –en realidad había adicionado tres- Tevez ejecutó un tiro libre cerca en el borde del área grande. La barrera de River estaba en el punto del penal sin guardar la distancia reglamentaria. El tiro del delantero iba al arco pero en el camino se encontró con los brazos de Coudet que, como un arquero, se arrojó sobre el balón. Penal claro. Pero no para Martín.
Los números del historial del árbitro hablaban de un perfil más bajo, propenso a no sacar tantas tarjetas de entrada y a castigar falta con exagerada severidad. “Quería parar de entrada el juego brusco; a lo mejor no fue la mejor táctica”, sostuvo luego del partido.
Martín tenía en su haber, hasta el primer chico del superclásico copero, 110 expulsiones en 226 partidos, con un promedio de 0,49 tarjetas rojas por encuentro. Mientras que su media en cuanto a las amonestaciones era de 5 por partido.
Las críticas al arbitraje inundaron las páginas de los principales matutinos del país. El diario deportivo Olé, que se caracteriza por su punto vista popular, que encarna el enfoque del hincha que vive el partido desde la tribuna, calificó el desempeño de Martín con un 2. “Arrancó con un rigor exagerado que no mantuvo y cerró la noche ignorando un penal de Coudet”, señaló el matutino especializado.
El Diario Popular, si bien no es un medio que trata sólo deportes le brinda mucho blanco a esa sección por lo que tiene experiencia en la materia. Este matutino, que apunta a un lector de clases medias bajas y bajas, donde todo es blanco o negro y no hay lugar para los tonos grises, calificó al arbitraje con un 1.
“Arrancó bien, llevando el cotejo con rienda corta, pro a los 17 minutos dudó cuando tenía que expulsar a Rojas y ya no pudo recomponer su labor. Tras las rojas a Gallardo y Cascini se desató el escándalo. Hubo empujones, insultos y golpes de puño, aunque para el árbitro... no pasó nada, porque prefirió mirar para otro lado y no sancionar disciplinariamente a los jugadores que se involucraron en el tumulto, por lo que el encuentro estuvo detenido durante ocho minutos. Martín ya no había visto el empujón de Schiavi a Amelli, en el gol del zaguero de Boca, y el penal de Coudet, en la última acción del juego. Un punto a favor de su actuación fue la correcta expulsión de Ariel Garcé, que castigó al colombiano Vargas”, opinó el Popular.
El diario Clarín, el de mayor tirada del país, no califica a los arbitrajes con puntos, sino con conceptos. Al de Martín lo describió como “malo”. El matutino La Nación tiene el mismo método y lo calificó con un “mal”.
“Fue decididamente una mala noche para el árbitro Claudio Martín. En un partido con tantos condimentos y con un clima tan caliente, Martín cometió muchos errores, algunos de ellos fundamentales para el desarrollo del partido. (...) Si bien acertó con las tres expulsiones, no tuvo decisión para mandar a los vestuarios a otros que participaron del escándalo del primer tiempo. Tuvo firmeza para amonestar correctamente en el comienzo, pero luego careció de criterio para juzgar de la misma forma acciones que merecían sanciones. (...)”, fue la calificación conceptual de La Nación, en la que se destacó al penal no sancionado a favor de Boca por mano de Coudet en la última jugada del partido como “la omisión más grosera”.