La tarde del sábado 17 de noviembre, Federico terminó de cargar su viejo Chevrolet Corsa gris con todo lo que iba a necesitar para los tres días que pensaba pasar en Nobleza.
- Dale, puarte; que quiero llegar antes de las diez de la noche, para cenar- le dijo a su mujer, Gisela Villagrán.
- Ya voy. Estaba terminando de cambiar a Victoria.
El matrimonio junto a su hija de tres años y su hijo Agustín, de 6 abordaron el auto y partieron desde su casa a medio terminar en Piedrabuena hacia su pueblo natal. En el primer tramo del viaje, Federico decidió tomar la ruta 17, como lo hacía habitualmente.
La idea era visitar a sus parientes que viven allí y, además, Federico tenía una importante entrevista de trabajo el lunes. Por esa razón, no iban a viajar con el hijo adolescente de Gabriela –producto de un matrimonio anterior-, que se quedó en la casa de su padre, en Piedrabuena, donde iba a la escuela, la misma a la que concurrían los niños Pumba.
Eran cerca de las 19, cuando Gisela le envió desde su teléfono celular un mensaje de texto a su amiga Jorgelina, en Nobleza, para avisarle que ya estaban en camino.
Minutos después de las 20, la amiga la llamó para preguntarle si la esperaba para cenar o no y Gisela le respondió que si, que iban a arribar aproximadamente a las 22. El mismo horario de llegada le comunicó también por mensaje de texto a su madre, Isabel Roberts, quien la esperaba ansiosa, al igual que a sus pequeños nietos.