III

El equipo argentino jugó con los siguientes titulares: Baley; Killer, Passarella, Pernía y Tarantini; Ardiles, Gallego y Bochini; Bertoni, Luque y Ortíz.
Por su parte, Inglaterra puso a estos once: Clemence; Neal, Hughes, Watson y Cherry; Greenhoff, Talbot y Keegan; Wilkins, Pearson y Channon.
Al salir los equipos al campo de juego la Banda del Regimiento de Granaderos a Caballo tocó la marcha de San Lorenzo y los himnos de ambos países. Allí comenzaron las hostilidades. Los argentinos silbaron e insultaron la canción inglesa, lo que presagiaba un partido de pierna fuerte y a cara de perro.
Poco había pasado desde que el árbitro uruguayo pitó el inicio del partido, cuando Talbot se escapó por la derecha y envió un centro. En el medio del área, Pearsons, completamente solo, cabeceó y puso el 1 a 0. Iban sólo dos minutos.
Argentina reaccionó enseguida, atacó y a los 16 minutos tuvo su premio. Bertoni, tras una gran maniobra individual por la banda derecha, fue derribado por Watson en la puerta del área. Ardiles se paró para patear el tiro libre pero amagó y pasó por arriba de la pelota; detrás suyo apareció la calidad de Bertoni, que con un chanfle perfecto, clavó la pelota en el ángulo derecho de Clemence.
El primer tiempo terminó con una Argentina que atropellaba a Inglaterra y que le creaba peligro, pero el segundo tiempo fue muy distinto.
El partido se hizo muy friccionado. Era constantemente interrumpido por las infracciones de ambos equipos. Y finalmente llegó el exceso, la violencia innecesaria. Iban 37 minutos del complemento y el lateral izquierdo inglés Trevor Cherry, que ya estaba amonestado por faltas reiteradas contra Bertoni, volvió a tumbar al delantero argentino.
Este esperó que la pelota saliera jugada para otro lado para luego aplicarle un golpe de puño al inglés en medio de la cara. Enseguida se armó un tumulto en torno al jugador caído y hubo empujones, mientras Ruíz iba a consultar sobre lo que había sucedido con el juez de línea de ese sector.
Tras esa charla, el árbitro le mostró la roja a Bertoni y la segunda amarilla a Cherry, quién además de perder dos dientes, tuvo que retirarse de la cancha protegido por dos auxiliares ingleses que utilizaron sus sacos para cubrirlo de los proyectiles que provenían de las tribunas.
Luego, Argentina tuvo una chance muy clara para ganar cuando el partido se moría, pero la fiesta ya se había empañado con el juego brusco y los golpes.