La mañana posterior al interrogatorio, la primera de su cautiverio, el comisario general Aranguren se despertó muy temprano, cuando todavía estaba oscuro y pidió a sus captores que lo dejaran ir al baño, solicitud que fue aceptada. Cuando terminó de hacer sus necesidades y lavarse las manos, en la casa quinta ya estaban todos los miembros del grupo, decidiendo los pasos a seguir.
Al volver a la habitación, lo esperaban Marito, Avalos y Nora, a quiénes les ofreció un trato.
- Si me dejan ir, les puedo facilitar el acceso a los resultados de los peritajes balísticos del caso Vallejos. Los tengo bajo llave.
- ¿Y qué dicen los peritos? ¿Fue un accidente?- preguntó Marito, curioso.
- Más no les puedo decir. Lo lamento, pero mi honor me lo impide.
Marito y sus compañeros hicieron gestos de rechazo con muecas de sus bocas y ligeros movimientos de cabeza, se miraron unos instantes y luego los tres salieron del dormitorio y se reunieron con el resto para tomar la decisión final.
Al cabo de uno minutos, los jóvenes volvieron y le comunicaron que lo iban a matar, por lo que el comisario pidió afeitarse y ponerse el uniforme completo. Luego, lo sentaron en la cama, le ataron las manos por la espalda y le vendaron los ojos. En ese momento, Aranguren pidió que le ataran los cordones y que le llevaran un cura, pero lo segundo fue imposible. Finalmente, mientras Ramos se iba a la casa del sereno a distraerlo, los demás condujeron al cautivo al sótano.
Allí, “el flaco” miró a Marito y le dijo que se iba a encargar de la ejecución. “Como uno de los jefes tengo que asumir la mayor responsabilidad”, le explicó a su compañero, que sintió que le quitaban un gran peso de sus hombros. En el sótano quedaba ellos dos y “el gordo” Emiliano. Entonces Avalos disparó con la pistola 9 milímetros al pecho de Aranguren, quien cayó sobre frío piso de mosaicos. Después lo remataron de dos tiros más, uno con la misma arma y uno con la 45 que llevaba Emiliano. Por último, Marito cubrió el cadáver con una manta que no fue retirada en ningún momento mientras cavaban el pozo para enterrarlo. Y para evitar que el cuerpo diera olor levantara las sospechas del casero, lo cubrieron con cal. Además, con este procedimiento buscaban que la carne y los huesos se consumieran hasta desaparecer por completo. Aunque eso llevaría tiempo.