Este acusado admitió que era “el jefe” y que no transfería responsabilidades, y contó que el día de la masacre el jefe de guardia de la base, de apellido Magallanes, lo despertó para comunicarle lo sucedido. Paccagnini descansaba junto a su familia en su casa situada a unos 200 metros del sector de los calabozos y, en ese sentido, precisó que llegó al lugar del hecho en cuestión de minutos. El imputado declaró que al arribar vio a “cuatro o cinco heridos” y que ante esa situación convocó a los médicos. Y situó en el lugar a Bravo, Sosa, un suboficial del que no recordó el nombre y el fallecido Herrera. Respecto de Del Leal, el acusado indicó que ignoraba si había estado al momento del tiroteo o si había llegado después del mismo.
Sobre lo ocurrido, Paccagnini declaró que la guardia estaba a cargo de la Infantería, que esa noche estaba Bravo y Marandino, y que Sosa y Herrera había ingresado después, cuando Bravo ya había hecho salir a los prisioneros de los calabozos. Sostuvo que Herrera no pertenecía a la Infantería pero que estaba reunido con Sosa en el Casino de Oficiales y acompañó a aquel hasta el sector de celdas.
Y en cuanto al resto de las circunstancias de los hechos, repitió la versión oficial de la Marina: que Sosa había inspeccionado los calabozos y que Pujadas, con fines de huir, lo tomó del cuello, originándose un forcejeo y posterior tiroteo.
Fuente: La pasión según Trelew, de Tomás Eloy Martínez.