Una dura acusación
Cozza reapareció en la sala de audiencias donde se le seguía el juicio por el crimen de Marcos a mediados de noviembre, cuando comenzaron los alegatos de las partes. Atrás había quedado su ausencia por estrés y las decenas de testigos que, uno a uno, complicaron la situación del imputado.
La fiscal de juicio fue la primera en exponer sus argumentos de por qué el acusado debía ser condenado. Mientras la representante del Ministerio Público hablaba, el imputado, vestido con un impecable traje, se acomodaba permanentemente los anteojos. Pero, esta vez, su hermano no estuvo presente en la sala para acompañarlo.
“Durante 50 cuadras, el acusado persiguió con su camioneta al remise y, al amparo de la oscuridad y con total desprecio por la vida, disparó 14 proyectiles del tipo que perforan chalecos antibalas contra el vehículo”, argumentó la fiscal, que precisó que Cozza “eligió el lugar más desolado para disparar, una verdadera boca de lobo. Un sitio que colocaba a las víctimas en un mayor estado de indefensión y al victimario en un lugar de mayor impunidad. El imputado siempre evidenció desprecio hacia sus semejantes, a quienes consideraba insignificantes e inferiores”.
Para la fiscal, “el restaurante Dallas fue un búnker donde, minutos después del homicidio, se puso en marcha un operativo para tratar de despegar a Cozza” y cuestionó los métodos utilizados por los abogados de la defensa que “intentaron plantar pruebas”.
También se refirió al hermano del imputado, sobre quien expresó: “Denunció un complot, pero quedó probado que no hubo ninguna irregularidad”.
Así, la fiscal encontró a Cozza “autor materialmente responsable de homicidio simple en concurso real, con homicidio simple reiterado en grado de tentativa en cuatro oportunidades” y por esos delitos pidió que se lo condenara a una pena de 36 años de prisión.
La representante del Ministerio Público consideró como agravantes la falta de arrepentimiento de Cozza y el “insignificante móvil que, por una cuestión narcisista, lo impulsó a disparar contra cinco personas” y afirmó que el acusado era imputable debido a que “se comprobó que fue autor de los disparos, que comprendía sus actos, que fue una acción ideada y planeada para matar”.
Luego del alegato de la fiscalía, fue el turno de alegar a los abogados de los padres de Marcos que pidieron para el empresario la pena de reclusión perpetua.
Mientras que los representantes legales de Gisella y Paula solicitaron una condena de 10 y 20 años respectivamente por el delito de tentativa de homicidio.
Por su parte, la defensa solicitó que al imputado se lo condene por “homicidio culposo”, al tiempo que planteó nulidades, pidió cuatro falsos testimonios y solicitó la absolución por los delitos que le atribuían en base al beneficio de la duda por duda, además de esgrimir el supuesto principio de inimputabilidad.
Los intentos de la defensa por demostrar la inocencia no hicieron más que desesperar los ánimos del imputado, que decidió al final de los alegatos hacer uso de sus últimas palabras. “Péguenme un tiro en la cabeza”, le gritó Cozza al tribunal y señaló: “Somos (por él y su hermano) humildes trabajadores. No tenemos el poder. Si lo tuviéramos, yo no estaría acá”.
Luego, el imputado, al igual que su hermano, se refirió a la “persecución política” de la que son víctimas y responsabilizó de esa supuesta caza al intendente y un ex juez de San Isidro.
“Cuando teníamos la estación de servicio, para obtener la habilitación teníamos que coimear a la Municipalidad. Pero como no lo hicimos, nos empezaron a perseguir políticamente”, indicó Cozza y añadió: “Cuando se enteraron de que éramos los dueños, nos persiguieron de nuevo. La guerra fue implacable”.
“Lamento lo que pasó, pero no tengo nada que ver”, concluyó el acusado entre lágrimas, aunque a esa altura de muy poco le servía mostrar arrepentimiento.