Agustín se despertó en el suelo del baño, mientras caía agua de la desbordada pileta ya que la canilla seguía abierta. Algunas gotas cayeron sobre su frente; entonces se paró, cerró la canilla y secó su rostro. Luego recogió del suelo la tarjeta que le había dado el señor Williams y salió a buscar a Victoria, quien vivía en un departamento en el primer piso de un barrio tranquilo de la periferia de Pilar.
Cuando llegó, golpeó a la puerta repetidamente hasta que ella abrió. - - ¿Agustín?- preguntó la mujer sorprendida, parada en el umbral. - ¿Qué hacés acá?
- Intenté llamarte pero tu número está fuera de servicio. Y tampoco figura en la guía- explicó él, agitado por verla.
- Si, porque me mudé.
Nuestro se quedó callado, pensativo, buscando las palabras justas para que su ex novia le creyera lo que estaba por decir.
- No sé si captaste la señal, Agustín, pero intento terminar contigo. Así que si no te importa… -dijo Vicky, al tiempo que quiso cerrar la puerta pero él no la dejó.
- Esperá, esperá, esperá, por favor. Lo único que necesito es que me des tu nuevo número de teléfono ¿Está bien?
-¿Y por qué te lo daría?
- Porque me equivoqué. No tendría que haberte dejado, nunca. Y ahora lo sé y me arrepiento. Te pido perdón.
- No lo hagas.
- Te entiendo y sé que es muy tarde para cambiar las cosas. Pero necesito decirte algo, que me escuches, y sé que sonará ridículo. Vicky, por favor - dijo nuestro desesperado y mirándola a los ojos. - Necesito que me escuches.
Victoria vio la urgencia de la que Agustín estaba preso y lo dejó pasar. “Decime lo que tenés que decirme y después te vas”, le pidió ella, que se quedó parada en el living, mientras él cerró la puerta y permaneció junto a la misma.
- Esto no tiene mucho sentido para vos porque tampoco lo tiene para mi, pero dentro de ocho años voy a necesitar llamarte y no podré hacerlo si no tengo tu número.
-¿Qué?
- Escuchame Vicky, sólo dame tu número- dijo él, cada vez más irritado. - Sé que arruiné las cosas, que pensás que todo terminó entre nosotros, pero no es así. Si hay una parte de vos que todavía cree en nosotros, dame tu número.
- ¿Y qué me garantiza que no me vas a llamar esta noche o mañana?
- No te voy a llamar durante ocho años, hasta el 24 de diciembre de 2004. Nochebuena. Lo prometo.
Los ojos de Victoria comenzaron a ponerse vidriosos, al igual que los de Agustín, quien le volvió a pedir “por favor” que le diera su número de teléfono.
- Si te doy el número, ¿te vas?
- Si.
- 02322 430120.
- 02322 430120, 02322 430120, 02322… - repitió Agus con sus ojos cerrados y frunciendo el ceño, tratando de memorizar esos números.
- ¿No vas a escribirlo?
- No me serviría de nada. Tenés que conservar ese número. No podés cambiarlo por ocho años.
- ¡Andate!- gritó ella mientras empujaba a su ex novio hacia la puerta.
- Acordate: el 24 de diciembre de 2004. Escuchame Vicky, si todavía te intereso, tenés que contestar- dijo nuestro viajero que terminó de hacer ese pedido cuando ya estaba parado en la vereda y ella del otro lado de la puerta cerrada. -¡No estoy loco, Vicky! ¡Tenés que creerme!- exclamó él, al tiempo que golpeaba la puerta.