Por la tarde, en la playa ya había dos mil soldados ingleses y una importante cantidad de material bélico muy sofisticado. De allí, los británicos no iban a tardar mucho para encaminarse hacia Puerto Argentino, el objetivo principal.
Ante una situación que cada vez era más desfavorable, el general García ordenó un ataque sorpresa en San Carlos, a lo que Menéndez envió una nota donde sostuvo que la misión era imposible de realizarse ya que esa zona estaba a 90 kilómetros y llegar con tropas allí demoraría una semana. Además, Puerto Argentino quedaría desguarnecido ya que el grueso de las tropas estaría en San Carlos.
El 30 de mayo, Puerto Darwin fue tomado por los ingleses. La situación era difícil. Gran Bretaña había decidido suspender el buque de aprovisionamiento que rentaba la Falkland Islands Company y en el archipiélago faltaba harina, azúcar, leche en polvo y carne.
El cuadro recién mejoró algo cuando arribó el ARA Almirante Irízar con provisiones. Pero las tropas que estaban estacionadas lejos de Puerto Argentino casi no recibieron ningún alimento hasta terminado el conflicto.
El 8 de junio las tropas argentinas rechazaron un intento de desembarco británico en Fitz Roy y Bahía Agradable. Este rotundo triunfo argentino fue un oasis en medio del desierto. En las acciones se hundieron la fragata Plymoth y los transportes de tropas Sir Gallad y Sir Tristán.
Pero pocos días después, los ingleses volvieron a tomar el control de la situación. Mientras el Papa Juan Pablo II oraba en Buenos Aires, los británicos derribaron las defensas cercanas a Puerto Argentino ubicadas en los montes Dos Hermanas, Challenger y Kent, en la península de Fressinet.
La mañana del 14 de junio, los soldados ingleses ya habían pasado las defensas del cerro Williams y Tumbledown. A las 9.30, Menéndez habló con el general García y le dijo que la situación era irreversible y que los enemigos habían ofrecido la rendición.
En el Town Hall se terminaron reuniendo el gobernador argentino con el capitán Melbourne Husey, el comodoro Bloomer Reeve y el intérprete Roderick Bell.
Durante tres horas debatieron sobre la capitulación argentina en base a la Convención de Ginebra y los puntos esenciales de la rendición fueron:
- Las unidades conservarán sus banderas.
- Los oficiales conservaran sus armas mientras estén en las islas.
- La administración y gobierno de las tropas será ejercida por sus mandos naturales.
- Se formarán grupos de trabajo mixtos para resolver problemas de personal y logística.
- El regreso de las tropas argentinas al continente se podrá hacer en buques de bandera argentina.
- Las tropas argentinas deberían estar agrupadas en la zona del aeropuerto, pero evacuarán Puerto Argentino sólo al día siguiente.
La decisión de Menéndez de rendirse había terminado con el gobierno de Galtieri, o por lo menos así lo entendió este último. Sin embargo, Galtieri intentó salvar su imagen echando culpas a los generales en las islas por la apresurada decisión y a la Marina, por su rápida deserción en el conflicto.
El 15 de junio la gente fue poblando desde temprano la Plaza de Mayo. Ya habían leído los titulares de los diarios que catalogaban el hecho como de “Catástrofe” ya que cuatro generales y 11 mil hombres estaban bajo el poder de los ingleses y la bandera argentina había sido arriada. La gente gritó “¡Cobardes!, “No se rindan”. Pero desde el balcón no hubo ninguna respuesta.
Finalmente Galtieri ante la presión interna no habló públicamente y sí lo hizo por TV. En su discurso habló que desestimar la actuación militar era “traición”.
Luego, los más altos jefes de las fuerzas armadas enviaron duras críticas hacia el presidente. La crítica fundamental era que nunca los habían consultado a nadie sobre cuestiones referentes a los planes a seguir.
El 18 de junio los militares decidieron echar a Galtieri y así, uno de los máximos promotores de esta guerra absurda, pero no el único, dejó su cargo. Pero las heridas de sus decisiones se mantuvieron abiertas por mucho tiempo más. Inclusive, muchas de ellas aún siguen sangrando.
AA
Junio 2003