NO FUERON LOS CANGREJOS III

 


III

El hombre conducía su automóvil por la ruta desierta y en dirección a la bahía. Sólo lo acompañaba una voz en la radio que no lograba quitarle el aburrimiento, el cual se potenciaba con la monotonía del paisaje que lo rodeada. Por ello, apenas vio a Fernando haciendo dedo sobre la banquina, a la altura de Bleriot, decidió llevarlo.

-¿Hacia dónde vas? –preguntó el conductor.

-A la ciudad –respondió el joven.

-Yo también. Te puedo dejar ahí.

-No hace falta. Además, prefiero bajarme antes del puesto de control del kilómetro 714. Dónde está el puente ferroviario. ¿Puede ser?

-Sí, no hay problema. Pero, ¿para qué te querés bajar ahí?

-Porque quiero pasar primero por lo de un amigo.

-Ok. Como quieras.

Así fue que unos treinta kilómetros más adelante Fernando descendió del auto y comenzó a caminar por las vías del ferrocarril que se extendían al Este de la ruta y a medida que se adentraba en el estuario se alejaba de la misma hasta llegar a la estación de Cuatreros, localidad en la que vivía su amigo Javier y que se ubicaba cerca del puerto.

Toda esa zona que recorría el tren era un terreno que cambiaba al ritmo de las mareas pero, al mismo tiempo, trazaba una diagonal que permitía acortar las distancias con la Ciudad ya que la ruta debía extenderse por más kilómetros para bordear la costa en forma de herradura.

Además, las vías eran un camino supuestamente seguro ya que estaban bastante por encima del nivel del mar y no se inundaban prácticamente nunca.

Por su parte, Javier recibió esa misma tarde un mensaje de texto a su celular desde la línea de Fernando en el que éste le comentó que estaba sin señal y con poca batería, y que en un rato lo llamaría, pero esto no ocurrió.

Y como su amigo tampoco llegó a su casa, al anochecer le envió un mensaje para saber dónde estaba, pero la línea de Fernando no acusó recibo.

“Algo está pasando. El último mensaje que me mandó fue raro. Fer no escribe de esa forma”, le dijo Javier a sus padres, quienes alertaron de lo ocurrido a Catalina, la madre de Fernando que, a su vez, decidió esperar hasta la mañana siguiente para ir a denunciar la desaparición de su hijo en la comisaría del Fortín, donde iniciaron actuaciones por “averiguación de paradero” y dieron intervención a la Fiscalía de Instrucción en turno.

Tanto en sede policial como judicial, la mujer declaró que el último contacto que ella había tenido con su hijo había sido a las 13.30 del feriado, cuando lo llamó para preguntarle dónde estaba, aunque él no quiso decírselo y cortó.

Catalina dijo que también se comunicó con Lucía porque sospechaba que Fernando se dirigía a la Ciudad; sin embargo, la joven le explicó que él nunca había llegado allí.

Pero a pesar de lo extraño que resultaba esta situación, los policías de la zona evidenciaron poco interés en la búsqueda del joven, por lo que la madre y los amigos de éste iniciaron una campaña a través de las redes sociales para difundir el caso y pedir a toda aquella persona que hubiera visto a Fernando o supiera algo de él se presentara a declarar como testigo.

Entonces, los policías Gamarra, Suárez, Contreras, Domínguez y Galvagni debieron dejar asentado oficialmente cuál había sido la supuesta intervención de cada uno de ellos y al hacerlo negaron rotundamente haber llevado al joven detenido hasta alguna de las dependencias de la jurisdicción y aseguraron que le indicaron que regresara a su domicilio porque no estaba autorizado para circular en “cuarentena”.

Al mismo tiempo se descubrió que la automovilista que había llevado a Fernando desde Jakov a Bleriot, de apellido Ferrara, era también policía provincial y que cuando se encontró con el joven estaba de franco y vestida de civil.

Además, se supo que esta efectivo era la actual pareja de Suárez y prima de Contreras.

“En el viaje charlamos y me di cuenta que yo conocía a la madre del chico, pero cuando se lo comenté a él, me dijo que no le contara a nadie, especialmente a Catalina, a dónde se dirigía”, explicó Ferrara en la fiscalía.

Mientras que Galvagni agregó que él, antes de regresar su puesto de vigilancia, alcanzó a ver a la distancia que Fernando subía a un auto particular que transitaba por la ruta en dirección a la Ciudad aunque, aclaró, que no podía identificar al vehículo ni a su conductor porque se encontraba demasiado lejos.

En tanto, otro automovilista declararía luego que alrededor de las 16 de aquel 1 de Mayo, él regresaba a Jakov y a la altura del puente ferroviario se cruzó con una camioneta policial, perteneciente al destacamento de su pueblo y con varios efectivos uniformados a bordo.

De todos modos, la búsqueda de Fernando recién cobró impulso un mes después de su desaparición, cuando el caso llegó a los medios masivos de comunicación. Y fue la presión mediática la que colocó a la Policía provincial bajo la lupa, al punto que en pocas semanas terminó siendo apartada definitivamente de la investigación, a pesar de que el jefe de la fuerza, comisario general Piedrabuena, afirmaba públicamente que ningún efectivo era responsable de lo sucedido con el joven.