El mellizo Milos llegó a Buenos Aires el 11-J, proveniente de Kiev, donde había estado secretamente ocupando el departamento de su hermano que por entonces estaba en Sudáfrica. No bastó con ello para evadir a sus superiores que finalmente lo enviaron al Fin del Mundo con una misión muy clara: Buscar información sobre la localización de un MIG-29 de la Vazduhoplovstvo perdido a mediados de los 90´.
Al llegar a Buenos Aires, nuestro héroe serbio se encontró con una ciudad a punto a abandonar el otoño y esperando con ansias la inminente llegada del Mundial. El vuelo había hecho escala en Madrid, donde abordó Kareem, un francés que a diferencia de Milos viajaba a las pampas para pasear y olvidarse de la frustración que le había generado no haber sido convocado a la gran cita mundialista.
A la salida de Ezeiza, el serbio y el francés se encontraron de casualidad y el segundo lo reconoció de inmediato, aunque pensó que era su hermano al que sí había visto antes en un enfrentamiento entre el Real y el Dinamo. Kareem advirtió que su nuevo amigo estaba más confundido que él, por lo que le propuso que lo acompañara al pequeño chalet que había alquilado en la zona sur del conurbano para ver el partido Francia-Uruguay.
El delantero del Real ya estaba acostumbrado a estas latitudes del planeta ya que en enero de 2009 había disputado y ganado la accidentada Copa Montevideo ante el seleccionado local y el de Zambia.
De cara al plasma de 42 pulgadas, Kareem abrió un vino tinto de Toulouse y brindó junto a Milos mientras observaban un aburrido encuentro en el que escaseaban las jugadas de gol frente a ambos arcos. De pronto, en medio del anodino partido, Gourcúff pateó un tiro libre que sacó el arquero charrúa y le sacó la modorra al público. Pero ese remate también sacudió a Milos que empezó a sentir un fuerte dolor de cabeza. En un primer momento pensó que eran los efectos de alcohol pero la molestia se hizo cada vez más y más intensa.
Ante esa situación, Kareem le propuso ir a la Clínica Trinidad de Quilmes, que era la mejor de guardia en la zona, por lo que nuestros amigos partieron hacia allí. Al llegar, Milos, en un enroscado inglés le dijo al jefe de guardia que deseaba practicarse de inmediato una TAC (Tomografía Axial Computada).
Al médico le costaba entender lo que este paciente fuera de lo común intentaba decirle, por lo que Kareem actuó de traductor con un español un poco más fluido.
- ¿Cuáles son sus síntomas?- preguntó el jefe de guardia al francés.
- El pgroblema es que mi amigó sufgre alucinacioné. Todo el tiempo mirra el tigro libgre de Gourcóuff.
El médico creyó que estos dos extranjeros algo alcoholizados le estaban tomando el pelo, por lo que les indicó que sacaran un turno con un neurólogo y que éste, en todo caso, sería el que ordenara la TAC o la intervención de un psiquiatra si es que consideraba que efectivamente existía algún tipo de alucinación visual, típica de cierto grado de esquizofrenia.
Milos no se sentía para nada bien, por lo que su amigo decidió no volver a su chalet y, en cambio, buscar un nuevo lugar para hospedarse cerca de la clínica, por si acaso. Caminaron por la calle Corrientes y enseguida hallaron una casa de dos pisos, con un pequeño patio delantero y un gran balcón que daba al frente, hacia el oeste. Los dos amigos se quedaron parados un largo rato admirando aquella construcción que estaba en venta hasta que pasó por allí el Capitán Klinec, quien acababa de retirarse de la comisaría 3ra. de Quilmes Oeste.
- Caballeros, ¿los puedo ayudar en algo?-inquirió el jefe policial que había advertido la cara de confusión de nuestro héroes y eso lo había llevado a sospechar de que tenían algo entre manos.
- Quegriamos hospedagrnos en este chateau- respondió Kareem, al tiempo que Milos seguía aturdido por su fuerte dolor de cabeza,
- ¿Tiene dinero?
- Clagro que sí ¿Estos euros sirven?- continuó el francés, al tiempo que extraía un grueso fajo de billetes.
El Cap. Klinec de inmediato tomó su teléfono celular y se comunicó con la inmobiliaria que tramitaba la venta de la casa y en pocos minutos arregló todo el asunto, por lo que Kareem y Milos tuvieron libre acceso a la vivienda, siempre y cuando, le permitieran al jefe policial entrar y salir cuando este quisiera.
A la hora de la cena, nuestros amigos ordenaron a una casa de comidas de Bernal unas porciones de mariscos y otra botella de vino tinto y continuaron analizando la primera jornada de la Copa del Mundo.
- Cgreo saber que te ocugré, mi buen amigó. Tus alucinacioné del tigro libgre de Gourcúff son culpa de las cartas de Dómenech. Están cagrgadas de mala enegrgía.
- Don´t konw, my dear пријатељ- respondió el serbio, que entendía bastante de español a pesar de que no podía pronunciar ni una sola palabra en ese idioma.
Kareem entendió que aquel mismo hombre que lo había dejado sin Mundial por su estúpida afición a la astrología y el Tarot era el responsable del síndrome que se había apoderado de su nuevo amigo y lo mantenía confundido. Para el francés había que eliminar esa fuente de energía negativa por lo que planeó realizar una fiesta en la casona de la calle Corrientes como excusa para reconciliarse con Dómenech, con quien había discutido tras su eliminación de la lista de 23. Claro que debía esperar a que el entrenador abandonara Sudáfrica…