Ramos rápidamente surgió con la idea de utilizar la estancia de sus padres, ubicada en el límite provincial de Buenos Aires, para consumar el acto de Justicia que tanto buscaban. Como sus familiares habitualmente viajaban a Santa Fe por cuestiones comerciales, sólo había que estar atentos a la agenda que ellos llevaban y aprovechar esos días en que el casco iba a estar desocupado. Generalmente, los viajes de negocios de los Ramos duraban casi toda una semana, lo que le daba al grupo cierto margen temporal para actuar sin ser descubiertos.
Con la llegada del otoño, las reuniones en la casa de Villa Urquiza se hicieron más frecuentes y, en ocasiones, más concurridas, ya que de las mismas llegaron a participar Nancy y Cosme.
A fines de marzo, en medio de unos de esos encuentros, el grupo decidió salir en ese mismo momento hacia General Paz, donde había varios puestos de control de la policía que a esa hora no tenían una fuerte custodia.
La idea se les había ocurrido a Marito y Martín, quienes vivían en una casa de Vicente López, y siempre utilizaban esa avenida para entrar a la Capital, por lo que conocían aquellos puestos, ahora fijados como sus objetivos más próximos.
El grupo finalmente asaltó el destacamento sobre General Paz, en momentos en que había un solo efectivo de custodia y se apoderaron de una ametralladora y una pistola, y sí consiguieron sus primeras armas para su misión.
- Flaco, nosotros no somos chorros. No podemos seguir haciendo todo esto- le indicó Nora a su pareja cuando regresaban del destacamento a la casa “centro de operaciones”.
- Ya lo sé. No pretendo empezar a vivir como un delincuente. Pero debemos prepararnos. Mientras nos cuidemos y movamos rápido vamos a estar bien. Tenemos una única misión y eso es lo que nos tiene que importar.
- En este caso, el fin justifica los medios- intervino Marito, quien expresaba una intención de estar dispuesto a todo.
Al ver que fue fácil su primer paso, los jóvenes, al mes siguiente, coparon otro destacamento y esta vez robaron cuatro pistolas y uniformes policiales completos.
Faltaba poco para reunir todo lo necesario y en mayo, robaron un auto y una camioneta de un garage porteño.
En cada una de sus incursiones, los jóvenes utilizaban guantes y disfraces para no dejar rastros ni ser vistos por sus víctimas y testigos. Y utilizaron los autos de Marito y Martín, aunque trataban de no dejarlos estacionados cerca de los objetivos porque no querían “quemarlos” antes de tiempo.