Soledad y muerte: I

 Rodrigo volvió a mediados de la primavera de 2008, después de más de cinco años, a ver a Soledad, luego de que ésta lo contactara a través de Facebook. Primero intercambiaron algunos mensajes privados a través de esa red social y luego correos electrónicos en los que el joven le comentaba sobre su primera novela y ella hacía lo propio con su blog, “El diario de una loca”.

 Al cabo de unos días de comunicación impersonal, los ex novios acordaron salir a cenar juntos, aprovechando que ambos trabajaban hasta tarde en Capital. En aquel entonces, ambos vivían solos, aunque decidieron encontrarse en un lugar neutral, un local de comida mexicana en San Telmo, más precisamente sobre la calle Chile, donde a lo largo de unos 200 metros se ubican, uno al lado del otro, diversos locales gastronómicos, con sus mesas sobre las anchas veredas.

 Durante aquella cita, en la que ambos se miraron como si el tiempo no hubiera pasado ya que físicamente estaban prácticamente igual, ella admitió, por primera y única vez desde que se conocían, que se había portado mal con él y que lo había contactado porque no quería que todo quedara mal. “Sos el único ex novio con el que seguí hablando”, le explicó.

 Esta confesión a Rodrigo lo dejó muy sorprendido, por lo que al cabo de la cena, le propuso volverse a ver, para ver hasta donde estaba dispuesta a llegar su nueva “amiga”. La joven accedió y se despidieron con un beso en la mejilla.

 Días después, tras una serie de mensajes de texto, volvieron a encontrarse a cenar y esta vez, como postre, se besaron delante de todos los demás comensales de un coqueto restó de Palermo, cerca de Plaza Serrano. De todos modos, no hubo una gran escena de pasión ni mucho menos, ya que él había elegido una mesa apartada en el jardín trasero del comercio.

 Cuando él la acompañó hasta su auto, le propuso ir a tomar un café a su departamento o al de ella, pero Soledad le dijo que ese día no era el indicado, por lo que acordaron en volverse e ver.

 La tercera salida fue otra cena, en otro punto de la Capital más cercano al domicilio de la muchacha: Caballito. Al igual que las otras dos, ocurrió entre semana, por lo que Rodrigo –que esta situación sumaba el “no” al café- suponía que ella estaba con otro hombre, no de novia, pero si en algún tipo de relación.

 Este Rodrigo no era el mismo que había sido el novio de Soledad, había crecido y en el mejor de los sentidos que puede lograrse: aprendiendo de sus errores. Ya no le temía al rechazo de la joven que, por su parte, se había mostrado más fría que en la cita anterior.

 Cuando Rodrigo comenzó a indagar en la situación amorosa de Sole, ella se adelantó y le aclaró que no quería retomar la relación con él. “Hablé con Andrea y le conté que te había vuelto a ver, y ella me dijo que no te lastimara más”, le comentó.

 Orgulloso, Rodri le dijo que él tampoco tenía intenciones de retomar el noviazgo y que sólo estaba tratando de “pasarla bien y nada más”. Para fundamentar su discurso, él inventó una chica con la que estaba saliendo hacía poco tiempo y que, si bien no se trataba de su novia, podría llegar a serlo en el futuro. En realidad, se trataba de una amiga suya a la que había comenzado a ver con otros ojos desde hacía algunos meses.

 De esta manera, el joven periodista logró que Sole terminara por confesarle que días pasados ella había vuelto a hablar con su ex novio, Nicolás, y que había chances de reconciliación, por lo que no quería estropearlas.

 Antes de terminar la cena, Rodrigo se sentó junto a ella y la besó en los labios. Pero al despedirse, Sole lo saludó con un beso en la mejilla. Estos fueron los últimos contactos físicos entre ambos y también la última ocasión en que él vio con vida a su ex novia...