Nuestro viajero volvió a despertarse bruscamente. Esta vez estaba tirado en un sillón de cuero marrón dentro de la oficina de Daniel, en la UBA, mientras el científico seguía escribiendo frenéticamente en su pizarrón.
- ¿Qué pasó?- preguntó Agustín.
- Te desvaneciste durante 75 minutos- respondió Danny.
-¿Desvanecí?
- Si, si, si. Te volviste catatónico en el medio de una frase. Tuve que cargarte hasta el sillón ¿Supongo que volviste al futuro?
- Si.
- ¿Por cuánto tiempo?
- No lo sé ¿Cinco minutos?
Agus se quedó sentado en el sillón, algo aturdido y tomándose el rostro con las manos. Mientras que Daniel cargaba papeles de un lado al otro de la oficina.
- ¿Por qué me está pasando esto?
- En tu caso, creo que la progresión es exponencial. Cada vez que tu conciencia salta, te es más difícil regresar. Tendría cuidado al cruzar la calle si estaría en tu lugar.
Nuestro viajero hizo un gesto de negación con ligeros movimientos laterales de su cabeza y así alcanzó a ver la jaula donde estaba la rata blanca, inmóvil.
- ¿Qué le pasó?
- Murió.
- Si, lo puedo ver. Pero ¿cómo?
- Aneurisma cerebral, supongo. Más tarde le haré la autopsia.
- ¿Eso me pasará a mi?
- Los efectos parecen variar de caso en caso, pero….
- ¡Contestame!- ordenó Agus mientras de un salto tomó a Danny de las solapas de su ambo blanco y lo empujó contra el pizarrón - Si esto me sigue pasando ¿voy a morir?
- No lo sé- respondió un sereno pero tembloroso Daniel, tras lo cuál Agustín lo soltó y caminó unos pasos hacia atrás -Creo que el cerebro de Estelita entró en corto circuito. En los saltos entre el presente y el futuro, no pudo diferenciar uno del otro. No tenía algo para sujetarse.
-¿Qué querés decir con sujetarse?
- Algo familiar en ambos tiempos. Todo esto ¿Ves?-dijo el científico señalando el pizarrón- Son variables. Son el azar. Caóticas. Cada ecuación necesita estabilidad, algo conocido. Se llama constante. Vos no tenés una constante. Cuando vas al futuro, nada allí es familiar. Así que si querés detener esto, cuando estés ahí tenés que encontrar algo que realmente te importe y que también exista aquí, en 1996.
Agus quedó callado, pensativo, tratando de entender.
- Esta constante, ¿puede ser una persona?
- Si, puede ser. Pero tenés que hacer algún tipo de contacto ¿No dijiste que estabas en un barco en el medio de la nada?
Nuestro viajero no le respondió enseguida y en vez tomó el teléfono y comenzó a marcar un número.
- ¿A quién llamás?
- Estoy llamando a mi maldita constante.
“El número que ha marcado está actualmente desconectado”, se escuchó decir a la operadora telefónica, tras lo cuál, Agus salió corriendo de la oficina pero apenas bajó unos escalones trastabilló y se cayó.