II

A pesar de los enormes esfuerzos por brindar mayor seguridad, el 14 de junio de 1998, los incidentes se adueñaron del escenario del Mundial. Ocurrió en Marsella, donde los hooligans ingleses, al no poder conseguir entradas para el partido de Inglaterra frente a Túnez del día siguiente, se trenzaran a golpes con la policía e hinchas tunecinos.
El saldo fue un inglés herido gravemente en el cuello, 20 personas con lesiones y 70 detenidos. Pero no acabó allí, porque luego del partido, 200 hooligans borrachos provocaron más peleas que arrojaron 63 heridos y 81 detenciones más, a pesar de un operativo de seguridad que contó con 1.600 policías, 400 gendarmes y 75 efectivos del grupo especial de elite.
Mientras tanto, los barrabravas argentinos no se quedaron atrás. El 26 de junio, en Burdeos, tres hinchas, Mario Bermúdez, Edmundo Gagliardi y Miguel Angel Fernández, fueron detenidos por asaltar a un revendedor de entradas. A uno de ellos le dieron un mes de prisión y 4.000 francos de multa, mientras que los otros dos recibieron la pena de dos meses de prisión y una multa de 5.000 francos.
Ese mismo día, en el mismo lugar pero después del partido ante Croacia, hubo una pelea entre 50 personas de nacionalidad argentina y del equipo rival. Dos hinchas de Argentina fueron detenidos por golpear a dos simpatizantes croatas. La policía francesa los identificó como Lucas Quintás y Federico Sassone, quienes fueron acusados de cortar en el cuello a Boran Kaich, que tuvo que se operado, y de golpear en diferentes partes del cuerpo a Urban Varjac.
Las autoridades argentinas enviaron a Francia a tres jefes policiales para custodiar a los hinchas: Francisco Loban, comisario inspector de la Policía Federal, Juan José Defagot, de la División de Análisis de Eventos Deportivos y Públicos, y Alejandro Cano, titular de la seccional 44ta.. Ellos trabajaron junto a Mario Berboute, de Interpol Argentina y elaboraron una lista de 1.000 barrabravas, de los cuáles sólo 30 fueron ubicados.
En su mayoría eran de Boca, River, Chacarita, y Defensores de Belgrano. Sin embargo, estos no protagonizaron ningún incidente durante todo el torneo.
Pero a medida que se acercaba el partido entre Argentina e Inglaterra el temor por un posible choque de hinchadas creció. El alcalde de Saint Etienne, donde se disputó el encuentro, dispuso el 28 de junio una serie de medidas anti disturbio. Decidió colocar 1.500 policías en el estadio y sus alrededores. No prohibió el alcohol, pero ordenó a los bares y restaurantes de la ciudad y otras 8 localidades aledañas cerrar antes de las 23 del día antes y el mismo día del partido. Y también decidió no transmitir el partido en pantalla gigante en las plazas Jean Jaurés y Marengo, en pleno centro de la ciudad.
Evidentemente, al no establecer una ley seca las otras medidas eran estériles. Todos estaban paranoicos, menos las autoridades de Saint Etienne. “No podemos prohibirle a la gente que tome alcohol y se divierta. No tenemos miedo”, dijo el alcalde Michel Thriolliere.
Los grandes problemas con respecto a la seguridad siguieron siendo la reventa de entradas que hacía que las hinchadas se mezclarán dentro del estadio, y el consumo de alcohol. Los hooligans compraban las bebidas en el ferry, en ciudades aledañas o las traían de su casa.
Mientras tanto, las autoridades de Inglaterra informaban que 30 mil hinchas habían viajado a Francia para ver el partido contra los argentinos, de los cuáles sólo 2.000 tenían entradas.