El crimen del militante VII

Federico Lugo, quien integraba el mismo grupo de manifestantes que Ferreyra, declaró el 23 de agosto que el día del crimen no hubo un enfrentamiento con la patota ferroviaria sino que hubo un ataque contra los que protestaban.

El testigo indicó durante el debate que los agresores bajaron de las vías del ferrocarril Roca en Barracas y que ante esa situación, él junto a otras 10 o 15 personas formaron un cordón humano para proteger a los manifestantes.

“El cordón es atacado y nosotros devolvemos algunos piedrazas”, relató Lugo quien admitió que “para la defensa” se habían distribuido palos entre los integrantes de su grupo.[1]

El testigo dijo que en ese momento vio en en medio de la calle, entre los que conformaban el grupo de los “atacantes” a una persona con “un arma de fuego” que los “estaba apuntando” y que luego escuchó a Nelson Aguirre que se agarraba la pierna y gritaba: “Son balas de plomo”.[2]

“Fue un ataque, no fue un enfrentamiento”, aseguró Lugo, quien describió a la persona armada como “robusta”, que se encontraba “agazapada” y con el arma “en la mano derecha”.[3]

Por su parte, la defensa del acusado Pedraza pidió la nulidad de todo el proceso y su excarcelación por considerar que se habían producido “contradicciones” entre los primeros ocho testigos y presentado “pruebas viciadas”.

El defensor Carlos Froment también solicitó nuevamente la excarcelación de Pedraza y el tribunal le indicó que lo iba a resolver al día siguiente, aunque el requerimiento de nulidad lo iba a definir al finalizar el debate.

El día después, el tribunal finalmente rechazó el pedido de excarcelación de Pedraza y también de los acusados Fernández, Alcorcel, Uño y Sánchez, cuyos defensores se habían sumado al requerimiento del abogado Froment.

Es que los defensores sostenían la versión del enfrentamiento, de que “los militantes querían pelea y a tuvieron” –tal como lo describió el abogado Alejandro Freeland, defensor de Fernández- y que los ferroviarios dispararon para defenderse. Y para ello, se basaron en los dichos de un testigos presencial, Miguel Angel Espeche, quien declaró que antes de los incidentes ya había utilizado “una o dos veces” la gomera.[4]