El sol empezaba a filtrarse por la densa vegetación que rodeaba, y sobre todo custodiaba, el campamento ubicado en la playa, cerca del mar. Ya era de mañana, por lo que había pasado un día entero desde que Agustín y Sergio habían volado en el helicóptero de Francisco desde la isla hacia el barco carguero anclado a unos 130 kilómetros de la costa. Javier, quien tomaba casi todas las decisiones de los que ocupaban el campamento, había intentado obtener respuestas de parte de Carla pero fue en vano. Daniel, por su parte, tomaba agua de desayuno y trataba de seguir el juego de la mujer, con quien había llegado a aquella misteriosa balsa de piedra a buscar sobrevivientes.
- Ya pasó un día desde que se fueron ¿Por qué no sabemos nada de ellos?- preguntó Javier mientras trataba de hacer funcionar el maldito teléfono satelital con el que pretendía comunicarse con el barco.
- Te lo vengo diciendo desde anoche: ¡No sé!- respondió Carla - Escuchaste lo mismo que yo cuando llamamos al barco, ¿qué te hace pensar que puedo saber algo más?
- Porque no estás preocupada- intervino Julieta, quien siempre respaldaba el liderazgo de Javi.
- ¿Cómo?- dijo Carla.
- Tu barco está pocas millas náuticas de la costa ¿Cuánto podría haberles tomado en llegar? ¿Veinte minutos? Así que, ¿por qué no estás preocupada?
- ¿Debería juntar mis manos y rezar por el barco?- ironizó la pelirroja de ojos celestes que ahora se clavaban en la mirada firme de Julieta.
La tensión era cada vez más evidente entre aquellas dos mujeres de la ciencia, por lo que Daniel intercedió para calmar los ánimos.
- Vamos… Tal vez deberíamos decirles- propuso él.
- ¿Decirnos qué?- preguntó Javi, nervioso y enojado, al tiempo que caminó apurado los pasos que lo separaban de aquel científico que seguía vistiendo un desubicado pantalón de vestir, camisa y corbata, y zapatos que se hundía en la arena.
- No confundas a nadie… - dijo Carla a su amigo.
- Bueno… Daniel, si hablás lento podremos entenderte- sugirió una sarcástica Julieta.
Todos quedaron en silencio por unos instantes y las miradas se posaron sobre Daniel, quien, acorralado, no tuvo más remedio que decirles a sus nuevos amigos lo que estaba pasando.
- La percepción que tienen del tiempo que sus amigos han estado fuera no es necesariamente cuánto tiempo hayan estado realmente fuera.
- ¿Qué significa eso?- preguntó Javi confundido.
- Esto es un error- dijo Carla a Daniel, quien se tomó el rostro, rascándose la barba, en busca de respuestas más acordes a lo que esperaba Jack.
- Estarán bien, estarán bien. Si Francis sigue la ruta que le dije, estarán bien- aseguró el científico.
- ¿Y qué pasa si no?- inquirió el líder.
- Entonces habrá efectos secundarios.
VIAJES DE AMOR, basada en una historia inventada
I
Agustín Albiol iba sentado como copiloto mientras Francisco estaba al mando del helicóptero que sobrevolaba un océano atlántico que parecía infinito. Nada a la vista, salvo la foto que él llevaba en su mano y en la que se lo veía junto a Victoria. En el asiento de atrás estaba Sergio, un muchacho de otra provincia, que advirtió que el piloto revisaba sus coordenadas.
- ¿Qué es eso?- le pregunto a Francisco, quien seguía con el dedo unas indicaciones escritas en un trozo de papel amarillo.
- Me lo escribió Daniel.
- ¿No sabes dónde está su barco?
- Si sé donde está- respondió Francisco tajante, mientras seguía revisando las improvisadas coordenadas.
De pronto, el helicóptero entró en un sistema de nubes negras, que oscurecieron el cielo por completo en un instante.
- ¿Por qué vas directo a esa tormenta?- preguntó Sergio, inquieto.
- ¿Por qué no me dejás hacer mi trabajo?- contestó un molesto piloto.
A su lado, Agustín seguía contemplando la foto.
- ¿Ella es Victoria?-inquirió Sergio, a lo que su amigo le respondió afirmativamente con un gesto de su cabeza.
- Pero ella le dijo a Carlitos que no sabía de este barco, ¿no?
- Si.
- Entonces ¿qué esperás encontrar cuando lleguemos?
- Respuestas- le dijo Agustín, al tiempo que la aeronave entró en una violenta turbulencia.
“¡Mierda!”, gritó Francisco, en tanto que los instrumentos del helicóptero parecían haberse vuelto locos. “¡Agárrense!”, les indicó a sus dos tripulantes mientras trataba de retomar el control. Agus, que llevaba una camisa azul toda arrugada y desabotonada casi por completo, el pelo largo y enmarañado, y una tupida barba, cerró los ojos y apretó fuerte la fotografía.
Luego, se despertó sobresaltado y abrió su mano, pero esta ya no tenía la foto sino que estaba apretando fuertemente la sábana de la cama en la que aún permanecía acostado. “¡Sobre sus sudosos pies, ahora, ahora!”, gritó el sargento al entrar a las barracas. “¿Qué está esperando Albiol?”, continuó el oficial a cargo al ver que Agustín, con el pelo bien corto y afeitado al ras, seguía acostado. El soldado se paró junto a su catrera, al igual que el resto de los conscriptos, mientras el sargento, caminando a paso firme y haciendo resonar los borceguíes sobre el suelo de mosaico frío, se le paró justo en frente, a escasos centímetros de distancia.
- ¿Cuál es el problema Albiol?
Pero Agustín no respondió, siguió con sus ojos bien abiertos, tratando de entender que le estaba ocurriendo. Los demás, soldados, bastante más jóvenes que él y también vestidos con una camiseta verde oliva y calzoncillos largos color blanco, miraban al frente, en absoluto silencio.
¿Acaso no me escuchó?- le repreguntó el sargento.
- Lo siento señor. Es que tuve un sueño.
- ¡¿Y qué estaba soñando que le llevó tanto tiempo llegar a su marca?!
- Que estaba en un helicóptero, señor. En medio de una tormenta, señor. Pero no recuerdo el resto, señor.
- Bueno, al menos era un sangriento sueño militar.
El sargento se alejó de Agustín, siempre con sus manos detrás de la espalda, y se paró delante del grupo. “Bien, todos al patio en cuatro minutos. Y pueden agradecerle al soldado Albiol por hacerlo el doble”, les ordenó. “Muévanse!”, gritó.
Los soldados se encontraron luego en un patio inundado por una tremenda lluvia donde comenzaron haciendo flexiones de brazo. “¡Uno, dos, tres, cuatro; uno, dos, tres, cuatro. Cien flexiones! ¡Vamos, vamos, vamos!”, arengaba el sargento para que sus conscriptos cambiaran de posición y comenzaran con los abdominales.
- Espero que tu sueño haya valido la pena- le dijo, por lo bajo, Roberto a su compañero Agustín, mientras seguían con el ejercicio.
- Lo siento compañero. Es que nunca tuve un sueño tan real. Fue como si realmente hubiera estado ahí.
El sargento escuchó a los dos solados hablar, entonces se les acercó.
- ¿Tiene algo para decir, Albiol?, dijo el oficial a cargo, pero Agustín cerró los ojos, no respondió y siguió con sus abdominales - ¡Le hice una pregunta!
Cuando Agus volvió a abrir los ojos estaba volando nuevamente en el helicóptero junto a Sergio y Francisco, y en medio de una fuerte tormenta eléctrica que se azotaba sobre el agitado océano. “Creo que ya la pasamos”, indicó el piloto. Pero Agustín estaba como ido y empezó a tratar de sacarse el cinturón de seguridad.
-¿Qué hacés?- preguntó Sergio a su amigo - ¿Estás bien?
- ¿Quién sos?- respondió con los ojos desborbitados - ¡¿Cómo sabés mi nombre?!- gritó exaltado.
Agustín Albiol iba sentado como copiloto mientras Francisco estaba al mando del helicóptero que sobrevolaba un océano atlántico que parecía infinito. Nada a la vista, salvo la foto que él llevaba en su mano y en la que se lo veía junto a Victoria. En el asiento de atrás estaba Sergio, un muchacho de otra provincia, que advirtió que el piloto revisaba sus coordenadas.
- ¿Qué es eso?- le pregunto a Francisco, quien seguía con el dedo unas indicaciones escritas en un trozo de papel amarillo.
- Me lo escribió Daniel.
- ¿No sabes dónde está su barco?
- Si sé donde está- respondió Francisco tajante, mientras seguía revisando las improvisadas coordenadas.
De pronto, el helicóptero entró en un sistema de nubes negras, que oscurecieron el cielo por completo en un instante.
- ¿Por qué vas directo a esa tormenta?- preguntó Sergio, inquieto.
- ¿Por qué no me dejás hacer mi trabajo?- contestó un molesto piloto.
A su lado, Agustín seguía contemplando la foto.
- ¿Ella es Victoria?-inquirió Sergio, a lo que su amigo le respondió afirmativamente con un gesto de su cabeza.
- Pero ella le dijo a Carlitos que no sabía de este barco, ¿no?
- Si.
- Entonces ¿qué esperás encontrar cuando lleguemos?
- Respuestas- le dijo Agustín, al tiempo que la aeronave entró en una violenta turbulencia.
“¡Mierda!”, gritó Francisco, en tanto que los instrumentos del helicóptero parecían haberse vuelto locos. “¡Agárrense!”, les indicó a sus dos tripulantes mientras trataba de retomar el control. Agus, que llevaba una camisa azul toda arrugada y desabotonada casi por completo, el pelo largo y enmarañado, y una tupida barba, cerró los ojos y apretó fuerte la fotografía.
Luego, se despertó sobresaltado y abrió su mano, pero esta ya no tenía la foto sino que estaba apretando fuertemente la sábana de la cama en la que aún permanecía acostado. “¡Sobre sus sudosos pies, ahora, ahora!”, gritó el sargento al entrar a las barracas. “¿Qué está esperando Albiol?”, continuó el oficial a cargo al ver que Agustín, con el pelo bien corto y afeitado al ras, seguía acostado. El soldado se paró junto a su catrera, al igual que el resto de los conscriptos, mientras el sargento, caminando a paso firme y haciendo resonar los borceguíes sobre el suelo de mosaico frío, se le paró justo en frente, a escasos centímetros de distancia.
- ¿Cuál es el problema Albiol?
Pero Agustín no respondió, siguió con sus ojos bien abiertos, tratando de entender que le estaba ocurriendo. Los demás, soldados, bastante más jóvenes que él y también vestidos con una camiseta verde oliva y calzoncillos largos color blanco, miraban al frente, en absoluto silencio.
¿Acaso no me escuchó?- le repreguntó el sargento.
- Lo siento señor. Es que tuve un sueño.
- ¡¿Y qué estaba soñando que le llevó tanto tiempo llegar a su marca?!
- Que estaba en un helicóptero, señor. En medio de una tormenta, señor. Pero no recuerdo el resto, señor.
- Bueno, al menos era un sangriento sueño militar.
El sargento se alejó de Agustín, siempre con sus manos detrás de la espalda, y se paró delante del grupo. “Bien, todos al patio en cuatro minutos. Y pueden agradecerle al soldado Albiol por hacerlo el doble”, les ordenó. “Muévanse!”, gritó.
Los soldados se encontraron luego en un patio inundado por una tremenda lluvia donde comenzaron haciendo flexiones de brazo. “¡Uno, dos, tres, cuatro; uno, dos, tres, cuatro. Cien flexiones! ¡Vamos, vamos, vamos!”, arengaba el sargento para que sus conscriptos cambiaran de posición y comenzaran con los abdominales.
- Espero que tu sueño haya valido la pena- le dijo, por lo bajo, Roberto a su compañero Agustín, mientras seguían con el ejercicio.
- Lo siento compañero. Es que nunca tuve un sueño tan real. Fue como si realmente hubiera estado ahí.
El sargento escuchó a los dos solados hablar, entonces se les acercó.
- ¿Tiene algo para decir, Albiol?, dijo el oficial a cargo, pero Agustín cerró los ojos, no respondió y siguió con sus abdominales - ¡Le hice una pregunta!
Cuando Agus volvió a abrir los ojos estaba volando nuevamente en el helicóptero junto a Sergio y Francisco, y en medio de una fuerte tormenta eléctrica que se azotaba sobre el agitado océano. “Creo que ya la pasamos”, indicó el piloto. Pero Agustín estaba como ido y empezó a tratar de sacarse el cinturón de seguridad.
-¿Qué hacés?- preguntó Sergio a su amigo - ¿Estás bien?
- ¿Quién sos?- respondió con los ojos desborbitados - ¡¿Cómo sabés mi nombre?!- gritó exaltado.
17-17
17-17
La búsqueda fue exitosa, porque los encontramos en un rastrillaje”, expresó el ministro Hutch el 4 de diciembre, delante de las decenas de periodistas apostados a la vera de la ruta, pocos kilómetros antes de llegar a Nobleza, donde a unos 200 metros de la calzada, en medio de un pastizal custodiado por altos árboles acababa de aparecer el auto de los Pumba, con los cuatro cadáveres.
Tras aquella sorprendente evaluación satisfactoria del funcionario, éste aseguró: “No hay ninguna duda que se trató de un accidente de tránsito común”, aunque el hallazgo era reciente y los peritajes recién habían comenzado.
El ministro dijo que “no hubo fallas” en el operativo de la policía, -aunque un mes después se iba a contradecir y admitir que se habían equivocado en la forma de buscar a la familia- y aseguró que fue un efectivo de la zona el que encontró el auto con los cuerpos en un rastrillaje de a pie.
Lo curioso es que los investigadores, en especial el secretario Starsky –quien renunció días después-, estaban seguros de que por ese mismo lugar ya los habían buscado en varias oportunidades pero sin éxito.
De acuerdo a las primeras sospechas, el auto de los Pumba se salió de la ruta en una curva peligrosa, en al que ya habían ocurrido varios accidente, impactó contra una alcantarilla lo que provocó que se desprendiera el parabrisas, los ocupantes salieron despedidos y el Corsa finalmente quedó volcado entre la maleza.
Y todo esto había sucedido el mismo día en que habían salido de Piedrabuena y minutos antes de llegar a su destino, por lo que lo realizado por los investigadores durante los 16 días posteriores no tuvo ningún sentido, principalmente, para los familiares de los Pumba, que responsabilizaron a la policía y a la fiscal Magoo, quienn los llamó llorando para pedirles disculpas. Tarde, demasiado tarde.
AA
2009
La búsqueda fue exitosa, porque los encontramos en un rastrillaje”, expresó el ministro Hutch el 4 de diciembre, delante de las decenas de periodistas apostados a la vera de la ruta, pocos kilómetros antes de llegar a Nobleza, donde a unos 200 metros de la calzada, en medio de un pastizal custodiado por altos árboles acababa de aparecer el auto de los Pumba, con los cuatro cadáveres.
Tras aquella sorprendente evaluación satisfactoria del funcionario, éste aseguró: “No hay ninguna duda que se trató de un accidente de tránsito común”, aunque el hallazgo era reciente y los peritajes recién habían comenzado.
El ministro dijo que “no hubo fallas” en el operativo de la policía, -aunque un mes después se iba a contradecir y admitir que se habían equivocado en la forma de buscar a la familia- y aseguró que fue un efectivo de la zona el que encontró el auto con los cuerpos en un rastrillaje de a pie.
Lo curioso es que los investigadores, en especial el secretario Starsky –quien renunció días después-, estaban seguros de que por ese mismo lugar ya los habían buscado en varias oportunidades pero sin éxito.
De acuerdo a las primeras sospechas, el auto de los Pumba se salió de la ruta en una curva peligrosa, en al que ya habían ocurrido varios accidente, impactó contra una alcantarilla lo que provocó que se desprendiera el parabrisas, los ocupantes salieron despedidos y el Corsa finalmente quedó volcado entre la maleza.
Y todo esto había sucedido el mismo día en que habían salido de Piedrabuena y minutos antes de llegar a su destino, por lo que lo realizado por los investigadores durante los 16 días posteriores no tuvo ningún sentido, principalmente, para los familiares de los Pumba, que responsabilizaron a la policía y a la fiscal Magoo, quienn los llamó llorando para pedirles disculpas. Tarde, demasiado tarde.
AA
2009
17-16
Pasaron 16 días de la desaparición de los Pumba y la fiscal Magoo empezó a evaluar seriamente la posibilidad de ofrecer uan recompensa para aquellas personas que aportaran datos que al esclarecimiento del caso. La idea surgió del ministro Hutch, quien solía recurrir a esa herramienta aunque en situaciones en las que se acredita que se trata de un delito penal.
“La investigación es intensa. Es día a día. Hay pistas que se van desdibujando con el correr de los días y otras que cobran un poco más de peso”, explicó la funcionaria judicial, que aclaró que no había un “límite temporal” para seguir buscando.
En tanto, aquel día los detectives policiales regresaban frustrados de la provincia de Somoza, en el extremo oeste del país, a casi mil kilómetros de Nobleza. Los efectivos se habían trasladado hasta allí, siguiendo una pista vinculada a la actividad laboral de Federico.
El dato que había recibido la policía de Somoza era que la familia buscada podía estar oculta en uan comuna cercana a la capital donde Federico había estado días antes de desaparecer por cuestiones de trabajo, pero la búsqueda dio resultados negativos.
“Federico era asesor de imprenta y me llevaba adelante todo el sistema de calidad, y tuvimos una auditoria por una certificación, a la que vino gente de Buenos Aires”, explicó Walter Castro, el dueño de la imprenta de la comuna.
Pero el propio imprentero descartó en una entrevista con los medios de Somoza que los Pumba estuvieran en la provincia.
“La investigación es intensa. Es día a día. Hay pistas que se van desdibujando con el correr de los días y otras que cobran un poco más de peso”, explicó la funcionaria judicial, que aclaró que no había un “límite temporal” para seguir buscando.
En tanto, aquel día los detectives policiales regresaban frustrados de la provincia de Somoza, en el extremo oeste del país, a casi mil kilómetros de Nobleza. Los efectivos se habían trasladado hasta allí, siguiendo una pista vinculada a la actividad laboral de Federico.
El dato que había recibido la policía de Somoza era que la familia buscada podía estar oculta en uan comuna cercana a la capital donde Federico había estado días antes de desaparecer por cuestiones de trabajo, pero la búsqueda dio resultados negativos.
“Federico era asesor de imprenta y me llevaba adelante todo el sistema de calidad, y tuvimos una auditoria por una certificación, a la que vino gente de Buenos Aires”, explicó Walter Castro, el dueño de la imprenta de la comuna.
Pero el propio imprentero descartó en una entrevista con los medios de Somoza que los Pumba estuvieran en la provincia.
17-15
Los policías estaban bajo mucha presión y cualquier pista servía para calmar un poco los ánimos o, exacerbarlos aún más. A quince días de la desaparición de los Pumba, un móvil de la seccional de Marrón, partido cercano al de Piedrabuena, recorría una zona de descampados cuando los dos efectivos que iban a bordo advirtieron la presencia de un Chevrolet Corsa totalmente incinerado al costado de un camino vecinal de tierra.
Inmediatamente, los policías avisaron del hallazgo a sus superiores que sospecharon que podía llegar a tratarse del auto de la familia buscada. Ante esa situación, decenas de uniformados fueron hasta el lugar donde se encontraba el vehículo y comenzar a investigar si, efectivamente, se trataba del Corsa que conducía Federico.
Los peritos analizaron toda la escena y determinaron que no tenía chapa patente ni número de motor y que, además, la numeración de la carrocería había sido parcialmente borrada. Por eso, la identificación in situ y de visu fue imposible, así que se llevaron muestras del auto para analizarlas en sus laboratorios.
Horas después del hallazgo, los expertos confirmaron que el auto era color rojo, no gris, al tiempo que los detectives se entrevistaron con los vecinos del barrio del lugar donde se encontró el vehículo y que confirmaron que el mismo estaba allí desde hacía por lo menos 20 días, lo que hacía imposible que fuera el de los Pumba.
Inmediatamente, los policías avisaron del hallazgo a sus superiores que sospecharon que podía llegar a tratarse del auto de la familia buscada. Ante esa situación, decenas de uniformados fueron hasta el lugar donde se encontraba el vehículo y comenzar a investigar si, efectivamente, se trataba del Corsa que conducía Federico.
Los peritos analizaron toda la escena y determinaron que no tenía chapa patente ni número de motor y que, además, la numeración de la carrocería había sido parcialmente borrada. Por eso, la identificación in situ y de visu fue imposible, así que se llevaron muestras del auto para analizarlas en sus laboratorios.
Horas después del hallazgo, los expertos confirmaron que el auto era color rojo, no gris, al tiempo que los detectives se entrevistaron con los vecinos del barrio del lugar donde se encontró el vehículo y que confirmaron que el mismo estaba allí desde hacía por lo menos 20 días, lo que hacía imposible que fuera el de los Pumba.
17-14
Decenas de policías, con el apoyo de buzos tácticos, buscaron el 1 de diciembre a los Pumba en el cauce y márgenes de los ríos cercanos a Nobleza. Fue un operativo desplegado a lo largo y a lo ancho de 10 kilómetros y monitoreado desde el aire por un helicóptero de la fuerza.
Los bomberos voluntarios que cooperaron con la policía navegaron las aguas con gomones y semirrígidos y utilizaron largos gancho de hierro para rastrillar el fondo pedregoso.
Mientras que a los costados del cauce, los efectivos vestidos de azul caminaron entre por taperas abandonadas y montes de tupida arboleda y arbustos, que no pueden ser observados desde el aire.
Los policías se centraron, además, en los tramos del cauce justo debajo de los puentes de las dos rutas que cruzan el río, pero tampoco hubo resultados positivos.
Todo este megaoperativo fue seguido de muy cerca por los periodistas que no podían apartar su curiosidad de los vaivenes de una investigación incierta y una búsqueda frustrante.
Los bomberos voluntarios que cooperaron con la policía navegaron las aguas con gomones y semirrígidos y utilizaron largos gancho de hierro para rastrillar el fondo pedregoso.
Mientras que a los costados del cauce, los efectivos vestidos de azul caminaron entre por taperas abandonadas y montes de tupida arboleda y arbustos, que no pueden ser observados desde el aire.
Los policías se centraron, además, en los tramos del cauce justo debajo de los puentes de las dos rutas que cruzan el río, pero tampoco hubo resultados positivos.
Todo este megaoperativo fue seguido de muy cerca por los periodistas que no podían apartar su curiosidad de los vaivenes de una investigación incierta y una búsqueda frustrante.
17 - 13
La presión de los periodistas que habían interrumpido la tranquilidad de Nobleza fue tan fuerte que la fiscal Magoo dio el 30 de noviembre una conferencia de prensa en su oficina.
La funcionaria judicial dijo que seguían dos principales hipótesis: una, que apuntaba a la desaparición involuntaria de los Pumba a raíz de un delito, aunque admitió que no había indicios de secuestro extorsivo ni robo. La otra pista, en cambio, era la de la desaparición voluntaria, por lo que investigaba algún conflicto familiar.
“No podemos aventurar nada”, expresó al fiscal, al tiempo que decenas de policías volvieron a inspeccionar la casa de los Pumba en Piedrabuena.
La funcionaria judicial dijo que seguían dos principales hipótesis: una, que apuntaba a la desaparición involuntaria de los Pumba a raíz de un delito, aunque admitió que no había indicios de secuestro extorsivo ni robo. La otra pista, en cambio, era la de la desaparición voluntaria, por lo que investigaba algún conflicto familiar.
“No podemos aventurar nada”, expresó al fiscal, al tiempo que decenas de policías volvieron a inspeccionar la casa de los Pumba en Piedrabuena.
17 - 12
Un gabinete psicológico de la policía comenzó el 29 de noviembre a entrevistarse con los familiares más cercanos de los Pumba, no sólo para dar contención sino para buscar algún dato que sea de relevancia para la investigación. Mientras eso ocurría, la señora Roberts arriesgó ante los periodistas que hacía guardia todos los días en la puerta de su casa: "Para mí, mi hija está secuestrada y no la dejan comunicarse con nosotros".
Pero los investigadores seguían sus otras pistas mediante nuevos rastrillajes en distintas zonas rurales de Nobleza y de ciudades aledañas y evacuación de citas aportadas por testigos y casi todas resultaban inservibles, como el caso de Azul Hejo.
Esta mujer era la presidenta de la Sociedad Protectora de Animales de Los Bañados, un pueblo ubicado en el extremo opuesto al de Nobleza dentro de la provincia, y se comunicó con los detectives para denunciar que ella había recibido el perro de la familia desaparecida.
De acuerdo a la versión de Azul, días antes los propios Pumba se habían acercado al refugio de la sociedad y entregado en mano el can para que lo cuidara. Luego de aquella misteriosa aparición, la familia, siempre según esta mujer, continuó viaje.
“Ellos vinieron como cualquier persona y me dijeron: ´Te dejamos un perrito´. Les pregunté de dónde lo habían sacado y me dijeron que en la ruta”, recordó la protectora de animales y continuó: “Entonces les pregunté de dónde venían y me dijeron de Piedrabuena.
Si bien a la mujer le llamó la atención que aquellos visitantes siendo de Piedrabuena sabían donde quedaba la sociedad de Los Bañados, aseguró a los pesquisas que las cuatro personas eran las buscadas porque los reconoció por las imágenes de ellas que había visto en la televisión y que también se movilizaban en un Corsa gris.
Ante esa situación, los pesquisas se trasladaron hasta Los bañados y se entrevistaron con Hejo y hasta vieron el perro. Pero tanto la Policía como la Justicia establecieron que el can era de otra raza.
Pero los investigadores seguían sus otras pistas mediante nuevos rastrillajes en distintas zonas rurales de Nobleza y de ciudades aledañas y evacuación de citas aportadas por testigos y casi todas resultaban inservibles, como el caso de Azul Hejo.
Esta mujer era la presidenta de la Sociedad Protectora de Animales de Los Bañados, un pueblo ubicado en el extremo opuesto al de Nobleza dentro de la provincia, y se comunicó con los detectives para denunciar que ella había recibido el perro de la familia desaparecida.
De acuerdo a la versión de Azul, días antes los propios Pumba se habían acercado al refugio de la sociedad y entregado en mano el can para que lo cuidara. Luego de aquella misteriosa aparición, la familia, siempre según esta mujer, continuó viaje.
“Ellos vinieron como cualquier persona y me dijeron: ´Te dejamos un perrito´. Les pregunté de dónde lo habían sacado y me dijeron que en la ruta”, recordó la protectora de animales y continuó: “Entonces les pregunté de dónde venían y me dijeron de Piedrabuena.
Si bien a la mujer le llamó la atención que aquellos visitantes siendo de Piedrabuena sabían donde quedaba la sociedad de Los Bañados, aseguró a los pesquisas que las cuatro personas eran las buscadas porque los reconoció por las imágenes de ellas que había visto en la televisión y que también se movilizaban en un Corsa gris.
Ante esa situación, los pesquisas se trasladaron hasta Los bañados y se entrevistaron con Hejo y hasta vieron el perro. Pero tanto la Policía como la Justicia establecieron que el can era de otra raza.
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