Otra época, los mismos problemas*

Juan Manuel de Rosas comenzó en 1935 su segundo mandato como gobernador de Buenos Aires y de la Confederación Argentina, cargo que implicaba también estar a cargo de las relaciones exteriores de un país aún dividido entre federales y unitarios. Al clausurar las sesiones legislativas de aquel año, “El Restaurador” recalcó que “el gobierno nunca olvida el pago de la deuda extranjera”. Un discurso tan lejano como cercano a la vez.

 Es que en 1822, durante la gobernación de Martín Rodríguez y por iniciativa de ministro de Gobierno, Bernardino Rivadavia, la Legislatura había autorizado al Poder Ejecutivo a pedir a Gran Bretaña un préstamo de un millón de libras esterlinas, al cambio de aquella época. Los legisladores federales se opusieron a pesar de que el oficialismo unitario argumentó que ese dinero sería utilizado para obras sanitarias, la construcción de un muelle en la ciudad de Buenos Aires y la fundación de pueblos de campaña.

 El acuerdo se firmó en 1824 con la casa prestamista Baring Brothers y el Estado bonaerense hipotecó todas sus rentas, bienes y tierras para garantizar el pago de ese millón de libras. De acuerdo al convenio firmado, el préstamo era al 85% pero giró a Buenos Aires el 70, ya que la diferencia se repartió en el camino, entre banqueros y comisionistas.

 Sin embargo, para los prestadores, estas condiciones no eran seguras, por lo que se quedaron con 120 mil libras en concepto de dos años de garantía adicional, 10 mil por amortización adelantada, 7 mil por comisión reconocida y otros 3 mil por los gastos. De esta manera, Buenos Aires recibió cerca de 560 mil.

 Cuando Rosas asumió en 1829 su primer mandato como gobernador, los servicios por la deuda externa ya llevaban un año sin pagarse. Pero “El Restaurador” no cumplió en el inició de su administración con los vencimientos ya que destinó el dinero a los costos de la guerra civil contra los unitarios, liderados militarmente por el general Juan Lavalle y, políticamente, por Domingo Sarmiento y Rivadavia, cuyo centro de operaciones era Uruguay.

 Recién en 1938, Rosas ordenó a su embajador en Londres, Mariano Moreno, prometerles a los bonistas que los pagos de la deuda se reanudarían cuando cesara el bloqueo comercial francés que recién fue levantado dos años después.

 La paz militar se alcanzó en 1841, cuando el liberado puerto de Buenos Aires recibía cuantiosos ingresos por los derechos de Aduana, pero un año más tarde la guerra política por el pago de la deuda seguía. Entonces, el comité de bonistas que se había formado en Gran Bretaña comenzó una fuerte presión sobre Rosas para que éste reconociera el derecho de los acreedores de intervenir la Aduana hasta que se efectivizara el pago íntegro del préstamo.

 Los acreedores extranjeros también pugnaron para obtener una contribución que gravase las empresas agrícolas, comerciales y bancarias, derechos sobre las hipotecas de las tierras fiscales, la exportación de cueros y materias primas, y el monopolio de la navegación de los ríos argentinos.

 Pero Rosas ordenó a su ministro de Hacienda, Manuel Insiarte, que negociara con el enviado británico, Frank de Pallacieu Falconnet, en estos términos: La Confederación no estaba en deuda con Inglaterra, sino que era acreedora por el apoderamiento sin derechos de las Islas Malvinas. Una vez que los ingleses pagaran el resarcimiento por aquello, se arreglaría con los bonistas.

 Como siempre, Gran Bretaña desconoció el derecho argentino sobre las islas, por lo que la negociación fue descartada, por lo que se generó una disputa interna entre sectores ingleses: por un lado, los que levantaban la bandera de los intereses políticos y, por el otro, los que agentes económicos dedicados sólo a los negocios.

 De todos modos, tanto el problema del pago de la deuda externa, como el del reconocimiento de la soberanía sobre las Malvinas siguen sin resolverse y encabezan la agenda del actual gobierno nacional.

AA 
Enero 2011.
*Basado en "La gran epopeya", de Pacho O ´Donnell.

Estado y alianzas en la Argentina 1956-1976: VI

Los movimientos pendulares de la gran burguesía y sus dificultades para subordinar al resto de la sociedad civil son un indicador de una continua crisis de dominación política. Ya que los péndulos fueron el resultado inmediato de las políticas del Estado. Estas acciones estatales no sólo fueron cambiantes sino que nunca fueron realmente implementadas porque eran revertidas por la dinámica de la sociedad civil.

 De esta manera, el Estado terminó por ser colonizado por la sociedad civil y quedó fraccionado, por lo que no pudo tomar distancia de las demandas y los intereses de cada alianza gobernante. Resultó ser débil.

 En conclusión, el experimento iniciado en 1966 trató de reconstruir los mecanismos de acumulación de poder para subordinar la sociedad civil a la gran burguesía. Trató de implantar un sistema de dominación política, pero ese intento colapsó y luego surgió la alianza defensiva que conquistó el sistema institucional del Estado y no lo compartió con la gran burguesía.

 A partir de 1974, con la muerte de Perón, comenzó a resurgir la crisis y la burguesía local debió abandonar la alianza gobernante. A esto se le sumó la exacerbación sindical que generó reacciones en su contra. Así, en 1976 terminó por reasumir un nuevo gobierno de facto y la gran burguesía volvió a la alianza gobernante.

AA
Octubre 2010

Estado y alianzas en la Argentina 1956-1976: V


La fracción débil de la burguesía urbana era netamente nacional y se alió con el sector popular, que tenía mayor autonomía y organización que en el resto de América Latina. La acción política de esta alianza fue defensiva porque la recesión, la devaluación y los programas estabilizadores la castigaban duramente. Y su objetivo inmediato fue la reactivación económica a través de acciones expansivas del Estado en coincidencia con el reclamo de aumento salarial de parte de los sindicatos.

 La expresión política de esta alianza fue el Peronismo de entre 1973 y 1976. Se trató de una alianza esporádica pero recurrente cada vez que castigaban al pequeño y mediano empresario local. Postuló una vía “nacionalista” y “socialmente justa” y fue exitosa para anular los programas de estabilización y acotar la expansión del capital internacional. Cuando aumentaron los salarios, aumentó también la producción. Y, además, evitó la fusión de los sectores fuertes de la burguesía pampeana y urbana.

 Esta alianza también fue policlasista, con fuerte componente obrero y burgués. Así tuvo un carácter nacionalista y capitalista, algo que no se dio en otros países latinoamericanos, donde la fusión obrero-burgués no era tan fuerte. 

 Por otro lado, esta fusión afianzó la memoria de anteriores movilizaciones que lograron revertir la situación salarial y el nivel de la actividad económica. Por ejemplo, la CGT y el peronismo, se cansaron de recordar sus luchas desde 1955 hasta el fin de la proscripción de Perón. 

 Los sindicatos y el peronismo se convirtieron en formas de organización ideológica y política para esta alianza. Sin embargo, ante cada victoria, estos sectores “asaltaron” el Estado, como ocurrió con la lucha interna del movimiento hasta el advenimiento de la última dictadura militar, entre la juventud revolucionaria y el sindicalismo.

 De todos modos, los éxitos de esta alianza llevaron a que la gran burguesía abandonara a la burguesía pampeana que se lamentó por la caída de sus precios. De esta manera, la gran burguesía logró permanecer en la alianza gobernante.

Estado y alianzas en la Argentina 1956-1976: IV

La gran burguesía urbana generalmente no se perjudica con la devaluación y los programas de estabilización, aunque suele ser la más interesada en solucionar los problemas de la balanza de pagos. Por esa razón, cada vez que se produjo ese déficit, se acercó a los intereses de la burguesía pampeana y luego, cuando reaccionaban sus sectores débiles, se movió en forma de péndulo hacia esos intereses en el corto plazo, reactivando la economía interna pero en un rol de “dejar hacer”.

 Este movimiento pendular hizo que la burguesía perdiera cohesión y, por ende, dominación política. Estas luchas entre burgueses tuvieron su ámbito principal dentro del Estado nacional, que se fue fracturando. Por ejemplo, en 1967, con el presidente de facto Juan Carlos Onganía, el gobierno tuvo una política a favor de la gran burguesía al devaluar en un 40 % y apropiarse de las ganancias a través de las retenciones, lo que perjudicó a la burguesía pampeana.

 Pero a partir de 1970, los precios de los exportables comenzaron a aumentar y fue fortaleciendo nuevamente a la burguesía pampeana que, ayudada por agentes extranjeros, va a terminar por quebrar en 1973 al Estado burocrático-autoritario.

Estado y alianzas en la Argentina 1956-1976: III

Luego del "desarrollismo", se va a forjar en el resto de los 60´ la alianza entre el sector popular y la fracción débil de la burguesía para defender el mercado interno contra la recesión proveniente de la suba de precios exportables de la región pampeana. Hubo movilizaciones populares, como el "Cordobazo" en 1969, que profundizaron un corte dentro de la burguesía, entre los débiles y los fuertes, y entre la urbana y la pampeana.

 Cuando volvieron los problemas en la balanza de pagos se aumentaron las exportaciones, pero esto era imposible sin que las estancias se convirtieran en agrobusiness. Sin embargo, esto demandó inversiones a largo plazo en tecnología y capital que al sector pampeano no le interesaron debido a la inestabilidad de los precios. Así fue que en el corto plazo aumentaron los precios internos de producción y eso derivó en recesión y redistribución negativa del ingreso que perjudicó al sector popular y no a los sectores fuertes.

 Se podría haber forjado a largo plazo una alianza entre la burguesía urbana y la pampeana para modernizar la producción y acabar con ese ciclo pero hasta 1976 sólo lo hicieron por períodos muy cortos. En parte, por el corte que había producido la movilización del sector popular.

 Ante la crisis, la salida más accesible fue la devaluación para aumentar el precio de los productos exportables en relación al de los bienes de consumo interno. Esta política se enmarcó en los denominados “programas de estabilización”. Pero esto trajo inflación y a partir de 1976, ya con un nuevo gobierno de facto, se recurrió al Fondo Monetario Internacional, lo que derivó en el aumento de la deuda externa.

Estado y alianzas en la Argentina 1956-1976: II

La clase obrera argentina se caracterizó por haber tenido más recursos que el resto de ese sector en América Latina pero, a diferencia de lo ocurrido en otros países de la región, cuando sucedieron los ciclos de nula bonanza económica, no pudo apoyarse en un campesinado ya que éste era casi inexistente.

 Otro dilema fue que los principales productos de exportación fueron los cereales y carnes, alimentos a los que se destina el salario de la clase obrera y popular, por lo que un aumento de precios es rápidamente percibido por ese sector, como ocurrió con la depresión de los 30´.

 Pero a partir de 1945 y hasta 1950, el Estado se apropió de gran parte de las exportaciones y mantuvo los precios bajos, lo que aumentó el ingreso del sector popular y la demanda de bienes industriales. Sin embargo, esto trajo, a su vez, problemas en la balanza de pagos a raíz del desaliento de las exportaciones y el aumento del consumo interno. Por ello, entre 1952-1955, en el último tramo del segundo gobierno peronista, se subieron los precios para mejorar la balanza, aunque se redujo el mercado interno.

 A partir de 1960, con el gobierno de Arturo Frondizi, hubo una ola de inversiones extranjeras en industria y servicios, por lo que se internacionalizó la producción urbana. Este proceso se llamó “desarrollismo”, pero no funcionó porque aumentaron las importaciones. Entonces, se volvió a aumentar las exportaciones para mejorar la balanza de pagos.

Estado y alianzas en la Argentina 1956-1976*

El capitalismo argentino, al igual que en el resto de América Latina, creció al ritmo de la incorporación de algunas de sus regiones dedicada a la exportación de productos primarios. Fundamentalmente, el gran control del principal recurso productivo, la tierra, quedó en la pampa argentina y Uruguay en manos de una burguesía local.

 Mientras que el enclave y la plantación quedó en manos del capital internacional, la hacienda en la oligarquía poco capitalista. Y esto llevó a que la burguesía pampeana y uruguaya acumulara capital y pusiera en emergencia un sector urbano, comercial e industrial.

 En el caso de Argentina, a diferencia de lo ocurrido en el resto de América Latina, las exportaciones de cereales, lanas y carnes cubrieron la mayor proporción del territorio nacional.

 Entre 1930, a partir de la crisis mundial surgida con la gran  depresión de los EE.UU., y 1945, el fin de la Segunda Guerra Mundial, se desarrolló una incipiente burguesía industrial favorecida por una fuerte demanda de trabajo y que comenzó a acercarse a la internacional.

 Hasta este momento, el rol del Estado era mínimo, por lo que fue la burguesía pampeana y sus prolongaciones urbanas las que crearon una especie de Estado democrático fraudulento, que se dio en los 30’, la denominada “Década Infame”.  De esta manera, este sector productivo ganó poder político, además del económico.

 Pero este Estado liberal argentino no sobrevivió a la crisis de los 30`, aunque luego sí se recuperó más fácil y rápidamente que el resto de los países latinoamericanos. Y así, hubo un nuevo impulso de industrialización sustitutiva de importaciones en el que se incorporó gran parte de los trabajadores de las regiones no pampeanas.

* Basado en un texto de Guillermo O ´Donnel.

V




 Para algunos autores, desde 1943 a 1953, el gobierno tuvo una política de hostilidad e indiferencia hacia el capital extranjero. Luego del período de mayor bonanza económica, sucedido entre el 46´y el 49´, devino un estancamiento que planteó la necesidad de reconsiderar esa política y recibir la cooperación de los extranjeros para una nueva etapa de la industrialización. Sin embargo, en los años del peronismo, el capital extranjero que se insertó y realizó inversiones directas percibió las utilidades totales más elevadas.


 El primer Plan Quinquenal de Perón, consideraba para el período 47-51 unos 10.000 millones de pesos en costos de organización e inversión. Las utilidades totales del capital extranjero fueron un 78% mayor a esos recursos. Luego, las empresas foráneas no efectuaron luego nuevas inversiones directas pero si reinvirtieron parte de las utilidades obtenidas. Esto discrepó con la etapa siguiente, “el desarrollismo” (1958-1964) cuando las empresas extranjeras tuvieron una alta rentabilidad pero por nuevos flujos de inversión.


 Un rasgo característico del peronismo fue acentuar sensiblemente la presencia de las empresas y organismos estatales en la producción industrial. En principio, estos debían abrir el camino hacia la profundización del modelo mediante la incorporación de los sectores productivos pesados pero terminaron por tener una escasa trascendencia. Por ejemplo, en 1947, la industria pesada representaba el 3,6% de la producción total y en 1954 el 9,5%.


 Si bien Perón logró disciplinar a varios sectores de la agotada economía agro exportadora, terminó doblegado por el capital extranjero y la oligarquía argentina. Y el principio del fin de su gobierno comenzó cuando la rentabilidad de las fracciones industriales dominantes descendió respecto de la época de oro. Estos sectores, como lo harían en otras oportunidades futuras, llevaron a cabo una ofensiva política, ideológica y económica para instalar socialmente que el problema radicaba en la excesiva intervención estatal en el gasto y el salario.


 En ese marco, la burguesía nacional no pareció diferenciarse de los sectores dominantes ya que la CGE reclamó la derogación de los precios máximos, el aumento de importación de materias primas, la liberación de los créditos y la reducción de impuestos, entre otras demandas.


AA
Octubre 2010