1969: El Cordobazo - Parte I*

* Basado en un texto de julio Godio.

 Una serie de debates y discusiones sobre la necesidad de dislocar el gobierno de facto recuperando espacios democráticos a través de movilizaciones y protestas comenzó a darse desde marzo de 1969 en fábricas, oficinas y universidades. En este contexto de “subversionismo espontáneo” de trabajadores y estudiantes se observó la recuperación de la iniciativa política de organizaciones y corrientes de izquierda, peronista o marxista, algunas tradicionales, otras recién constituidas.

 En mayo, os estudiantes universitarios de las ciudades de Resistencia y Corrientes salieron a las calles con un claro reclamo político y antidictatorial. En las movilizaciones fue asesinado un estudiante por la policía, por lo que la agitación pronto se extendió a Salta, Tucumán y Rosario.

 Para el historiador Julio Godio, en aquel entonces “el país era un polvorín seco y solo se necesitaba una mecha para encenderlo y esa mecha fueron los radicalizados estudiantes universitarios”.

 Pero en las movilizaciones universitarias se vio el apoyo de las clases medias urbanas empobrecidas por la política económica del régimen y de un núcleo de trabajadores que canalizaban su protesta social al margen de las organizaciones sindicales, salvo los sindicatos alineados en la CGT de los Argentinos.

 Así se produjo una situación particular en la ciudad de Córdoba, que era permeable a las ideas políticas renovadoras y en la que se había desarrollado durante toda la década una clase obrera moderna y joven en las industrias dinámicas como la metalmecánica y automotriz. En base a esto, se conformó una compleja trama de relaciones entre obreros, estudiantes e intelectuales.

 El 29 de mayo del 69´, luego de una asamblea obrera en el sindicato SMATA, los trabajadores marcharon hasta el centro de la ciudad para cumplir con la resolución del plenario intersindical: Paro activo.

 Las exigencias de los trabajadores mecánicos eran laborales, sin embargo, las consignas indicaron una clara dirección antidictatorial. La forma de la manifestación correspondió al sindicalismo peronista ortodoxo que estaba interesado en canalizar pacíficamente la protesta obrera. Pero se fueron uniendo los universitarios, jóvenes de los barrios y sectores de la pequeña burguesía, por lo que la marcha se transformó en una ocupación de la ciudad

 La policía cordobesa retrocedió antes las barricadas instaladas por los manifestantes. Los bancos británicos, la empresa Ford y otras firmas extranjeras fueron atacados y destrozados, al tiempo que el sindicato Luz y Fuerza dejó a la ciudad sin energía eléctrica.

 Al mediodía del 69´, en medio de los enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad, cayó asesinado Máximo Mena, un obrero que integraba la columna 3 mil trabajadores de la planta Santa Isabel de la empresa Ika que avanzó sobre la ciudad de Córdoba por la ruta hacia Alta Gracia.

 La columna llegó hasta avenida Vélez Sarfield donde desbordó la barrera policial y poco después volvió a chocar contra los efectivos en el Hogar Escuela Pablo Pizzurno.

 En bulevard San Juan y Arturo Bas, los policías abrieron fuego sobre la columna de obreros y Mena murió en el lugar. Este asesinato, profundizó el repudio popular, por lo que las manifestaciones se intensificaron en las calles.

 Al anochecer, el general Onganía decidió que el III Cuerpo del Ejército entrara a las ciudad para controlar la situación.

 El 30 de mayo la ciudad estuvo paralizada por una huelga general y así se produjo el “Cordobazo” que iba arrojar más muertos y heridos. Los militares también allanaron la CGT de loa Argentinos y detuvieron a los dirigentes sindicales como Agustín Tosco, de Luz y Fuerza, que fueron juzgados y condenados por Consejos de Guerra.

1966-1968: Escisión sindical - Parte III*

*Basado en un texto de Julio Godio.

 
La pasividad que imperaba en una dirección de la CGT que estaba en manos de una comisión de 20 gremios de “Las 62” y los independientes no era compartida por las diferentes corrientes sindicales que planteaban la oposición frontal al régimen militar.

 Estas corrientes internas provinieron del sindicalismo peronistas combativo de orientación cristiana revolucionaria, encabezado por Raimundo Ongaro, de los gráficos; el sindicalismo clasista-pluralista compuesto por independientes socialistas, comunistas, radicales, etc. y liderado por Agustín Tosco, de Luz y Fuerza; los sindicatos intervenidos por la dictadura militar; y “Las 62 de Pie junto a Perón”.

 En su conjunto, estas corrientes tenían un objetivo sindical común: desalojar a la alianza Vandorista-independiente de la dirección de la CGT.

 En todos ellos, se manifestaron, aunque en diversos grados, componentes ideológicos de izquierda que incorporaron culturas y hechos políticos internacionales como la guerra de liberación nacional en Indochina, el guevarismo y la guerrilla en varios países latinoamericanos.

 Esos componentes culturales revolucionarios externos se afincaron en el interior no sólo del movimiento sindical, sino también en los partidos peronistas y radicales, en el movimiento estudiantil, en la Iglesia Católica, etc. Y formaron parte de búsquedas teórico–políticas para organizar la lucha contra la dictadura, dada la ausencia de acciones políticas de resistencia por parte de los liderazgos tradicionales del peronismo y el radicalismo, y otros partidos políticos populares y la CGT.

 El 28, 29 y 30 de marzo de 1968 fue convocado el Congreso Normalizador de la central obrera. En este, se enfrentaron dos posturas antagónicas respecto de un tema puntual: el reconocimiento o no de los delegados de los sindicatos intervenidos.

 Finalmente, triunfó la postura de incorporar a los delegados de los sindicatos intervenidos originando el retiro del vandorismo. Así, la organización sindical que salió de este Congreso fue la denominada “CGT de los Argentinos”, liderada por Ongaro.

 Mientras que “Las 62” vandoristas mantuvieron el control de la central y los fondos sindicales pasando a denominarse “CGT Azopardo”.

 Esta división se extendió al interior del país, produciéndose fracturas en las Regionales. Los sindicatos participacionistas liderados por Luz y Fuerza permanecieron “neutrales” pero con conexiones con la “CGT de Azopardo”.

 La “CGT de los Argentinos” adoptó un programa de liberación nacional y social, y una táctica política de confrontación abierta con la dictadura. De esta manera, se trasformó en impulsora del desarrollo del sindicalismo peronista combativo y corrientes clasistas en todo el país.

 Pero el bloque de sustentación era heterogéneo y pronto parte de los sindicatos intervenidos y sectores de “Las 62” comenzaron a abandonarla. “La CGT de los Argentinos” debió una creciente represión de la dictadura a través de nuevas intervenciones y detenciones de dirigentes sindicales. Por ello, sectores del movimiento estudiantil, organizado en la FUA, trataron de apoyarla.

 En el desplazamiento de organizaciones sindicales de “La CGT de los Argentinos” a “La CGT de Azopardo” tuvo importancia otro hecho: a principios de 1969 se produjo la reconciliación de Perón con Vandor y el acuerdo de reunificar “Las 62 organizaciones”.

 El General enviaba cartas de apoyo a Ongaro pero, en realidad, temía que una polarización entre sindicalistas peronistas “combativo” y “participacionistas” condujera a la descomposición de la “columna vertebral” del Movimiento.

 Al fin de cuentas, el vandorismo expresaba la tradición sindical peronista y podía ser “recuperado” y colocado bajo el liderazgo estratégico del líder exiliado.

 El interés de Vandor por llegar a acuerdos con Perón fue también fuerte, en tanto no solo tuvo que enfrentarse a combativos y participacionistas, sino que necesitó del apoyo de Perón para mantener el control de las 62.

 “La CGT de los Argentinos”, más que una organizadora sindical, fue una fuerza socio-política propagandística de la “subversión frente a lo existente”. Ese rol fue importante porque estimulo la formación de núcleos sindicales combativos en comisiones internas, en cuerpos de delegados y en direcciones sindicales, lo que tendría suma importancia al empalmar con un cuadro de gestación de movilización espontánea de los trabajadores en diversas áreas del país y cuya simbiosis dio lugar al “Cordobazo” en mayo de 1969.

AA
Noviembre 2011

1966-1968: Escisión sindical - Parte II*

*Basado en un texto de Julio Godio.

 En 1967 el país conoció una extraña calma producto de la mezcla entre expectativa esperanzada y represión. Pero subterráneamente se fueron acumulando tensiones sociales y políticas que desembocaron en una profunda crisis política.

 Por ese año, el vandorismo continuó controlando la CGT y su táctica fue la de “dialogar” desde posiciones de fuerza con el régimen militar. Pero, a su derecha se formó un núcleo “participacionista” dirigido por Juan José Taccone de Luz y Fuerza, y Adolfo Cavalli de petroleros; y a su “izquierda” un núcleo compuesto por “Las 62 De pie junto a Perón” y sectores independientes que habían retornado a la CGT.

 Estos sectores coincidieron en un punto: era necesario torcer el brazo a Onganía, ya sea para dialogar mejor, debilitar o desarticular al régimen autoritario. Así, el 3 de febrero el CCC resolvió, por mayoría, convocar a un paro general para el 1 de marzo que fue masivo.

 Pero la respuesta de la dictadura fue rápida y contundente: se retiraron las personerías gremiales a la FOTIA, FOETRA y a la propia UOM. También se suspendió la aplicación de convenciones colectivas de trabajo y se limitaron beneficios sociales a los trabajadores de la administración pública, ferrocarriles, puertos, servicios eléctricos, etc.

 La represión gubernamental indicó a la CGT claramente una cosa: el Plan de Lucha 1963–1964 había sido posible por la existencia de un gobierno cívico–militar en retirada y luego por la permisividad liberal–democrática de la UCRP. Pero todo había cambiado y el nuevo régimen militar tuvo un puño de hierro dirigido al mentón de los sindicatos.

 El vandorismo comprobó que había poco espacio para negociar con el gobierno militar. Al encontrarse frente a un Estado altamente concentrado y hostil, la dirección de la CGT no supo que hacer y una parte de la misma se volcó hacia la capitulación lisa y llana.

 La derrota provocó un reagrupamiento defensivo que derivó en la configuración del llamado “bloque oficialista” o “nueva corriente de opinión”.

 De esta manera, roto el equilibrio de la clásica formula “presionar para negociar”, los participacionistas trataron de negociar de cualquier manera, aceptando las condiciones que imponía la dictadura oligárquica con tal de conservar sus posiciones frente de las organizaciones.

 A su vez, la política centrista que hasta ese momento había desarrollado el vandorismo se quedó sin espacio político ya que el régimen no se impresionó por la fuerza teórica de los sindicatos y se colocó en una posición capaz de aplastar los movimientos de fuerza que pudieran organizar los jefes de la conducción gremial.

 “Las 62” siguieron divididas después de la derrota que sucedió al paro general del 1 de marzo de 1967 y cuando sus dirigentes llegaron a un acuerdo de unidad, su fundamento residió más bien en la impotencia mutua para hacer frente a la situación.

 Mientras tanto, en las fábricas, los obreros también se reagruparon en la última línea defensiva que ya no fue el mantenimiento del nivel salarial sino la defensa de mantener el empleo.

 Durante el 67´, los dirigentes gremiales llegaron a comprender que los sindicatos como grupo de presión habían llegado al límite de sus posibilidades durante el pico de movilizaciones en 1964.

 La crisis y parálisis del movimiento obrero no fue solo consecuencia de la derrota y desmoralización en las bases, sino también producto de la actitud de participacionistas y dialoguistas de no hostigar al régimen de Onganía.

1966-1968: Escisión sindical.*

*Basado en un texto de Julio Godio.

 “Las 62” vandoristas autocalificadas de “Leales a Perón” y “Las 62 De pie junto a Perón” simpatizaron con el golpe de Estado de 1966, al cual no solo valoraron como la desarticulación de un operativo “liberal” por parte del gobierno radical, sino además como la posibilidad de reeditar el pacto sindicatos-ejercito de 1945.

 El nuevo régimen militar comenzó por proscribir a todos los partidos políticos, en tanto el objetivo del presidente de facto Onganía y su equipo nacionalista-integrista era la conformación de un movimiento político corporativo. Para eso necesitaba de sindicatos dóciles, por lo que adoptó la medida de devolver la personería gremial a varias organizaciones intervenidas por el gobierno radical.

 El acercamiento de Onganía a la CGT no tuvo como interés promover el poder sindical sino señalar que los sindicatos tendrían un lugar en el nuevo orden estatal si aceptaban las reglas del juego del gran capital y las FF.AA.

 En el cronograma del nuevo gobierno militar no figuraban las huelgas, por lo que en agosto del 66´ se firmó la ley 16.936 que estableció el arbitraje obligatorio y cuando algunos sindicatos iniciaron medidas de fuerza fueron intervenidos.

 La intervención al Sindicato Unido de Portuarios Argentinos (SUPA) y la ley de racionalización de trabajo portuario originó la primera huelga contra el gobierno militar que se prolongo durante 2 meses. Pese a estas medidas antisindicales, la CGT trató de mantener buenas relaciones con el gobierno, al tiempo que el vandorismo necesitó fortalecer la CGT.

 El nuevo régimen formuló en noviembre el programa económico de la “Revolución Argentina” de orientación monetarista, cuyo objetivo principal fue modernizar la economía argentina. Para lo cuál, sus principales medidas fueron reducir el déficit fiscal, promover la inversión de capital extranjero y mantener precios competitivos para las exportaciones tradicionales.

 En esta estrategia de economía de exportación con precios competitivos, la estabilización de precios internos y salarios era esencial, por lo que fueron congelados los segundos y controlados los primeros.

 La respuesta inicial de la CGT fue una huelga general el 14 de noviembre pero ésta sólo logró el desplazamiento del ministro de Economía Jorge Salimei y su reemplazo por Adalbert Krieger Vasena, un hombre vinculado a las empresas subsidiarias extranjeras en el ramo de la alimentación.

 Vasena acentuó los llamados “planes de racionalización” y de “modernización”, con despidos de personal, lo cual implicó fuertes conflictos que derivaron en otras huelgas. La política del flamante ministro intentó reinstalar la economía argentina en el mercado mundial, sobre la base de modificar la estructura de las exportaciones, a favor de los productos agroindustriales y en detrimento del tradicional monopolio de cereales y carnes.

 Se trató de un programa “industrialista–eficientista” que supuso un rápido proceso de modernización y aumento de productividad mediante el reemplazo de la mano de obra por bienes de capital y tecnología extranjera.

 Pero tal política implicó crear condiciones preferenciales para las importaciones extranjeras, lo que condujo a la reducción de aranceles para la importación y reformas impositivas que ocasionaron una ola de quiebras en las pequeñas y medianas empresas, las principales fuentes de trabajo.

 Al mismo tiempo, el gobierno implantó fuerte retenciones a la exportación de productos del campo para subsidiar las exportaciones no tradicionales, lo que generó tensiones en los grandes empresarios pampeanos.

 Pero la que pagó el costo de esta política de apertura y modernización segmentaria fue la clase obrera que debió soportar los aumentos de los precios de alimentos mientras que los salarios permanecieron congelados. Además, las nuevas inversiones de tecnología no fueran generadoras de empleo masivo y ocasionaron mayor desempleo.

1966: Nuevo golpe de Estado*

* Basado en un texto de Julio Godio.

A principio de 1966 se desarrollaba en el interior del peronismo una lucha abierta entre Perón, quien se proponía frenar el intento emancipador de Vandor, y éste, que controlaba “Las 62” y parte del grupo de diputados y senadores afines al Movimiento. Mientras El General intentaba conservar el control de la tropa para “golpear y negociar” su retorno al poder, el vandorismo se orientaba a constituir una especie de partido laboralista, basado en los sindicatos, inserto en el sistema político real y como “factor de poder” en la negociación política.

 Entonces, el anciano líder decidió enfrentase con Vandor en los campos partidario y sindical. En el primer ámbito, envió Isabel para reorganizar el partido y limitar el poder del neoperonismo pero el éxito de la misión fue parcial ya que ganó en Mendoza pero perdió en Jujuy.

 Al mismo tiempo, en el plano sindical, Perón promovió la escisión de “Las 62” de José Alonso y del núcleo de los 19 sindicatos que publicaron un documento titulado “De pies junto a Perón”. Los principales gremios fueron SMATA, FOTIA, Federación del Caucho, Federación de Sanidad y Sindicato de Obreros Navales. Y los principales lideres: Alonso, Lorenzo Pepe y Amado Olmos. Juntos a estos 19 se alineó gran parte del espectro político partidario, desde la izquierda liderada por J.W. Cook hasta el católico–integrista Raúl Matera.

 Pero el vandorismo contraatacó y el 15 de febrero del 66´ Alonso fue destituido como secretario de la CGT y reemplazado por Fernando Donaires.

 Así, el sindicalismo peronista vivió su crisis interna en medio de un agravamiento de la crisis económico-social ya que en enero el gobierno había anunciado que los topes de aumentos salariales para el año serian del 15%.

 La política de austeridad y control de salarios chocó con el movimiento sindical fortalecido a nivel de rama por actividad como producto del Plan de Lucha. En consecuencia, se desataron huelgas sectoriales en Capital Federal y el Interior.

 En abril, el Congreso Nacional, presionado por los sindicatos, modifico la Ley 11.729 restringiendo la capacidad de los empresarios de despedir personal. Mientras que la UIA, Sociedad Rural y CGE, exigieron a Illia el veto de la ley pero este se negó.

 En ese marco, la CGT convocó el 7 de junio a una exitosa huela general para frenar la contraofensiva empresarial. Sin embargo, esta alianza entre la central y el Gobierno duraría poco ya que se aceleró el proceso de negociación entre las FF.AA., el peronismo y el desarrollismo para desalojar a la UCRP del poder.

 El peronismo optó por apoyar el golpe de Estado con Perón desde Madrid avalando la especie local de que el general Juan Carlos Onganía, líder del golpe en marcha, era un “nuevo Perón” y que el débil gobierno minoritario radical, debilitado por la crisis económica y acosado por las huelgas obreras y estudiantiles, se mostraba impotente para detener el golpe de estado.

 EL 28 de junio del 66´ se produjo el golpe de Estado e Illia es derrocado. Comenzó así una larga dictadura militar denominada “Revolución Argentina”.

 Una vez producido el golpe, la CGT emitió una declaración en la cual destacó la afinidad ideológica entre el peronismo y el nacionalismo católico del nuevo presidente Onganía y también su apoyo a los llamados “gremios independientes”.

 De esta manera se volvió a mostrar la vieja faceta corporativo-autoritaria del Movimiento que en vez de impulsar un compromiso con la UCRP y otras fuerzas políticas y sociales para garantizar y ampliar la democracia política y lograr su legalidad plena, prefirió elegir el perverso camino de asociarse al operativo dictatorial de las FF.AA., que en el fondo respondían al interés histórico del bloque oligárquico–empresarial desde 1930, de conservar y controlar el Estado a través de regimenes autoritarios.

AA
Noviembre 2011

1962-1965: Parte IV*

* Basado en un texto de Julio Godio. 

En enero de 1965, tras un congreso ordinario de la CGT, asumió el nuevo Secretariado de la central obrera a cargo de José Alonso. La consolidación de esta “columna vertebral” peronista reforzó en el Gobierno radical la errónea tesis de que era necesario dividir al movimiento sindical.

 La actitud antisindical de la UCRP devenía de su carácter de partido liberal-popular basado en la clase media y liderada por una elite política aferrada al paternalismo y al caudillismo patricio instalado por Yrigoyen.

 Pero esa idea no se correspondió con su amplia actitud política institucional de favorecer la progresiva legalización del peronismo y el 14 de marzo, en las elecciones para renovación parcial del Congreso Nacional y otras autoridades provinciales, las listas peronistas de la Unión Popular triunfaron.

 Así, la UCRP decidió a restablecer la democracia política sin proscripciones, mientras que en el accionar del peronismo estaba latente la opción de un pacto con las FF.AA. para desalojar por la fuerza a la UCRP del gobierno.

 La confrontación entre la UCRP y la CGT llego al súmmun cuando en febrero del 65´ el Gobierno promulgó el decreto 969 de Asociaciones Profesionales que estableció:

-La restricción de los poderes de los órganos directivos de los sindicatos en favor de las asambleas.
- El voto secreto y obligatorio para los afiliados.
- El otorgamiento al Ministerio de Trabajo del poder de suspender las personerías. 
- La autorización a las seccionales de manejar los aportes de los afiliados. 

 Este decreto 969 prohibió también a las asociaciones gremiales realizar “actividades políticas partidistas”, con la sanción de la pérdida de personería gremial. Y como era previsible, la CGT acusó al gobierno radical de pretender dividir y controlar al movimiento sindical, lo que la llevó a jerarquizar el rol organizador de “Las 62” y los grandes sindicatos industriales y de servicios peronistas según la teoría vandorista.

 Esta nueva realidad debilitó la táctica de Perón de dirigir “por encima” de todas las alas del movimiento ya que el propósito del vandorismo fue darle cauce a la organización en cuadros de conducción, lo que hirió mortalmente la relación entre el caudillo y la masa, y también tendió en última instancia a sumar al peronismo a las reglas del juego del sistema de partidos.

 Esto generó una respuesta por parte del mismo Perón, quien envió a la Argentina como delegada personal a su esposa María Estela Martínez con la finalidad de defenestrar por completo el intento independentista y autonomista de Vandor. 

 Para Perón, Vandor había ido demasiado lejos, por lo que era necesario desmontar el intento de organizar “un peronismo sin Perón”. Entonces, el General se vio obligado a actuar directamente en varias elecciones provinciales llegando a dividir al propio peronismo para impedir triunfos electorales del neoperonismo-vandorismo.

 Pero mientras se desarrollaba la confrontación interna en el peronismo y mientras la UCRP intentaba continuar gobernando sola, en las FF.AA. creció el sentimiento de que el frágil sistema democrático no podría impedir un nuevo triunfo electoral del peronismo en las alecciones generales previas para 1967.

 Las FF.AA. consideraban que el golpe de Estado era inevitable ya que no le cabían dudas de que radicales y peronistas marchaban hacia el abismo. Mientras que para ambos partidos era “fatal” un retorno de os militares.

AA
Noviembre de 2011